Proceso viciado
Hay políticos inmersos en este proceso electoral que, irresponsablemente, juegan con un barril de pólvora, merced a su codicia y los medios de que se valen para tratar de alcanzar o retener el poder por el poder mismo.
Y eso pone en peligro no sólo la justa, sino también la estabilidad de la nación.
Sobre todo, porque la descomposición sociopolítica no aminora.
Por el contrario, aumenta en intensidad y frecuencia conforme se acerca el inicio de las campañas formales (marzo 1).
Tanto como esa terquedad de querer resolver las diferencias por el camino de la calumnia y la confrontación, como se vio durante la etapa de precampañas.
Cotidianamente aparecen en el escenario político batallas campales, bataholas, refriegas y riñas callejeras, donde participan la mayoría de los actores que detentan el poder o aspiran a éste, amparados en su dizque militancia partidista.
Las mujeres y los hombres de conciencia buena que enarbolan un noble ideal, por su parte, son cooptados por intereses facciosos que a toda costa tratar de asumir el control ciudadano, en claro atentado contra el pueblo que es ajeno a tanta tenebrosidad.
De esta forma los grupos de interés pervierten la política --más cada día--; y hoy cualquier manifestación ciudadana es reprimida, con el viejo rollo de que sin partidos ninguna demanda podría ser atendida –pese a las candidaturas independientes--, lo que en realidad significa que los procesos electorales se han convertido en instrumentos de dominio e imposición, pues se insiste en aplicar la receta maquiavélica de que el fin justifica los medios.
Los conceptos de armonía y unidad no pasan de ser retórica barata para los políticos –usted lo ha visto--, mientras que la moral se convierte en algo raro y fuera de moda, ya que la hipocresía y el cinismo son ahora los principios con que se manejan quienes buscan el poder.
Actores inhumanos
La expresión concreta de la lucha intestina que se libra a lo largo y ancho del país, retrata a los políticos de cuerpo entero. Los exhibe como entes cargados de vicios e imperfecciones, enfermos de poder, deshumanizados.
A diario somos testigos (cercanos o lejanos) del surgimiento de nuevas confrontaciones entre la clase política en su búsqueda de trepar el andamiaje estructural de dominación, sin que nada les importe lo que ocurre abajo, donde está el pueblo, que a su modo busca se le tome en cuenta.
Prueba de ello es que entre los candidatos presidenciales subyacen posturas encontradas que, al paso del tiempo, se vuelven fundamentalistas sin que exista poder humano que logre conciliarlas; o al menos procurar el diálogo en aras de que aminoren de cara a la sociedad.
Entonces, tenemos que el desacuerdo, la descalificación y la estéril confrontación seguirían brotando por doquier.
Hostilidad doméstica
Sobre los procesos para renovar los ayuntamientos y el Congreso local hay ejemplos excelsos y potenciales escenarios que en lo cortito ya dan mucho de qué hablar.
Por eso desde ahora le puedo adelantar que la contienda por los 43 ayuntamientos y las 22 curules de mayoría relativa, serán una verdadera cena de negros, ya que sin todavía iniciar las campañas los dirigentes partidistas y los candidatos (aún sin estar legítimamente registrados) han empezado a soltar la lengua a diestra y siniestra, sin el menor ánimo de respetar al adversario o generar un clima propicio para que el ciudadano se exprese en las urnas como le venga en gana.
Es decir, sin presiones, la compra de voluntades ni amenazas de por medio.
Un claro ejemplo es que los políticos avivan el fuego a la menor provocación, o sin que exista reto, vertiendo declaraciones y juicios cargados de perversidad.
Nada está dado
La apreciación (harto limitada) de algunos encargados de la imagen y del manejo informativo de los aún precandidatos, podría incidir negativamente contra éstos, pues no se han dado cuenta de que acercándose a la prensa podrían lograr un mejor posicionamiento.
Por eso algunos precandidatos deben estimar sacudirse la nefasta influencia de supuestos comunicólogos. Y/o hacerlos cumplir cabalmente su trabajo.
Es que hoy, como nunca, nada está dado.
Menos cuando las preferencias ciudadanas cambian a diario.
De tal modo que un titubeo o una mala decisión podrían abonar el camino hacia la pérdida de imagen y credibilidad; o, en el menor de los casos, restarle imagen tanto al partido, coalición y los mismos precandidatos.
Correo: jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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