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Salarios y desigualdad de los trabajadores

Por: Jorge Lera Mejía El Día Martes 06 de Septiembre del 2016 a las 22:00

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Christian Aliaga en su presentación del libro “Mercados y Bárbaros: La persistencia de las desigualdades de excedente en América Latina” (Juan Pablo Pérez Sáinz, FLACSO, 2014), nos dice que: Desde inicios de los años 1990, Vusković Bravo (1993) había señalado que el rasgo más sobresaliente de la dinámica del desarrollo latinoamericano era la persistencia, la reconstitución y la profundización de la desigualdad social.

América Latina no era la región del mundo más pobre, sino la más desigual en cuanto a la distribución de sus recursos socioeconómicos (CEBEM, 01/06/2016).

Era un planteamiento que se inscribía en la vieja tradición histórico-estructuralista del pensamiento cepalino (Comisión Económica para América latina, CEPAL), distanciado del que -desde hacía una década- había comenzado a revisar ese organismo privilegiando la problemática de la competitividad sistémica y redefiniendo la cuestión social en términos de “pobreza” bajo la influencia del Banco Mundial.

Pese a su indiscutible relevancia, este señalamiento de Vusković Bravo pasó inadvertido y hubo que esperar algunos años a que los organismos financieros internacionales (BID, 1999; De Ferranti et al., 2004) lo asumieran y así se incluyera en la agenda de discusión en un lugar prominente.

Se puede decir que se ha alcanzado cierto consenso en considerar que la desigualdad es una cuestión social medular de México y América Latina y que no puede ser soslayada. Pero hablar de desigualdad, incluso adjetivándola de social, es demasiado vago porque toda relación social, en tanto que basada en el poder, es una relación de desigualdad.

En este sentido, lo que hace detentar a México y América Latina el triste privilegio de ser la región más desigual del planeta son las desigualdades de ingreso; en relación con otras dimensiones, hay regiones que tienen desempeños peores (Reygadas, 2008).

Hablando de México, el doctor Gerardo Esquivel Hernández, especialista en temas de desigualdad de El Colegio de México, en su más reciente estudio “Desigualdad Extrema en México Concentración del Poder Económico y Político” (OXFAM México, 2016), comenta:

(…) en México, en donde más de veintitrés millones de personas no pueden adquirir una canasta básica, pero alberga a uno de los hombres más ricos del mundo, por lo que uno de los aspectos más graves de esta desigualdad es la distribución del ingreso, por lo que México está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo.

Sigue apuntando Esquivel que (…) El número de multimillonarios en México, no ha crecido mucho en los últimos años. Al día de hoy son sólo 16. Lo que sí ha aumentado y de qué forma es la importancia y la magnitud de sus riquezas. En 1996 equivalían a $25,600 millones de dólares; hoy esa cifra es de $142, 900 millones de dólares.

Ésta es una realidad: en 2002, la riqueza de 4 mexicanos representaba el 2% del PIB; entre 2003 y 2014 ese porcentaje subió al 9%. Se trata de un tercio del ingreso acumulado por casi 20 millones de mexicanos. Para darnos una idea de la magnitud de la brecha en México veamos este ejemplo: para el año 2014, los cuatro principales multimillonarios mexicanos podrían haber contratado hasta 3 millones de trabajadores mexicanos pagándoles el equivalente a un salario mínimo, sin perder un solo peso de su riqueza.

El mercado interno se ve francamente debilitado. Ante la escasez de recursos, se recorta el capital humano y se pone en juego la productividad de los pequeños negocios. La política social asimismo ha sido un rotundo fracaso: al día de hoy, esa lógica de que el crecimiento se filtra de las capas altas a las bajas simplemente no ocurre en México desde hace décadas.

Uno de los dolorosos ejemplos es el salario mínimo: si un mexicano percibe esta cantidad y mantiene a alguien, a ambos se les considera pobres extremos. La política salarial que en algún momento se concibió como mecanismo de contención inflacionaria, ya no tiene razón de ser. Hoy en día, el salario mínimo mexicano está por debajo de los umbrales aceptados de pobreza (Síntesis de Gerardo Esquivel).

Esta panorámica sobre la desigualdad, pobreza y pérdida del poder adquisitivo ante el salario mínimo empobrecedor, me permite recuperar algunas de las propuestas que he realizado bajo este mismo tema en otras columnas de Opinión Económica.

Consolidando mi propuesta de solicitar a los tres órdenes de gobierno y al congreso mexicano, grupos empresariales nacionalistas (socialmente responsables), organizaciones de la sociedad civil y de derechos humanos, universidades e instituciones de educación superior, iglesias, organizaciones obreras y campesinas, estudiantes y amas de casa, para que sea revisada la situación actual del poder adquisitivo de la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza, y el 20% en pobreza extrema, que se encuentran en situación de supervivencia y alta desigualdad social, económica y de acceso a la educación.

Con lo anterior, proponer un incremento de emergencia del salario mínimo, superior al reciente aumento en las tarifas de luz (7.7%) y de combustibles (6.5%), entre otras alzas desmesuradas de los productos de la canasta básica, para iniciar la recuperación del poder adquisitivo y aumentar la demanda agregada del mercado interno, que es el motor principal del crecimiento del PIB y de la economía nacional. 

Tres propuestas claras de corto plazo, sería que se realice un aumento de emergencia del salario mínimo; que se reduzcan los altos salarios máximos de servidores públicos y de la gran empresa privada, en señal de solidaridad. Además, que se lance una campaña seria para privilegiar el consumo de los productos Hechos en México y disminuir el consumo excesivo, de productos extranjeros transnacionales y de origen Chino.

Jorge Alfredo Lera Mejía

Tampiqueño, Economista (ITAM), LAE, Maestro en Economía y Doctor en Administración Pública (UAT).

Asociado del INAP, Subsecretario del Exterior de la Federación del Colegio Nacional de Economistas y Vicepresidente zona noreste de la LER. Inicia su carrera en 1977 y ha desempeñado diversos cargos en la Administración Pública Federal, en Michoacán y en Tamaulipas.

Catedrático en la UNAM, ITAM, ULSA y actualmente profesor-investigador por la UAT e Instructor de la Auditoría Superior de la Federación.

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