Francisco Abundis, en su columna ¿Importa la imagen de México en Estados Unidos? publicada en Milenio, expone con claridad una realidad preocupante sobre la percepción de México en el país vecino. Según datos de la encuesta del Pew Research Center de agosto de 2024, el 60% de los estadounidenses tiene una visión negativa sobre México, mientras que solo el 37% mantiene una percepción favorable. En 2017, el 65% de los encuestados tenía una opinión positiva del país, lo que evidencia una caída de casi 30 puntos porcentuales en siete años. Esta transformación no es casualidad, sino el resultado de una combinación de factores políticos, mediáticos y demográficos que han influido en la manera en que México es percibido en su principal socio comercial y vecino.

El deterioro en la imagen de México no es homogéneo. La encuesta de Pew Research revela que existen diferencias significativas según la afiliación política y la edad de los encuestados. Entre los republicanos, la opinión negativa hacia México es más pronunciada, mientras que los demócratas tienden a mantener una percepción más equilibrada. Los estadounidenses más jóvenes, en contraste con los mayores de 65 años, son más receptivos a tener una visión positiva del país. Estos datos sugieren que la imagen de México en Estados Unidos no solo está determinada por la realidad objetiva, sino por el discurso político y mediático que la moldea.

La cobertura mediática ha jugado un papel determinante en este fenómeno. Durante décadas, los principales temas asociados a México en los medios estadounidenses han sido la migración, el narcotráfico y la seguridad fronteriza. Esta narrativa ha opacado otras dimensiones fundamentales de la relación bilateral, como la interdependencia económica, la cooperación científica y el crecimiento del sector tecnológico. México se ha convertido en el principal socio comercial de Estados Unidos, desplazando a China en 2023, con un intercambio bilateral que superó los 850 mil millones de dólares. Sin embargo, cuando se pregunta a los estadounidenses por los principales aliados comerciales de su país, México aparece en un tercer lugar detrás de China y la Unión Europea. Este desfase entre la realidad económica y la percepción pública demuestra que la importancia de México en el escenario global no ha logrado posicionarse de manera efectiva.

Las encuestas permiten entender lo que la gente piensa, pero también lo que desconoce. México es reconocido en Estados Unidos por su cultura, su gastronomía y su turismo, pero su papel en sectores estratégicos como la manufactura avanzada, la biotecnología, la inteligencia artificial y la industria aeroespacial sigue siendo prácticamente invisible para la mayoría de los estadounidenses. La falta de reconocimiento es producto de la ausencia de una estrategia sostenida para proyectar al país como un actor clave en la economía del futuro.

Los países que han logrado consolidar una imagen fuerte y respetada en el mundo han seguido estrategias deliberadas de marca-país. Alemania transformó el Made in Germany en un sello de calidad e ingeniería de precisión, con marcas como BMW, Mercedes-Benz y Siemens que refuerzan esta percepción. Japón consolidó su reputación en la miniaturización tecnológica, la eficiencia y la innovación, con gigantes como Toyota, Sony y Nintendo que proyectan una identidad de excelencia. Corea del Sur implementó una estrategia integral en la que la cultura, la tecnología y la manufactura trabajan juntas para posicionar al país en el imaginario global. Hoy, el K-pop, los dramas coreanos y empresas como Samsung y Hyundai son embajadores de la influencia surcoreana en el mundo.

México tiene todas las condiciones para seguir este camino y construir una imagen internacional que refleje su verdadera capacidad. La manufactura mexicana es una de las más sofisticadas del mundo. Tesla, BMW y Ford confían en el país para ensamblar vehículos con los más altos estándares. El sector aeroespacial crece a un ritmo acelerado, con inversiones de empresas como Bombardier y General Electric. La biotecnología mexicana ha desarrollado innovaciones en genómica y bioinformática, mientras que empresas como KIO Networks y Softtek lideran en ciberseguridad e inteligencia artificial. Estos logros deberían formar parte de la narrativa global de México, pero su proyección sigue siendo limitada.

El Hecho en México es una oportunidad para transformar la percepción del país y posicionarlo como un referente de calidad, confiabilidad e innovación. Las grandes marcas nacionales pueden jugar un papel clave en esta estrategia. Empresas como Bimbo, Cemex, Gruma, América Móvil y Femsa han demostrado que México puede competir a nivel global. Sin embargo, más allá de casos individuales, la consolidación de una imagen de excelencia requiere un esfuerzo coordinado entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil.

Definir la identidad que debe estar ligada al Hecho en México es un ejercicio crucial. La imagen de un país no se puede construir solo a partir de su potencial o de lo que se desea proyectar, sino sobre la base de lo que el país ya es, de lo que hace bien y de lo que lo diferencia en el mundo. La pregunta clave es qué atributos deben asociarse al Hecho en México para que se convierta en un sello de confianza además de una indicación de origen. Alemania consolidó su identidad en la ingeniería de precisión, Japón en la miniaturización tecnológica y Corea del Sur en la integración de cultura y manufactura avanzada. México tiene que definir su narrativa con la misma claridad.

El Hecho en México puede ser sinónimo de calidad, pero con un enfoque en la capacidad de adaptación y en la creatividad aplicada a la industria. La manufactura mexicana ha demostrado una capacidad única para la integración de procesos complejos y la personalización de productos. El sector automotriz y aeroespacial han crecido más allá de los costos competitivos, porque las empresas han encontrado en México talento especializado, flexibilidad y rapidez en la innovación. La identidad del Hecho en México debe integrar estos valores: confiabilidad, creatividad, talento humano de alto nivel y una capacidad de producción adaptable a las demandas del futuro.

El consumo interno es una pieza fundamental en la construcción de la marca-país. Alemania confía en su industria automotriz, Japón en su tecnología, Corea del Sur en su producción cultural y electrónica. México debe fortalecer la confianza en sus propios productos y proyectarla al mundo. Cada vez que un consumidor elige un producto mexicano está contribuyendo a reforzar la percepción de que el país produce con excelencia y competitividad.

Las encuestas deben utilizarse como una herramienta para diseñar y ajustar una estrategia de comunicación efectiva. La diplomacia económica puede consolidar a México como un socio indispensable en sectores estratégicos. La academia y el sector privado pueden colaborar en la difusión de los avances científicos y tecnológicos. Los medios de comunicación pueden desempeñar un papel crucial en destacar historias de éxito que refuercen la imagen del país como una potencia emergente.

La percepción de México en Estados Unidos y en el mundo es un activo estratégico en disputa. Los países que han entendido el valor de su imagen han logrado convertirla en inversión, prestigio y oportunidades. México tiene todas las condiciones para posicionarse como un referente global en manufactura avanzada, tecnología e innovación. La pregunta no es si el país puede lograrlo, sino cómo y cuándo tomará la decisión de hacerlo con toda la fuerza de su potencial. Y como podemos contribuir todos nosotros en nuestra identidad con orgullo nacional. ¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA y nuestra reputación mundial lo permiten.

Placeres culposos: Hoy se entregan los Oscar.

PD. Felicidades a mi viejo, mi papá y mejor amigo. Por favor deséenle todas las buenas vibras para que siga rockabrolendo y haciendo pronósticos deportivos fallidos por muchos años más.

Jacarandas para Greis (Ya mero cumple).

David Vallejo

Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.
Además esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.