Hay un lugar al que siempre volvemos, aunque la vida nos lleve lejos. Un sitio donde el tiempo parece detenerse y el amor no necesita palabras. Ese lugar tiene un nombre: familia.

No importa si es grande o pequeña, si está formada por lazos de sangre o por elección. La familia es ese refugio donde aprendimos a caminar, donde escuchamos las primeras historias antes de dormir y donde descubrimos que el amor más puro es el que no espera nada a cambio.

Es curioso cómo los recuerdos más sencillos son los que se quedan con nosotros. La mesa servida con los platillos que nunca logramos igualar, las risas incontrolables en la sala mientras alguien contaba la misma anécdota por enésima vez, la forma en que los abuelos nos envolvían en abrazos que parecían tener el poder de detener el mundo. Son instantes pequeños, cotidianos, pero que, con el paso del tiempo, se convierten en anclas que nos sostienen cuando todo lo demás parece tambalear.

Porque la vida nos enseña que no siempre podremos estar juntos. Los caminos se abren, las responsabilidades nos llaman y, a veces, el tiempo se nos escapa sin darnos cuenta. Dejamos para después esa llamada, ese café pendiente, esa visita que nunca se concreta. Y cuando queremos darnos cuenta, nos preguntamos en qué momento la distancia se coló entre nosotros.

Pero lo hermoso de la familia es que no importa cuánto pase, siempre hay un hilo invisible que nos une. Siempre habrá un plato extra en la mesa, una silla esperando, un “¿cómo has estado?” que suena más a “te extrañé”. La familia no es solo un grupo de personas, es el hogar al que pertenecemos, incluso cuando la vida nos aleja. Es la voz que nos alienta cuando dudamos, la mano que nos levanta cuando caemos y la historia que nos recuerda quiénes somos.

Y hoy, en el Día de la Familia, es momento de recordarlo. No celebremos solo con palabras. Llamemos a quienes hace tiempo no escuchamos, abracemos más fuerte a los que tenemos cerca y regalemos nuestro tiempo a quienes nos lo han dado todo. Porque al final del camino, lo más valioso no será lo que hayamos logrado, sino con quiénes hayamos compartido nuestra historia.

Porque en un mundo que cambia constantemente, hay algo que siempre será eterno: el amor de la familia.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.