A mi padre
Quizá, como muchos hijos, juzgué con dureza a mi padre.
El egoísmo de los hijos nos hace ver solo sus errores, sin detenernos a pensar en la pesada carga que representa ser padre y todo lo que significa.
Nunca consideré que en esta tarea no puedes darte el lujo de decir: "hoy no quiero trabajar", "estoy cansado", "me siento mal" o "tengo miedo". Ni siquiera tienes permitido decir "me duele"; solo se espera que respondas con un "estoy bien", aunque por dentro te estés desmoronando. Tristemente, la fragilidad no es una opción.
Un padre debe ser fuerte, soportar en silencio, secar sus lágrimas a solas y continuar el día como si nada pasara.
Nunca supe comprender que su manera de protegernos no era con palabras, sino con acciones. ¡Qué injusto fui! Hoy, siendo un orgulloso padre, entendí que aquellos largos silencios no eran por falta de atención, sino momentos en los que libraba a solas sus batallas internas, pensando en cómo resolver nuestros problemas.
Su vida fue un compromiso constante con la felicidad de los demás, aun a costa de la suya propia.
Mi mayor error fue pensar que siempre habría más tiempo. Hoy, lo que más extraño es una conversación con alguien que ya no está aquí para responderme.
Por un momento me reproché lo que dejamos pendiente: aquel viaje, aquella comida, sembrar un árbol con mi hija... hasta que comprendí que, aunque te hubiera tenido cien años, siempre me habría faltado un poco más de tiempo contigo. Entendí que lo que realmente me hace falta es tu compañía.
Sin embargo, lo que sí sé, es que le debo todo lo que soy a mis padres. Y aunque no estés aquí para verlo Papá, te prometo que, en cada decisión que tome, honraré tu memoria, cuidaré tu buen nombre y trataré de hacerte sentir orgulloso, hoy y siempre.
Tu hijo, siempre orgulloso de ti.
Alberto Loya
Para que HOYTamaulipas siga ofreciendo información gratuita, te necesitamos. Te elegimos a TI. Contribuye con nosotros. DA CLIC AQUÍ