Muy atentos seguimos la problemática del sector educativo nacional, y vemos con profunda tristeza que hay aspectos que no se han manejado y resultan fundamentales en el desarrollo de lo que pretendemos tener como Nación, y que debe fundamentar su progreso en la formación de sus recursos humanos.
En ese sentido, llama poderosamente la atención el cúmulo de facilidades que otorga el “generoso” sistema educativo a sus educandos, para que no haya reprobados, y que los profesores puedan tener buen puntaje en sus pruebas de evaluación, como si eso fuera lo que realmente importa.
En ese sentido, somos de la idea que el sector se ha burocratizado más de lo que ya estaba, y ahora vale más un punto en la carrera magisterial o el Conacyt que la formación de jóvenes con recurso intelectual apto para producir en el país.
Hace algunos años se estableció que en educación primaria no debía haber reprobados, pero lo grave es que ahora, en la formación media sucede lo mismo: los muchachos estudiantes de secundaria no pueden ser reprobados, y se les otorgan una serie de facilidades, no para que aprendan, sino para que aprueben, porque hoy en día es lo único que interesa: o importa que sea un burro parado, lo importante es que el profe no tenga reprobados; se establecen compromisos para que se cumplan, de parte del alumno, los padres de familia, los profesores y en general todos los actores involucrados en el asunto de la formación académica.
Y lo que estamos generando es una problemática muy grave que tendrá repercusiones de alto costo social para el país si no se pone un remedio a tiempo, que es lo que deseamos.
No es que queramos que se repruebe a los jóvenes estudiantes, pero la verdad, ahora tenemos que darles todas las facilidades para que aprueben. ¿Cuándo cambiaron los intereses?
Hoy importa más una calificación que aprender, importa más que el estudiante sea promovido al siguiente nivel antes que pueda servir a su país como alguien que tiene conocimientos determinados.
Hoy, tristemente, la educación se ha devaluado a grado tal que todos pasamos las materias independientemente de cómo hayamos aprendido –o no- y en el lugar que lo hayamos hecho.
Algunos pedagogos proponen retomar algunos aspectos del plan anterior, y exigir a los estudiantes de todo nivel –desde preescolar hasta superior- tener el conocimiento adecuado, llevarlo a la práctica, y de esa forma propiciar que haya una mejor preparación, ya que de todos es sabido que hoy en día se han relajado los requisitos para aprobar. Necesitamos volver a esa educación de calidad que nos enseñaron los abuelos y que llevaron nuestros padres.
Vemos la manera en que se escribe en Facebook, y las faltas de ortografía tan patéticas que se multiplican: hay que dar mayor importancia al estudio de nuestro lenguaje y su utilización adecuada, así como otras disciplinas que urge actualizar y adecuar a nuestro tiempo.
La educación requiere de una intervención grande y enérgica, sin duda alguna.
Pero, insistimos en que los maestros solos nunca podrán lograrlo, ya que si los padres no hacemos lo que nos corresponde, jamás tendremos la calidad que queremos. Somos nosotros, en casa, los que tenemos la obligación de mejorar y ser útiles a los demás y a nosotros mismos.
Y al inicio del próximo sexenio, bien se podría establecer una serie de foros y reuniones para establecer las prioridades educativas de la localidad; que en Tamaulipas se de el paso tan importante que se requiere, y que permita al país comenzar esa serie de cambios que nos ubiquen en distinto nivel.
Es, sin duda alguna, la educación, la base para poder establecer una buena sociedad, una sociedad justa, una sociedad acorde a todos nosotros y nuestro tiempo.
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