La declinación de José Francisco Chavira Martínez en favor de su tocayo Francisco Javier García Cabeza de Vaca, es una burda maniobra política urdida en su desesperación de impactar entre el electorado indeciso, que es la mayoría.
Pero la sociedad ve con harto desagrado la perversión de ambos. Y, por consiguiente, hoy se muestra más apática que de costumbre ante el proceso.
Es más: ni siquiera le interesa la encuesta más reciente de Consulta Mitofsky por saber que la empresa de Roy Alberto Campos Esquerra, ha errado en varias ocasiones en sus resultados (desde hace dos décadas), como lo ha comprobado metódicamente Manuel Patiño. Un experto de la estadística, demoscopia y cibernética, quien igual ha exhibido ‘la trampa’ utilizada por la firma otrora aliada de Televisa.
Por tanto, ésa unión tiende al fracaso, como la alianza propuesta por el candidato albiceleste a otros de sus pares (antagónicos al tricolor).
Y más cuando son sus propios contendientes quienes la califican de viva voz:
Héctor Martín Garza González (Morena): “No soy palero ni corifeo”
Jorge Osvaldo Valdés Vargas (PRD): “No soy mercenario y sólo haríamos alianza con el PAN si estuviera Carlos Canturosas (Villarreal) de candidato”.
Gustavo Cárdenas Gutiérrez (MC): “No hago alianzas con corruptos, ni con delincuentes”.
Baltazar Manuel Hinojosa Ochoa (PRI-Pvem-Panal): “Se juntó el par de delincuentes. Es la suma del miedo. Uno porque no crece y otro porque se la ha pasado diciendo mentiras”.
Sin embargo, los aliados creen haber hecho lo correcto, aun cuando su unión, a diferencia de las relaciones fértiles, resulte estéril, pese a ser iguales de marrulleros, mentirosos y proclives a la comisión de delitos.
Terror inducido
A través de impactos mediáticos --con los que pretende desacreditar a sus rivales ocasionales--, dejando que crezca el rumor de (él) ya haber pactado en varios municipios con grupos armados (¿acaso para aterrar a los electores?) y recurriendo a cuanta artificio sucio se le ocurre en este proceso, Francisco García busca ‘convencer’ a los electores que aún no han definido su voto.
Incluso, desde el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN, Ricardo Anaya Cortés alias ‘El Cerillo’ se muestra triunfalista cuando asegura que la encuesta de Mitofsky favorece a sus candidatos, con un claro intento: incidir en la decisión poblacional a 19 días de la jornada comicial.
Por si fuera poco, sé que el queretano ya envió a Tamaulipas a sus mejores ‘mapaches’ para operar en la víspera, durante y al cierre de la jornada comicial del próximo cinco de junio, puesto que el grueso de sus candidatos a las alcaldías y diputaciones locales no garantizan el voto ni de sus parejas. Menos de sus amigos ni de sus parentelas.
Y es ahí, precisamente, donde encuentra fundamento el por qué la dupla Anaya-García sufre estado de tensión o agitación que obnubila sus mentes, agita su respiración y hasta les provoca paranoia, por saber que los comicios ya están a la vuelta de la esquina.
Por eso no me extraña el pronunciamiento triunfalista de Ricardo. Ni la truculenta sociedad entre los Panchos.
Y menos cuando aprecio que los tres ya empiezan a dar patadas de ahogado.
Tampoco me extraña que sus mejores ‘mapaches’ estén al acecho.
Y hasta eso, ‘importados’ de Querétaro y Nuevo León.
Por tanto, ante la embestida de cornúpetas abueyados –en términos de la tauromaquia así se les dice a las reses con astas alargadas--, es necesario dejar en claro que en Tamaulipas son sus propios ciudadanos quienes decidirán la elección.
Y no la gente venida de otras latitudes, que tratan de engañar a los ciudadanos al decir que en sus manos tienen sondeos de opinión que favorecen al PAN, con el malsano afán de cooptar votos o ahuyentarlos, según sea el caso que se presente en la contienda gubernamental y los procesos de cada uno de los municipios y/o los distritos electorales.
Tan es así que la percepción ciudadana discrepa de las estadísticas ofrecidas por Francisco y Acción Nacional, pues ninguna de esas partes ha exhibido documentos convincentes que avalen sus dichos.
Sobre todo porque las encuestas, se ha comprobado, alteran los resultados a capricho de sus clientes ocasionales, en su encomienda de inducir el voto a favor o en contra de actores predeterminados.
Respeto necesario
Sólo en tres de los diez municipios con mayor densidad poblacional se han desarrollado debates entre candidatos a alcaldes, aun cuando se supone que la confrontación de ideas le da mayor seriedad a la justa.
Sin embargo, de buena fuente sé que hay abanderados priistas y de oposición que rehusaron medirse con sus adversarios públicamente.
Eso me lleva a dejar en claro que si ellos no quisieron debatir, están en su pleno derecho, pues lo más importante ahora es ir al encuentro de la sociedad y escucharla, atenderla, analizar su postura… lo que de ningún modo les cancela obligación de mostrar en público su proyecto.
Por tanto, no basta con privilegiar la cultura del engomado, los mensajes cortos en medios electrónicos o andar como saltimbanquis haciendo creer que están en campaña profunda.
Igual sería suicida soslayar el hecho de que las estructuras partidistas que soportan a los contendientes son bastante limitadas, bajas en mística y viciadas, merced a la contaminación pragmática que les endilgan los sistemas de control institucional.
Nadie en su sano juicio puede ignorar que, en conjunto, los individuos que deciden pertenecer a un partido político con dificultad llegan al 10 por ciento del padrón electoral.
Ello significa que el grueso de las personas en edad de votar no han encontrado la suficiente motivación para expresar su pertenencia hacia un membrete de los que ahora toman parte en el proceso electoral de este 2016.
La experiencia también señala que las tendencias que permanecen latentes e inactivas, una vez que palpan la mentira y el engaño o la seriedad y justeza de las propuestas, salen de la pasividad e imponen su voluntad en las urnas.
De ahí que advierta: aún es tiempo de que los candidatos eleven la mira y expresen con claridad cómo, cuándo y dónde piensan transformar la problemática actual.
Ellos tienen la palabra y la obligación de hacerlo.
No hay de otra. Y menos si juegan a convencer y ganar.
Por eso insisto en que el triunfalismo, la perversión, el sectarismo y las bravuconadas, así como la tentación a manipular el voto, deben quedar al margen en la contienda, puesto que la sociedad más que pan y circo lo que merece es, precisamente, respeto.
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