Hace apenas unos días terminé de leer dos manuales que tengo sobre edición editorial, los cuales, por cierto, me han dejado un buen sabor de boca. Me refiero a las importantes obras como El libro y sus orillas, de Roberto Zavala Ruiz, así como el Manual de diseño editorial, de Jorge de Buen Unna.

Primero terminé de leer a Roberto Zavala; enseguida, a Jorge de Buen.

Pero el hecho de haber leído hasta las últimas páginas de los dos libros no significa que esté listo para emprender el vuelo como editor editorial. En primer lugar, porque el día que descubrí a Zavala Ruiz, lo hice por casualidad, cuando andaba en la búsqueda de libros electrónicos en la plataforma de Kindle, de Amazon.

Ahí pude leer breves páginas sobre El libro y sus orillas. Posteriormente compré el libro electrónico y hasta la fecha sigo interesado en volver a leer la obra, pero ya no tanto por curiosidad por saber qué temas se abordaban, sino en cómo puedo poner en práctica ese tesoro de conocimientos.

A partir de ahí me di cuenta de que puedo mejorar mis trabajos, y que lo que ya había aprendido por medio de la práctica, es solo un paso, tal vez el primer paso a lo que ahora estoy intentando aprender sobre edición editorial.

Una vez que aclaré mis ideas, en las nuevas búsquedas que hice ―ahora bajo un objetivo específico― logré dar con Jorge de Buen Unna cuyos conocimientos por la edición editorial son tan importantes y que contagiado yo por la forma tan clara como explica, he decidido volver a leer los dos manuales antes mencionados.

No importa el tiempo que tarde o cuánto me lleve en las prácticas o ejercicios, lo divertido ahora va a estar en entender cada paso que vaya dando.

Recuerdo que hasta hace pocos días intenté calcular el tamaño de las letras de los libros que tuve a mi alcance, tanto de las letras de las portadas, como las del cuerpo del texto. Para ello, usé una regla normal, pero eso no me sacaba de apuros, no era la manera correcta de medir un tamaño de letra, sobre todo una letra mayúscula.

En lo que comencé a volver a leer los manuales leí la palabra ‘tipómetro’. Como no tenía idea de qué era eso, me di a la tarea de investigar su significado. En Google se define al tipómetro de la siguiente manera:

«nombre masculino Regla graduada en puntos tipográficos y cíceros que sirve para comprobar la medida del cuerpo de la letra o de las líneas de composición de un texto.»

Busqué imágenes del tipómetro por internet hasta que finalmente me di una idea sobre su uso.

En una de estas noches ya pasadas, por la madrugada me puse a leer un artículo por Internet relacionado con el tipómetro. El autor de ese artículo al final de su comentario decía que se podía descargar en PDF el formato de un tipómetro para que se imprimiera en acetato.

¡Al día siguiente acudí a la papelería a imprimir mi tipómetro!

Ahora las cosas han cambiado, por lo menos ha sido un buen avance en mis conocimientos, porque ahora ya puedo medir las letras mayúsculas por medio del tipómetro. Una primera prueba la hice mandando a imprimir en una hoja de papel opalina gruesa la letra «A» mayúscula, en diferentes tamaños, es decir, en tamaño 9, 10, 11, 12, 14, 16, 18, 20, 22, 24, 26, 28, 36, 48 y 72. 

Al usar el tipómetro para medir el tamaño de cada una de esas letras, me he podido dar cuenta de lo útil que es para mí esa herramienta de trabajo.

¡Estoy sorprendido por el hallazgo del tipómetro!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.