La otra mitad
En el contexto del día internacional de la mujer, les invito a reflexionar que el machismo y la discriminación, en específico contra la mujer, han oscurecido la historia de la humanidad. No son consecuencia del azar ni de una ley natural, sino de construcciones sociales impuestas y perpetuadas durante milenios. Estas estructuras culturales han centrado el poder en torno a la masculinidad, relegando a las mujeres a los márgenes de la historia, la política, la economía y el conocimiento.
Desde la antigüedad, el destino de la mujer ha sido trazado por quienes decidieron que su lugar era la obediencia. Platón vislumbró la posibilidad de que mujeres y hombres compartieran la educación y el liderazgo, pero Aristóteles, con una influencia mucho más duradera, afirmó que la mujer era un ser incompleto, una versión menor del hombre. Su visión definió la percepción occidental de la feminidad durante siglos, reforzada por la teología cristiana que la pintó como pecadora, tentadora, subordinada. Tomás de Aquino la ubicó en el hogar, lejos de la razón y la vida pública. Durante la Ilustración, pensadores como Rousseau defendieron la libertad, pero solo para los hombres: la mujer debía ser educada para servir.
Las religiones, las leyes, los sistemas económicos y las tradiciones han sostenido la idea de que la mujer es un ser secundario, hecho para acompañar, cuidar y callar. La economía consolidó esta estructura: cuando la riqueza dependía de la fuerza física, la mujer fue apartada del trabajo productivo. Con la llegada del capitalismo, se le asignó un papel en la casa, reducida a ser esposa y madre, sin independencia económica ni derechos sobre su propio cuerpo. En muchos lugares del mundo, esa realidad ha cambiado poco.
México es un reflejo de este problema global. La tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral al cierre de 2024 se ubicó en 46.1%, lo que significa que menos de la mitad de las mujeres en edad laboral tienen un empleo remunerado. Esta tasa se ha mantenido estancada en las últimas dos décadas, lo que muestra que la incorporación de las mujeres al mercado laboral sigue encontrando obstáculos. Comparada con la tasa de participación de los hombres, que es del 77%, se observa una brecha de género significativa. Gran parte de estas diferencias se explican por la alta demanda de cuidados y trabajo del hogar que, por roles de género, las mujeres absorben desproporcionadamente, lo que impide mantener ocupaciones remuneradas.
Otra de las problemáticas que persisten en México son las diferencias geográficas. Las mujeres tienen accesos desiguales a sus derechos en cada entidad del país. Por ejemplo, al corte de 2024, Baja California Sur presentó una tasa de participación de mujeres del 58%, la más alta de los 32 estados, y casi el doble que la del estado con la más baja: Chiapas, con una tasa del 30%. Otras entidades con mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo remunerado son Colima, la Ciudad de México, Nayarit y Yucatán.
Las mujeres además, destinan casi tres veces más tiempo al trabajo doméstico y de cuidados que sus pares hombres en México. No solo las mujeres que se dedican al hogar exclusivamente, también las que trabajan fuera de sus casas. Y, aunque estas actividades realizadas en su mayoría por mujeres no se pagan, sí tienen un valor de mercado. De acuerdo con estimaciones de la Cuenta Satélite de Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, todo el trabajo doméstico y de cuidados del 2023 es equivalente al 26% del PIB nacional de dicho año. De este valor económico, las mujeres generan 2.5 veces más que los hombres. No solo porque invierten más de su tiempo a este trabajo, también porque realizan casi en totalidad las tareas de mayor valor como la preparación de alimentos, el cuidado de la ropa o el cuidado de niñas, adultos mayores o personas enfermas. Si el trabajo doméstico y de cuidados fuera pagado a las mujeres en México, se estima que cada una recibiría en promedio 7,247 pesos mexicanos cada mes.
En el ámbito empresarial, las mujeres emprenden casi con la misma fuerza que los hombres, pero encuentran más barreras para formalizar, mantener y hacer crecer sus negocios y empresas. Si se contempla a los trabajadores independientes en México, se observa que las mujeres representan el 43% del total, mientras que los hombres el 57% restante. Lo que refleja casi una paridad de género entre los negocios autónomos. Sin embargo, si se considera a los emprendedores que han crecido y tienen oportunidad de emplear a otras personas, la representación de mujeres cae de manera importante: solo 24% del total son mujeres. Esta situación refleja que gran parte de los emprendimientos de las mujeres se quedan como autoproducción y no logran despegar. La falta de información, un menor acceso al crédito y menores ingresos podrían ser algunos de los factores.
En cuanto a la pobreza, las desigualdades de género en todos los aspectos de la vida pública y privada producen que las mujeres, en promedio, tengan ingresos significativamente más bajos que los hombres y un menor acceso a derechos sociales. Esto provoca que persista una cifra alta de mujeres en algún grado de pobreza. De acuerdo con cifras del Coneval, al cierre del 2022, el 36% de las mujeres se encontraba en algún grado de pobreza. Aunque estos niveles han bajado considerablemente si se compara con años previos, todavía es una cifra alarmante, que refleja que una parte importante de las niñas, adolescentes y mujeres adultas tiene problemas para costear la canasta básica.
Pero la historia también ha sido testigo de su resistencia, de su determinación por ocupar los espacios que les fueron negados durante siglos. Lo han hecho por talento, por esfuerzo, por una inteligencia que nunca necesitó permiso para existir. Han llegado al poder político, a los grandes laboratorios, a las direcciones de las empresas más importantes del mundo, al espacio, a las artes, a la filosofía, al conocimiento más profundo sobre el universo. En la ciencia, mujeres como Marie Curie, Rosalind Franklin o Margarita Salas cambiaron el mundo con sus descubrimientos. En la política, Angela Merkel dirigió Alemania con mano firme durante más de una década y Sanna Marin llegó a gobernar Finlandia con una visión progresista. En la economía, mujeres lideran empresas multinacionales y fondos de inversión que mueven la economía global.
El machismo es un problema de todos. Más que una batalla entre sexos, es una lucha entre el pasado y el futuro. En países como Islandia, Noruega y España, la igualdad de género se ha convertido en una prioridad de Estado con políticas estrictas que han demostrado su efectividad. Islandia ha reducido la brecha salarial con leyes de transparencia y equilibrio en las juntas directivas. Noruega ha impuesto cuotas de género en empresas y gobiernos para garantizar la representación de mujeres en puestos de poder. España ha implementado mecanismos de protección inmediata contra la violencia de género, con tribunales especializados y sanciones severas para los agresores.
Jean-Paul Sartre decía que estamos condenados a la libertad. En esa condena se encuentra la responsabilidad de decidir qué hacer con nuestra existencia. Elegir la equidad es un acto de justicia. Implica enseñar a las niñas que pueden ser lo que deseen sin pedir permiso y a los niños que el poder es una responsabilidad compartida. Implica construir sociedades donde las mujeres caminen sin miedo, donde sean valoradas por su talento, donde cada persona reciba lo que merece por su capacidad, sin distinciones arbitrarias.
Si un padre le lee esto a su hija, que le diga que puede llegar hasta donde su inteligencia y determinación la lleven. Si una madre se lo lee a su hijo, que le enseñe que la grandeza se mide en respeto. La humanidad se encuentra en un punto de inflexión: puede continuar cargando con la injusticia de siglos o puede dar el paso definitivo hacia la equidad. En algunas partes del mundo, las mujeres ya han conquistado la libertad para ser lo que deseen. En otras, aún se lucha, entonces luchemos o al menos respetemos la lucha.
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David Vallejo
Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.
Además esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.
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