Una noche, hace más de 9 mil, Joaquín Sabina comenzó a contar la vida en madrugadas. Y resultó que, al caer el sol, en Tirso Molina la melancolía se celebraba y se plasmaba en el papel a través de escenas de calle, de alcoba o de bar, con un realismo que hubiese llamado la atención de Balzac y una hipérbole que podría beber de aquella que escribió una vez Miguel Hernández: “No hay extensión más grande que mi herida”.

Pero Sabina de decidió cantarle al dolor con los ojos risueños, con la lucidez que miran los gatos cuando las luces se apagan. Y así, siguiendo solo su instinto, alumbró un puñado de versos musicados que dieron forma a su disco más popular, “19 días y 500 noches”. El número 12, el qué cambio su vida y la de muchos de nosotros al escucharlo.

“Lo nuestro duró / lo que duran dos peces de hielo / en un whisky on the rocks”. Una canción que empieza con estos versos, según Miguel Ríos debe considerarse una obra maestra. Una metáfora de lo efímero que se convierte en una imagen inmortal. Tres versos que concentran el ingenio que hay en la mirada de su autor, capaz de situarnos en un espacio y en un instante emocional de un puñetazo. Algo así nos ocurre a quienes quedamos impactados por este disco, como si fuese nuestra vida la que se estuviera contando.

Es un relato poético y crudo sobre el desamor y la ruptura, que describe la historia de un hombre que ha sido abandonado por su amada y cómo este evento lo sumerge en un periodo de autodestrucción y reflexión. La metáfora inicial de “dos peces de hielo en un whisky on the rocks” ilustra la fragilidad y la efímera duración de su relación amorosa que se disuelve tan rápido como hielo en el alcohol.

En cierta medida para los contemporáneos de la época ese disco nos dio fuerza y esperanza durante tiempos inciertos y duros. Veinticinco años después sigue siendo un disco de referencia a todos los niveles. Y creo que seguirá siendo en posteriores fechas señaladas en cifra redonda. 500 noches no fueron suficientes para aprender a olvidarme de este disco. Por lo que a mí respecta, ni 500 años lo serían, de eso estoy seguro.

¿Quién no se sabe, sino la canción entera, al menos algunos de los magníficos versos que componen la misma? ¿Quién no la ha cantado en un karaoke, en la ducha o durante una crisis amorosa?

Joaquín Sabina nos dio la medida exacta del desamor, el tiempo que determina el que un corazón sane la herida de un abandono, y lo hizo con los compases de uno de sus temas más icónicos "19 días y 500 noches".

Sabina es impredecible o sencillamente un irresponsable con muchos momentos de sensatez. No va por el mundo proclamando qué es lo qué está bien, eso es lo que lo hace un trovador divertido. La moral no es un problema en blanco y negro, para este sobreviviente de los excesos.

En el arte de reinventarse y seguir en lo mismo, nadie le gana a Joaquín Sabina. El sabe como ir hacia adelante sin mirar al frente y sin salirse de su camino.

Hoy a 9,148 días de “19 días y 500 noches” Sabina nos enseño que “quien está preparado en la vida como en el amor amortigua mejor los golpes”.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.