La política es el arte de lo posible, pero en tiempos de hiperconectividad, también es el arte de la percepción. Los líderes políticos ya no solo disputan espacios de poder en el ámbito institucional, sino que también libran una batalla permanente en el terreno simbólico y mediático. La política de hoy no se gana solo con estructuras partidistas o movilización territorial, sino con la capacidad de construir y sostener narrativas que capturen la imaginación de la ciudadanía. 

El politólogo Giovanni Sartori sostenía que la democracia moderna está profundamente influenciada por la "video-política", es decir, una política moldeada por los medios de comunicación y el lenguaje audiovisual. En este contexto, los actores políticos deben entender que la lucha por el poder no se da únicamente en el ámbito electoral, sino en la percepción de la gente. Como bien advertía Joseph Nye con su concepto de "soft power", el poder de persuasión es tan o más importante que el poder coercitivo en la política contemporánea. 

La Narrativa como Herramienta de Poder

Vivimos en la era de las emociones y la posverdad, donde la política ya no se basa solo en datos y programas, sino en relatos que generan identidad y movilización. El filósofo Yuval Noah Harari ha señalado que las sociedades humanas se construyen a partir de ficciones colectivas, relatos compartidos que dan sentido a la realidad y permiten la organización social. En política, estos relatos pueden construir mitos de liderazgo, generar confianza en proyectos o, por el contrario, destruir carreras políticas en cuestión de días. 

Los casos de Donald Trump y Nayib Bukele ilustran cómo una narrativa bien construida puede desafiar el statu quo y consolidar liderazgos disruptivos. Trump, con su discurso de confrontación contra las élites, y Bukele, con su imagen de "outsider" y su uso estratégico de las redes sociales, han sabido convertir su comunicación en una herramienta de poder. No importa cuántas controversias acumulen; su narrativa de "rebeldes contra el sistema" sigue resonando con amplios sectores de la sociedad. 

Por otro lado, figuras como Angela Merkel y Andrés Manuel López Obrador demostraron que la construcción de una narrativa coherente puede consolidar liderazgos duraderos. Merkel, quien gobernó Alemania durante 16 años, supo proyectar estabilidad y racionalidad en tiempos de crisis, lo que la convirtió en una de las figuras más influyentes de la política europea. Su estilo pragmático y su capacidad para tomar decisiones difíciles le permitieron mantenerse en el poder con altos niveles de aprobación hasta el final de su mandato. 

En el caso de López Obrador, su liderazgo se basó en la construcción de un discurso que apeló a la justicia social y la lucha contra las élites económicas. Su estilo de comunicación directa, a través de conferencias diarias, le permitió mantener un vínculo cercano con su base de apoyo durante todo su gobierno. Aunque su administración terminó, su influencia política sigue vigente, pues logró posicionar un proyecto que trasciende su figura y que continúa marcando la agenda pública en México. 

El Riesgo de la Desconexión Política

Sin embargo, así como una narrativa bien construida puede catapultar a un político al poder, una desconexión con la realidad puede ser su sentencia de muerte. El caso de Hillary Clinton en 2016 es un ejemplo claro: a pesar de su experiencia y estructura de campaña, su incapacidad para conectar con el electorado trabajador de los estados clave le costó la elección ante un adversario que entendió mejor el estado de ánimo de la sociedad. 

En América Latina, la caída de liderazgos tradicionales como el de Mauricio Macri en Argentina o Sebastián Piñera en Chile muestra que no basta con gobernar bien; es necesario comunicarlo de manera efectiva y adaptarse a las expectativas cambiantes de la sociedad. Cuando los ciudadanos sienten que sus gobernantes están desconectados de sus problemas reales, el voto de castigo se vuelve inevitable. 

La Estrategia lo es Todo 

La política es un tablero de ajedrez donde cada jugada cuenta. Los errores no se perdonan y cada acción tiene un impacto que puede fortalecer o debilitar una candidatura. En este sentido, Sun Tzu en “El Arte de la Guerra” advierte que "la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar", lo que en política se traduce en la capacidad de neutralizar adversarios no solo en el campo electoral, sino en el espacio de la opinión pública. 

El éxito en política no depende solo de la capacidad de gestión, sino de la habilidad para leer el contexto, anticiparse a los cambios y construir una identidad sólida. Los líderes que comprenden esta dinámica logran mantenerse vigentes, mientras que los que la ignoran terminan siendo víctimas de su propia ceguera estratégica. 

En este juego de poder, no basta con tener la razón; hay que saber contar la historia correcta en el momento adecuado. Porque en política, como en la vida, no siempre gana el mejor, sino el que mejor entiende las reglas del juego. 

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.