Los sonidos del silencio
Hay rolas que conmueven por su música o por quienes las interpretan, pero algunas que calan por la fuerza del mensaje en sus letras.
Una de ellas es “El Sonido del Silencio” (The Sound of Silence) escrita por el estadunidense Paul Simon que el propio autor lanzó junto con Arthur Garfunkel a principios de la lejana década de los sesentas del siglo pasado.
Por sí misma es una joya musical más allá de su referente histórico y connotación política, porque fue creada a raíz del asesinato del Presidente Kennedy en 1962.
Es de esas canciones que de escuchar y reescuchar siempre tendrán un contexto vigente.
Viene a cuento esta reflexión porque al comentar con un magnífico amigo la letra coincidimos en que algunas líneas de “El Sonido del Silencio” reflejan claramente uno de los fenómenos más nocivos en que como sociedad estamos cayendo: el silencio social.
Dice la letra, traducida de manera libre al español:
Diez mil personas, tal vez más.
Gente hablando sin hablar
La gente escucha sin escuchar.
Personas que escriben canciones que las voces nunca comparten.
Nadie se atrevió
Perturbar el sonido del silencio
A eso parece estamos llegando en una dinámica que crece. El mundo de las conversaciones digitales, con todos sus pros y contras.
El mundo digital ha abierto espacios enormes al acceso a la información -buena, mala, cierta o falsa. Ha propiciado transparencia, pero también opacidad y manipulación.
Ha facilitado el acceso de nuevos jugadores en el mundo de la comunicación -buenos, malos y peores. Y también generado opciones de entretenimiento, algunas francamente detestables.
Pero en lo corto, en las relaciones personales está contribuyendo al alejamiento de los cercanos.
Más de uno los hemos sentido -pero también lo hemos hecho: dejamos de oír e interactuar con los cercanos para, en silencio, conversar con los que están lejos.
Hay gente que está hablando sin hablar… que escucha sin escuchar. Que se aísla y pierde el contacto con el entorno inmediato.
¿Vía a un mayor individualismo o una nueva forma de integración comunal despersonalizada, fría?
Mil anécdotas pudieran comentarse al respecto sobre reuniones de amigos, familiares o de compañeros de trabajo, donde todo mundo está pegado al teléfono, hipnotizado por los textos e imágenes en la pantalla de los dispositivos.
Anécdotas que incluyen aquellas en que hay quienes ya se ponen de acuerdo para dejar a un lado los celulares si de veras quieren platicar o convivir.
Ya no es sólo un asunto de jóvenes de las primera y segunda generación de Millenias. Se está extendiendo a todas las generaciones con la misma velocidad con la que crece la disponibilidad a móviles y el acceso a la internet.
Está documentado por INEGI que el año pasado había 70 millones de usuarios de dispositivos móviles y cerca de 75 millones de usuarios de internet.
El acceso democratiza el acceso a las comunicaciones, pero está afectando las interacciones y propiciando un mundo más cargado hacia la virtualidad que a la experiencia cercana.
Hoy, queriendo o no, los padres de niños pequeños están adiestrando a las futuras generaciones en el uso de los móviles al simplemente dejárselos dizque para que se entretengan o jueguen.
Sigue la letra de “El Sonido del Silencio”:
El silencio como un cáncer crece.
Y abunda esa vieja rola sesentera -en una especie de sentido visionario:
“Escucha mis palabras para que pueda enseñarte
Toma mis brazos para que pueda alcanzarte”.
Pero cayeron mis palabras como silenciosas gotas de lluvia.
E hizo eco en los pozos del silencio.
Es una inercia que parece no se detendrá. Es un silencio que se ahondará.
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