Juan Pablo Jiménez, es un venezolano que llegó a vivir primero a Tamaulipas y luego a la Ciudad de México y en 2017 le tocaron dos… el más terrible el del 19 de septiembre… él nos cuenta en primera persona
Ciudad de México. - Eran las 11 y 20 de la noche un jueves 7 de septiembre de 2017, era la hora regular de tomar una ducha después de entrenar Jiu Jitsu Brasileño. Para esos días yo entrenaba seis días a la semana, dos veces por día y era común sentir de vez en cuando fatiga muscular o mareos por las jornadas de entrenamiento.
A las 11 y 46pm, cuando salí de la ducha, tomé la toalla para secarme, sentí que todo se movía en un segundo pensé “Es un mareo, ahorita se pasa”, y de inmediato mi compañera de piso, Itzel, toca la puerta del baño y dice: Juan, está temblando, aléjate de la ventana y vidrios…”. Efectivamente, no era un mareo, estaba experimentando mi primer temblor.
Al salir del baño tomé algo de ropa, mi celular y mi cartera, y a paso acelerado mientras bajaba por las escaleras me vestía. Mis compañeros de piso, Itzel, Gabriela y Evans, y gran parte de los vecinos se encontraban en frente de sus hogares en pijamas y algunos con sus mascotas observando los alrededores.
Esa noche hablé con mi amigo Marco, él es una máquina en el periodismo en Tamaulipas y lo primero que me dijo fue: “Toma video y testimonios”, yo solo le pude describir lo que veía en mis alrededores, no pude hacer más, estaba congelado y asombrado por el temblor.
Después 15 a 20 minutos cuando decidimos subir al departamento, Itzel me explicó que después de los temblores puede haber réplicas del mismo así que era necesario esperar. Y pese que el temblor había pasado, yo aún seguía nervioso y por mi cabeza aparecían preguntas tales como ¿Y si tiembla otra vez?; ¿Y si, el edificio se cae mientras estoy durmiendo?... Y así durante toda la noche.
Pasaron días para que yo pudiera conciliar el sueño sin pensar en el temblor, al vivir en un edificio en una zona muy transitada, era común que el edificio vibrara o se moviera por el paso de camiones de carga, estaba paranoico, la sensación de que todo se movía era permanente. Recuerdo tener un vaso de agua en la mesa de mi cuarto como “detector de temblor” y saber si realmente el edificio se movía o era mi paranoia.
Esos días recordé una conversación que tuve con un gran amigo y mentor Miguel Ángel Pérez López (Pototo), él me contó que la Ciudad de México había bocinas en diferentes puntos de la ciudad que servían como alarmas sísmicas. Ellas se activaban entre 30 a 40 segundos antes del temblor. Lo irónico es que nunca escuché la alarma sino hasta que bajé a la calle.
Después de dos semanas yo me encontraba más tranquilo, sereno y mi paranoia no estaba tan presente, sin embargo, yo seguía colocando mi vaso de agua en la mesa de mi cuarto.
Todos los años el 19 de septiembre se realiza en la ciudad un simulacro en caso de un acontecimiento sísmico. Esto como consecuencia el temblor que hubo en 1985. Estos acontecimientos históricos fueron más familiares para mi después de la experiencia que tuve dos semanas antes.
Eran la 1 de la tarde del 19 de septiembre, y fui con Gaby e Itzel al mercado que quedaba a 5 minutos del departamento. Nosotros íbamos casi todos los días a comer allí después de entrenar. Llegamos al mercado, nos tomaron la orden y después del primer bocado de la sopa, empezó a temblar; Itzel, Gaby y yo nos miramos a los ojos y dijimos en una sola voz “Está temblando”, de inmediato escuchábamos las voces de los demás “Esta temblando”. Itzel, entrenada y ya acostumbrada qué hacer en caso de temblor nos dijo: Con calma vamos caminando a la salida del mercado. Ellas caminaban hacia la derecha y a los tres segundos después de señalarnos a donde teníamos que ir, se escucha el estruendo de un edificio derrumbándose, sin dudarlo corrí hacía la salida esquivando mesas y sillas como si fuera un corredor olímpico.
En medio de la calle, escuchábamos las alarmas de los carros, la gente gritando y llorando, edificios moviéndose, y el suelo era como si estuvieras surfeando una ola. Durante el desespero y vivir una vez más esta experiencia, recibo mensajes y llamadas, de familia, amigos, y Marco como buen periodista me dice: “Cómo estás? …Toma video y testimonios.”
Al pasar el temblor volví al mercado por mis amigas, había mucha gente gritando y corriendo, no las pude ver, pensé que ellas habían salido antes que yo y corriendo fui al departamento. En la entrada del departamento, me topé a Evans, y juntos volvemos al mercado por Itzel y Gaby, en el camino nos encontramos a Itzel y a Gaby, quienes se habían quedado en el mercado porque durante el temblor se habían hallado a una señora muy nerviosa y prefirieron quedarse con ella.
Finalmente, llegamos al departamento para revisar que todo estuviese bien, y empezar a comunicarnos con todos los amigos y conocidos. Las líneas estaban colapsadas, el internet fallando, no había electricidad, nada era óptimo.
A las 8 de la noche, después de haberme comunicado con mi familia, y con algunos amigos, de hacerles saber que yo y los míos estábamos bien, tuve varias reflexiones, entre ellas: lo pequeños que somos en este mundo, y que, si vives en la Ciudad de México, siempre ten un vaso de agua en tu mesa.