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La cita de la 1:30 P.M

Por: Ricardo Hernández El Día Jueves 31 de Octubre del 2024 a las 10:36

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No hacía mucho tiempo en que me habían entregado de la imprenta unos folletos que había mandado a imprimir. Se trataba de una guía práctica que había escrito la cual contenía información sobre precios y cotizaciones para un libro o folleto.

La fecha que trae ese documento es del mes de abril del 2024. Me pareció importante haberlo terminado de redactar e imprimir para podérselo vender a las personas que no tienen idea de cómo hacerle para configurar un documento en Word, en formato media carta, con el propósito de escribir un libro.

Margarita, la encargada de la imprenta, me había hecho una observación: “Oye Ricardo, ¿por qué en color rosa?” Margarita se refería a la portada del folleto que contenía veinte páginas. No era todo en rosa, sino solo la mitad porque la otra parte llevaba color blanco con el título en letras negras. Por otro lado, ella no le llama folleto sino libro cuya portada y contraportada se había impreso en papel cuché de 250 gramos con plastificado brillante. En eso tenía razón Margarita, el folleto se veía como un libro.

El comentario de la encargada de la imprenta me dejó un poco pensativo: ¿Cómo que por qué en color rosa?

La verdad es que ya había experimentado otros colores para portadas, el rosa es el único que no se me había ocurrido usar; aparte, no se veía mal la portada con ese color, por eso así la dejé. Mandé a imprimir pocos ejemplares, por cierto, un amigo me compró uno para regalárselo a su mamá quien estaba entusiasmada escribiendo su historia de vida, según me platicó él.

Durante un par de días estuve pensando en el color rosa que llevaba la portada del folleto, aunque la conclusión fue la misma: ¡se veía excelente!

Antes de andar por la calle tratando de vender mis folletos, pasé por la mañana a tomarme un café en el restaurante del Hotel Sierra Gorda. La mesa estaba llena, no había caras nuevas sino las mismas que ya conocíamos, entre ellas se encontraba Alberto, era un hombre delgado y simpático. Acercó la silla hasta donde me encontraba yo para decirme en voz baja que si nos podíamos ver ahí mismo al día siguiente, a la una y media de la tarde, ya que unas personas estaban interesadas en que les escribiera un libro.

Le respondí que sí sin hacerle preguntas obvias como quiénes son esas personas, por qué a la una y media. Al día siguiente la mañana se me había pasado rápido. A mediodía un amigo me invitó a comer en un restaurante de mariscos. Pedí una sopa de mariscos la cual me la comí casi a fuerza, tenía un sabor desagradable que me hacía pensar en agua de río. Mi amigo se había dado cuenta, por eso me preguntó: “Qué Richard, ¿por qué le haces gestos a la sopa?”.

Cuando terminamos de comer mi amigo me dijo que se iba a ocupar en otros asuntos. Una vez que nos despedimos me fui caminando hasta llegar a la plaza que se encuentra frente al Hotel Sierra Gorda, en eso miré hacia el hotel ¡y me acordé en ese preciso momento que tenía una cita a la 1:30 P.M. y la hora en el teléfono marcaba la 1:35 P.M.! Corrí apresurado hacia el hotel y entré al restaurante.

Ahí se encontraba Alberto, estaba acompañado por dos personas; una de ellas era un adulto mayor, venía con un señor que no rebasaba los cincuenta años de edad.

Cuando Alberto me vio entrar inmediatamente escuché que dijo: “Aquí viene la persona de la que les hablé”, los tres se me quedaron viendo por un breve instante. El señor me dijo su nombre completo, enseguida nos comentó que era médico cirujano jubilado; la otra persona que lo acompañaba era su asistente. Pedí al mesero que me sirviera un café; al médico le habían servido una taza de té; Alberto y la otra persona prefirieron tomar un vaso de agua de limón.

Luego de haberles explicado cómo podíamos trabajar en la redacción del libro, el médico sugirió que fuera en su casa el lugar para vernos, sobre todo por una razón especial: no podía caminar muy bien debido a su edad.

Pusimos manos a la obra; el médico comenzó a dictarme sus vivencias y yo, atento a lo que él decía, empecé a escribir en la computadora.

 

 

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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