El amor filial
Hoy se conmemora el día de los fieles difuntos, de los muertitos, y los panteones mexicanos se llenan de gente, entiéndase familiares, que acuden a dejar flores, a recordar a su familiar. El día de muertos se festeja, por el recuerdo y en algunos casos, me ha tocado observar en los panteones hasta música y una verdadera fiesta. Al menos una vez lo observe en el panteón de Tula, cuando era parte de un curso de fotografía. Ayer viernes fui al panteón, acompañé a mi esposa, a poner flores a sus padres e hice un recorrido por las distintas tumbas.
Observe, por decir, que hay tumbas que recibieron atención: las arreglaron, quitaron la maleza, las limpiaron de los efectos del tiempo, les pusieron arreglos flores. Se nota, pues, que al familiar falleció lo recuerdan; vi otras, no tan limpias, y unas más en pleno abandono, como si nadie acudiera a visitar al familiar ahí sepultado. Y en estos contrastes es cuando, sin querer queriendo, uno tiene que pensar en el amor filial, el que nace por la genética y ser parte de una familia.
RECORDAR ES VIVIR.
Bien lo dicen, recordar es vivir. Si aplicamos esta premisa, luego entonces, quienes acuden al panteón, que le llevan flores al familiar fallecido, significa que para ellos fue un ser querido, que ir a visitarlo es la oportunidad de recordar todo aquello que, en vida, vivió y compartió con sus familiares y amigos. Mas de uno de mis amigos, día con día, dan muestras de recordar a su padre, a su madre, a sus hermanos. Incluso, en una ocasión, me tocó ver como ante la tumba de un amigo una persona no pudo ocultar su llanto y expreso: fue un buen hombre, excelente amigo, buen padre, esposo.
En mi familia a la fecha solo han fallecido dos personas: mi padre, que nació en 1935 y mi hermano, que nació en 1957, dos años después de mí. Mi padre tendría en estos momentos 89 años en tanto que mi hermano 67. Mi padre falleció por una afección cardiaca, incluso en el 2000 fue operado del corazón y el cirujano le pronostico mínimo 20 años más, si se cuida le dijo. Dejó de fumar, se tomaba de vez en cuando una cheve o un tequila, y vivió 21 años más. En el caso de mi hermano (por cierto, compartían el mismo nombre: Erasmo) fue una víctima del Covid-19.
HOMBRE DEL CAMPO.
Fue mi padre un hombre del campo. Las herramientas del campo las manejo con destreza; durante muchos años trabajo la tierra, la prepara, sembraba y la piscaba. En otro tiempo se fue de jornalero a Mante; aquí en Victoria cuando yo y mis hermanos ya estábamos en la escuela trabajo en la construcción, un tiempo fue jardinero en el gobierno estatal. Pero el, siempre, jaló para el ejido. Su mejor herencia fue el ejemplo de trabajo: nunca rendirse, trabajar de sol a sol, desde que amanecía hasta que oscurecía.
Mi hermano, mejor conocido como el pez, fue un profesional que ejerció su carrera de agronomía, se caracterizó por ser siempre hiperactivo organizando equipos de softbol. Le gustaba ser el pitcher y ganó trofeos. En fin, en las reuniones familiares, era de los más alegres; cuando había fara fara, siempre le gustaba tomar el acordeón e imaginarse que era parte de un grupo musical. En fin, trabajaba en el sector salud y en un principio le dieron libre por los riesgos de su edad; pero luego los llamaron, que era necesario que trabajaran, y se asume que ahí, en el trabajo, en una clínica se contagió y falleció en el hospital.
NO QUIERO FLORES.
Hace poco falleció una compañera de la generación de secundaria. En los servicios fúnebres, una compañera me dice: “Meli, yo no quiero flores el día de funeral, si acaso el ramo que se coloca encima del féretro”. Y me explica: las flores que alegran la vida, por eso, deben darse en vida y no después, cuando ya no puede uno apreciar su belleza ni disfrutar su esencia, su perfume”. Por cierto, el fallecimiento de nuestra compañera fue inesperado: recibía un tratamiento médico y se le veía entusiasta, alegre, con la idea de que pronto estaría a plenitud de su salud. El Creador, en fin, tenía para ella, otros planes.
Ana María Rabatte, poeta, escribió un texto muy elocuente: Se llama, “En Vida, hermano, en vida”. Y dice así:
Si quieres hacer feliz,
a alguien que quieres mucho,
díselo hoy, sé muy bueno ...
en vida, hermano, en vida.
Si deseas dar una flor
no esperes a que se mueran,
mándala hoy con amor ...
en vida, hermano, en vida.
Si deseas decir: “Te quiero”
a la gente de tu casa,
al amigo cerca o lejos ...
en vida, hermano, en vida.
Tú serás muy, muy feliz,
sí aprendes a hacer felices,
a todos los que conozcas ...
en vida, hermano, en vida.
Nunca visites panteones,
ni llenes de tumbas flores,
llena de amor corazones ...
en vida, hermano, en vida.
Melitón Guevara Castillo
Licenciado en Administración Pública (UAT), Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).
Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).
Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.
Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.
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