Mamá María
Mi madre María hace muchos años estuvo estudiando enfermería en Ciudad Mante, Tamaulipas; lamentablemente no pudo concluir sus estudios debido a que a mi padre lo tuvieron que cambiar de lugar de residencia en su trabajo. Mis padres se habían puesto de acuerdo para que mi madre pudiera estudiar por las mañanas, con todo y que ya nos tenía a nosotros, sus cinco hijos. ¿Cómo había convencido mi madre a mi padre para que le permitiera estudiar, siendo que él era un hombre posesivo y celoso? Nunca se lo he preguntado.
Vagamente recuerdo que mi madre en una ocasión me llevó a la escuela donde estaba realizando prácticas. En esa escuela que le daba un parecido a la Casa del Arte de esta ciudad, había un salón donde enseñaban música. Mi madre pensó en dejarme en ese salón mientras ella estudiaba, habló con el maestro quien no tuvo ningún problema en que yo estuviera por un par de horas aprendiendo a tocar la flauta.
En ese momento en que me quedé, pude ver algunos niños y niñas quienes ya estaban en un nivel avanzado y tocaban otros tipos de instrumentos, menos la flauta.
Por ese tiempo tenía como cinco años de edad. No iba a estar en la escuela de música para siempre, sino solo por un par de horas, en lo que salía mi madre de hacer sus prácticas. No estuve ni diez minutos tocando la flauta cuando se me ocurrió echarle mentiras al maestro, le dije que si me daba permiso de ir al baño porque ya no aguantaba las ganas. El maestro me dijo que sí, pero que no me tardara mucho.
En realidad, lo que hice fue buscar a mi madre, porque creí que se iba a olvidar de mí. A una señora que iba pasando por el pasillo le pregunté que si conocía a mi madre; ella me preguntó que cómo se llamaba y en dónde trabajaba. No recuerdo que fue lo que le expliqué que me llevó hasta donde se encontraba ella.
De los poquitos conocimientos que se le quedaron a mi madre de esas prácticas, porque como he dicho, no pudo terminar de estudiar, fue el hecho de haber aprendido a inyectar. Aunque a ella le hubiera gustado terminar la enfermería, quiso su destino que se interesa después por hacerle a la curandera, ya que de madre y abuela había aprendido a usar algunas plantas curativas para ciertos tipos de malestares, como empacho, tos, gripa o calentura.
Esas prácticas las empleó con nosotros sus hijos mientras éramos unos niños, y las sigue empleando de vez en cuando ahora que somos adultos. Hace apenas unos días mi sobrino David, quien ya tiene sus veintidós años de edad, tuvo que recurrir al apoyo de mi madre para que lo inyectara. Mi sobrino se sentía muy mal de la gripa y calentura por lo que ya había ido a consultar con un doctor quien le recetó cierto medicamento, entre eso estaba ponerse una inyección.
Mi madre preparó lo necesario y le dijo a mi sobrino: "Órale, ya está lista la jeringa". Al día siguiente de haber inyectado a mi sobrino, mi madre comenzó a sentirse con calentura y gripa. Nosotros llegamos a pensar que ella se había infectado por el virus que traía mi sobrino.
Por la noche la salud de mi madre empeoró, tenía una tos seca, y escurrimiento nasal. No quiso comer ni cenar nada. Mi hermana Estefanía tomó la iniciativa de consultar con un médico para ver qué le podía recetar a nuestra madre, ya que ella no quiso que la lleváramos al doctor. Mi hermana llegó con medicamento y un nebulizador.
Le pregunté a mi madre al día siguiente, por la mañana, si quería que le comprara frutas para que comiera algo. Mi madre me encargó unas peras.
Las muestras de afecto hacia ella no se hicieron esperar, porque mis dos hermanas Estefanía y Marichelo, junto conmigo, estuvimos con nuestra madre en esas dos noches en que ella se sentía morir. Mi otro hermano Ernesto, quien reside fuera de la ciudad, estuvo realizando llamadas para informarse cómo seguía la salud de ella.
Al tercer día mi madre ya se estaba recuperando de su salud. Por fin se pudo levantar por cuenta propia. Fue una experiencia maravillosa el hecho de cuidar de ella. A veces conversamos entre hermanos para saber cómo le vamos a hacer cuando nuestra madre tenga una edad en la que ya no pueda valerse por sí misma. Las conclusiones son las mismas: hay que apoyarla mientras esté con nosotros, después ya Dios dirá.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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