(Fragmentos de mi próximo libro “22 DÍAS DE PANDEMIA).

Miércoles, 8 de abril de 2020

5:20 de la tarde.

A partir de mañana, jueves, se suspenderá el servicio de restaurante del hotel donde me he reunido con mis camaradas durante más de cinco años. La notificación nos la dio el mesero a un grupo de personas cuando estábamos tomando café.

Un aviso pegado en la puerta de la entrada al restaurante decía que se ofrecería nuevamente el servicio hasta el próximo lunes 13 de abril, en horario de 8 a.m. a 4 p.m.

En la ciudad se está obligando a cerrar a los negocios que no sean “esenciales”, por cuestiones de medidas de seguridad ante el COVID-19. Las calles de la ciudad hoy más que ayer lucen vacías, no me atrevo a decir fantasmales porque todavía se podía ver una que otra persona transitando por el lugar, incluso, en el Banco hubo poca gente formada.

Los boleros continúan en sus lugares de trabajo, los taxistas, las farmacias siguen abiertas, los Oxxo, las tiendas comerciales.

Alrededor del mercado uno que otro puesto sigue abierto al público. Me pregunto qué pasará en los próximos días de continuar esta situación así.

Lo que más me sigue preocupando no es precisamente el contagio, sino que de plano cierren todo y no tengamos a dónde comprar el alimento.

En casa mi madre es optimista, piensa que todo esto pasará muy pronto, yo he aplaudido su actitud positiva, porque somos nosotros dos los que tenemos que generar pensamientos positivos para seguir adelante en la vida.

Intento animarla siempre, y de paso me doy ánimos a mí mismo. En la vida hay quienes prefieren ver el lado negativo, mientras que otros hemos optado por ver el lado positivo.

El sol en ciertas épocas del año quema, y provoca incendios, pero eso no quiere decir que el sol nos cause daño todo el tiempo, porque sin el sol no hubiera vida de ninguna especie; cuando hay sol podemos hacer la mayoría de las actividades humanas.

Que la lluvia tenga sus momentos de catástrofe no significa que el agua no debiera existir para los humanos, ya que sin el agua no podemos vivir.  Lo que ocurra o lo que provoquen los fenómenos naturales son por algo, es una pregunta que puede no tener respuesta o tal vez la haya.

El ser humano es el que tiene una responsabilidad moral para con el planeta Tierra, y, sin embargo, pareciera que la ignora.

Todos debemos participar para ser mejores seres humanos, debemos contribuir para que la Tierra esté limpia, cuidada y conservada.

Ver solamente el lado malo de la vida equivale a decir que somos ciegos de nacimiento. Hasta le enfermedad si la vemos con una actitud positiva podemos pensar que nuestro cuerpo está desechando lo que no le sirve, y está pasando por una etapa de renovación.

No siempre vamos a estar sanos, no siempre vamos a estar felices, ni tristes, todo cambia, y esos cambios sirven de mucho para reflexionar.

Una de mis hermanas me envió una imagen donde la autoridad se encuentra clausurando un negocio debido a que no respetaron la orden de que se tenía que cerrar por no ser un negocio “esencial”.

Le mandé un mensaje a mi hermana donde le decía que no viera las cosas malas de la vida, que ni se moleste por difundirlas, que era preferible que compartiera un mensaje de esperanza, de fe o de alegría.

No hay por qué difundir el pánico, ni hay por qué gozarnos de estar enviando mensajes de maldad o perversión. Siempre he tenido presente que somos lo que pensamos.

Ser una persona optimista y positiva ayuda a la mente y al cuerpo a generar energía positiva.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.