La muerte imprevista, el peor dolor para una familia
México,(Notimex).- Una llamada telefónica, un diagnóstico médico o un aviso policiaco, cualquiera de ellos en donde dan la peor de las noticias: !Tu familiar acaba de fallecer! cambia por completo la vida de las personas.
Perder a un ser querido es uno de los capítulos más dolorosos que alguien puede enfrentar, sobre todo cuando se trata de una muerte súbita, es decir, imprevista, la cual puede ser una muerte natural (infarto al miocardio), un accidente o un suicido.
“Al ser humano cuando le avisan de una muerte inesperada vive ciertos procesos, lo primero que es un mecanismo de defensa, es la negación”, señala la Presidente del Instituto Mexicano de Tanatología, Teresita Tinajero.
“Pensé que se trataba de una broma, todo me parecía un sueño y me lo sigue pareciendo, pienso que en cualquier momento aparecerá y todo volverá a ser normal”, platica José Ocampo, quien hace tres meses perdió a su esposa, de 57 años de edad, a causa de un paro cardiorrespiratorio.
Por su parte, el doctor y tanatólogo Felipe Martínez indica que al principio, la persona puede entrar en un estado de shock, no creer lo que ha pasado, lo cual algunos autores denominan incredulidad.
“Mi hermana nos dio la noticia, me quería morir yo también, no lo podía creer y de momento no pude llorar, sentí como un bloqueo muy cañón”, recuerda Isabel de la Rosa como si fuera ayer, pese a que han pasado 10 años de que perdió a su padre a causa de un infarto.
La tanatóloga Teresita Tinajero explica que el tipo de muerte es determinante para saber cómo afrontar el duelo, ya que interviene la edad, el género e incluso la cuestión socioeconómica.
Destaca que el duelo es el sufrimiento y dolor en el alma del deudo, por la muerte del ser amado, y el tiempo en que éste tarda en regresar a la vida cotidiana sin él, lo cual dura alrededor de dos años.
“Vivo con la esperanza de volver a verla, me alimento de los recuerdos que vivimos juntos. Lo único que me mantiene ahora es pensar que tengo una misión que cumplir en esta vida, mis hijos son los que me dan esperanza y fortaleza”, externa José mientras contempla la ofrenda que este año está dedicada a quien fue su pareja durante 33 años.
Después de la negación, las personas pueden pasar a un enojo o rabia por lo que ocurrió, coinciden los tanatólogos, seguido de una etapa de culpa por lo que le pasó a su ser querido.
“Estaba enojada con la vida, odiaba a todo el mundo, en breves momentos parecía que estaba tranquila pero de repente otra vez sentía mucha rabia, tristeza, miedo y desesperación por ver a mi mamá tan mal”, añade Isabel, de 32 años de edad.
El doctor Martínez indica que muchas veces se pasa del enojo a la culpa y viceversa, hasta que viene la parte de la tristeza, también denominada depresión tanatológica, como refiere su colega, lo cual es una sensación terrible.
Finalmente viene la aceptación, expone Teresita Tinajero, aunque advierte que todas estas etapas las viven en orden diferente las personas involucradas con quien falleció.
Agrega que el tiempo que dura cada una de las etapas señaladas depende de la forma en que murió la persona y de la relación que se haya tenido con ella; no obstante, hay quienes no se recuperan.
“Un duelo se vive con cada pérdida que vivimos a lo largo de la vida, tenemos pérdidas significativas, pérdidas naturales y pérdidas que no son naturales”, concluye la especialista.
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