Muertos en vida
El 2 de noviembre se conmemora o celebra el Día de los Muertos. Es la ocasión propicia para recordar a quienes, familiares y amigos, se nos adelantaron en el viaje el Eterno Oriente; en mi caso, mi señor padre y mi hermano menor, este víctima del covid-19. La cuestión es que, este día, es emblemático de la vida… a nuestros familiares, en esencia, los recordamos de siempre: los recuerdan el valor de la vida y por lo cual, día tras día, debemos de cuidarla.
El día sirve para a lo largo y ancho del país los panteones se llenen de gente, de familiares, que acuden al lugar físico donde está depositado el cuerpo del ser amado o querido. No en todos los lugares la celebración es igual; me toco, hace tiempo, acudir al panteón de Tula: me sorprendí al ver cómo, en una u otra tumba, había músicos, asadores, casi una fiesta. Creo que así es como debemos recordar a quienes se nos adelantaron en esta vida.
MUERTOS EN VIDA.
En más de una ocasión, en reuniones familiares o amigos, he escuchado la expresión: “muerto en vida”, la expresan para referirse a alguien, familiar, amigo o conocido. Y siempre la explicación es la misma: muere en vida quien se olvida de lo que sucede a su lado, de sus necesidades vitales y de la importancia de ir, siempre, caminando al lado de alguien, con quien se comparten momentos de la vida. Hace poco, por ejemplo, escuche a un amigo: “Ya no me complace hacer ejercicio” y las consecuencias se notan, se observan, en su cara, en su cuerpo, incluso en su ánimo.
“Como que no quiere vivir más”, me dijo en otro momento un amigo, cuya hermana fue mi compañera de la secundaria. Lo entreviste para invitarla a una reunión anual y me explico: desde que se jubiló, se la pasa encerrada, muchas veces ni contesta el teléfono, no sale para nada, no se reúne con sus amigas ni compañeras. No habla con nadie, bueno si, algunas veces con su hijo”. Al igual que ella, otras personas se comportan igual… quizá por eso, hay quienes, en serio, no se quieren jubilar: “encerrado me voy a morir”, justifico un amigo.
POLITICOS MUERTOS.
Hay otras personas que, de pronto, parecen que mueren. Hace tiempo una amiga ocupo un cargo relevante en gobierno: al relevo, pensó que, por su excelente trabajo, le volverían a dar el mismo cargo u otro: nada, no recibió nada, se quedó sin trabajo, tuvo que entregar a suburban oficial, dejo de percibir su jugosa compensación. Durante varias semanas se veía distraída, como que no estaba aquí… hasta que asimilo que ya no tenía nada. Cuando esto sucede, por decir, con los políticos, hagan de cuenta que mueren.
Baltazar Hinojosa Ochoa fue candidato a la gubernatura y ya nada se sabe de él. Murió políticamente. Quizá por eso, hoy que se avecinan elecciones el próximo año, observamos cómo algunos se resisten a morir.
Morir políticamente es resultado de cómo llegaron al poder: si el padrino se olvida, muerto es. En otros casos, si el escenario cambia, puede suceder lo mismo, a menos que seas un experto en el arte de la praxis política. Es el caso de Maki Ortiz: se resiste a morir. Como panista fue senadora y Presidenta Municipal de Reynosa; heredo el cargo a su hijo. Ha luchado para no morir, patalea, ahora dirige un grupo de mujeres y se apunta para la elección del 24: quiere ser senadora.
Hay infinidad de personajes que se resisten a morir. Hagan de cuenta, no saben vivir fuera del presupuesto. Del otrora PRI, muchos dieron el brinco a MORENA, y ahí están, una y otra vez, se apuntan, se vuelven a apuntar, como es el caso de Felipe Garza Narváez: se apuntó en todas las candidaturas posibles vía MORENA, en ninguna quedo, no lo conocen, fue Delegado de Gobernación, lo quitaron y ahora de nuevo ocupa el cargo. Y cuando le preguntan, sobre una candidatura, como dinosaurio priista en extinción responde: ni me apunto ni me descarto.
VIVEN Y MUEREN.
La política es una forma de satisfacer ambiciones personales. Unas son de riqueza, entiéndase mal obtenida; en otras, de poder, de poder hacer y mandar, de que otros le obedezcan. Y por esta situación, cada tres años, cuando hay elecciones locales, es común observar a más de 4 que buscar ser el Presidente Municipal: pasado el evento, si no se ganó, se pierden, se olvidan de su aventura política. No todos son como AMLO, que una y otra vez fue candidato presidencial, hasta que ganó. Igual, aquí en Victoria, tenemos el ejemplo de Eduardo Gattas: perdió una elección y se puso a trabajar, no quiso morir, y no murió, va a seguir viviendo, puesto que se anuncia su reelección. Parafraseando a Pepe Walle, que decía que en Jaumave solo los nogales le hacían sombra; en Victoria, nada le hace sombra a Gattas.
Melitón Guevara Castillo
Licenciado en Administración Pública (UAT), Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).
Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).
Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.
Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.
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