Como marca, Movimiento Regeneración Nacional (morena) mantiene altos niveles de aceptación ciudadana, así como el proyecto de la mentada ‘4T’, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Pero esa aceptación no la tienen sus aspirantes a las diputaciones federales, locales y ayuntamientos que corresponden a esta entidad.

Y menos cuando muchos serían impuestos por su majestad, ‘el dedo’, a cambio de cifras millonarias entregadas a Mario Martín Delgado Carrillo, su dirigente nacional, o, a trasmano, como tanto se ha denunciado.

Lo cierto es que los morenistas de pura cepa andan decepcionados. E incluso acá en Tamaulipas el partido guinda junto a sus socios ocasionales corren el riesgo de no alcanzar su objetivo: las 8 diputaciones federales, 36 locales y los 43 ayuntamientos.

Por tres razones simples:

1) La imposición que habría de candidatos;

2) La falta de liderazgo partidista estatal como nacional; y

3) La mescolanza partidista en las fórmulas.

Un claro ejemplo se da aquí en Ciudad Victoria, cabecera del V distrito federal, de los distritos XIV y XV locales y sede del ayuntamiento local, ya que los aspirantes lucen distanciados.

Usted seguramente ya habrá notado que:

1) Eduardo Abraham Gattás Báez mantiene alta popularidad entre los ciudadanos del municipio, lo que le permite acrecentar y afirmar su propósito reeleccionista;

2) Cosa que no han logrado los diputados de morena en el Congreso estatal (José Braña Mojica y Juan Vital Román Martínez);

3) Y menos cuando las dirigencias y estructuras de los partidos del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM) juegan a las pegadas y abonan solamente cuando les conviene.

Así que cada uno de los individuos hace campaña por sí mismo, sin al menos aparentar que quieren trabajar en equipo.

‘Lalo’, por su parte, hace lo que le corresponde para acrecentar sus bonos.

Lamentablemente, tampoco asoma una contienda interna que resulte limpia ni propositiva, pues las descalificaciones están de moda.

Atrás quedaron la urbanidad, la civilidad política y hasta el respeto a la vida privada, que otrora fueron prácticas entre los contendientes.

Y es que ahora todos están ocupados en propinarle a sus adversarios golpes bajos, zancadillas y piquetes de ojos. Ahora cada aspirante ataca a sus oponentes exhibiendo supuestos y/o ‘pruebas’ para deslegitimizarlos, aunque desde el anonimato o tras bambalinas.

‘Encuestitis’

En los dos últimos meses el país entero ha sufrido la invasión de algunas empresas encuestadoras que, de una u otra forma, pretenden influir en la sucesión presidencial, los procesos federales para elegir senadores y diputados, congresos estatales y ayuntamientos --quizá ‘instruidas’ por sus contratantes o tal vez con el ánimo de generar confusión entre los ciudadanos--, sin que nadie atine a explicar de dónde salen los recursos para contratarlas.

Hasta donde entiendo, las encuestas deben ser tomadas en cuenta para medir las preferencias sobre un artículo, persona o tema específico, por ser parte indisoluble de la mercadotecnia orientada a su venta –claro que siempre y cuando se hagan con el profesionalismo requerido--, pero aquí se da el caso de que los muestreos de opinión pretenden utilizarse para distraer la atención y cuidar el objetivo de fondo.

En un estudio riguroso de los procesos y las tendencias sociales, las encuestas podrían ser un instrumento muy valioso a condición de que se realicen con metodología científica, pero en el caso que nos ocupa su excesivo manejo echa por tierra la objetividad e imparcialidad, al tiempo que las deslegitiman y causan desconfianza entre sus receptores.

Como ‘beneficiarios’ o víctimas de la cascada de encuestas –ahora se le llama a este fenómeno ‘la encuestitis’--, surgen todos los precandidatos (presidenciales, al Congreso de la Unión, diputados locales y ayuntamientos) de las coaliciones ‘Seguimos haciendo historia’ y ‘Fuerza y corazón por México’, así como de Movimiento Ciudadano (MC) que las encabezan, aunque el ciudadano común muestra indiferencia ante sus resultados, mientras la clase política llega el hartazgo y en lugar de darles crédito empieza a pitorrearse de ellas.

No obstante, y en menoscabo de los membretes que aparentemente dan la cara, debo reconocer que algunos sondeos sí reflejan el sentir ciudadano.

Menospreciar todos los resultados sería una acción irresponsable, por ser (casi) copia fiel de lo que se palpa, se ve, se escucha todos los días sobre la elección concurrente.

En fin, las encuestas son, ahora, el pan nuestro de cada día de los aspirantes a cargos de elección popular.

Correo: jusam_gg@hotmail.com

Juan Sánchez Mendoza

Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.