Ciudad Victoria, Tamaulipas. - Siempre habrá un beneficio en la aplicación de la vacuna y el argumento más sólido a favor de la vacunación masiva proviene de la biología, pues existen más de mil especies de coronavirus similares al SRS-Cov-2 en murciélagos; cada una de ella susceptible de desatar otra pandemia si se dan ciertas condiciones y se cruza el umbral entre especies.

Lo anterior tras las enormes dudas desatadas entre la población sobre el riego de vacunarse, alentados por mensajes con dudosa base científica que circulan por internet, a los que preocupa el hecho de que puedan no contar con todas las garantías posibles, pues señalan que se requieren   ensayos de seguridad y de eficiencia en varias etapas por periodos mucho más largos de tiempo.

La razón fundamental por la que es urgente actuar para reducir la extensión de la infección por SARS-CoV-2 en todo el mundo es evitar lo más rápido posible que se siga expandiendo el virus, también en aquellos países sin medios, que puede ser incluso más urgente que la vacunación en los países desarrollados y bien protegidos por unas envidiables condiciones sanitarias de base.

Hay que defender más el valor de la garantía que suponen las agencias reguladoras de medicamentos. La urgencia y el acortamiento de plazos en el desarrollo de las vacunas no se han aplicado a costa de saltarse los protocolos dotados para el desarrollo de fármacos seguros.

Existe cierto nivel de incertidumbre que solo se irá despejando según avance el proceso de vacunación, como ha ocurrido con todas las vacunas desde su creación hasta su consolidación.

Pero los procedimientos que ahora han permitido desarrollar vacunas en tiempo récord son más potentes, eficientes y seguros que nunca, pues nada tiene que ver la ciencia e investigación actual con la que había hace veinte años. Hablamos de actuar a escala global con la máxima seguridad que pueden permitir las condiciones actuales. La urgencia de parar el progreso de la pandemia, sus consecuencias y coste en vidas así lo exige.

Lo anterior no quita el beneficio, en términos de salud global, ya que la amplia aplicación de las vacunas es incuestionable, pese a las dudas sin base científica que se expresan en internet. Las consideradas más seguras (gripe, triple vírica) tienen una incidencia de efectos adversos graves de 1 o 2 casos por millón de habitantes y eso no invalida su carácter protector, ampliamente demostrado.

En contraste a las anteriores, la falta de aplicación masiva de la vacuna Covid-19, en los millones de individuos que representan mucho mejor la estructura real de la población, hace inevitable una cierta incertidumbre que solo se podrá despejar tras años de aplicación y análisis.

Cada persona que no se vacune, aunque su riesgo de contraer COVID-19 sea bajo, pone en riesgo al resto. No solamente al sector de población más vulnerable (que podría protegerse si a esas personas sí se les vacuna), sino a toda la población.

La diferencia fundamental entre el COVID-19 y otras enfermedades también causadas por agentes infecciosos es que no tenemos todavía defensas basales frente a un virus nuevo. El resultado se está viendo: una extensión sin freno de la infección a toda la población mundial, lo que añade riesgos adicionales que se incrementan cada día que pasamos sin vacunar.

Información: El Financiero