Hace unas semanas la ciudad se vio impactada por la falta de agua en ciertos sectores de la ciudad, y posteriormente el cierre de válvulas por reparación de tuberías y otros accesorios. En el sector donde habito, en ese mismo período coincidentemente estuvimos poco más de tres semanas sin el vital líquido.

Este episodio me sacudió la cabeza, lo cual me hizo reflexionar de manera profunda, concluyendo que, si no tomamos conciencia y medidas de disciplina férrea, en 10 años estaremos metidos en un grave problema que pudiese ocasionar conflictos bélicos entre la humanidad por la escasez del agua en sus territorios.

Comentando con unos amigos el tema, menciona uno, pero si agua es lo que más tenemos en el planeta, y tiene razón, pero lo que ignoraba él, es que solo el 2.5% del total del agua existente es agua dulce, el resto es agua salada; y de esa cantidad dulce, el 75% se encuentra en los casquetes polares y glaciares, el 21% en el subsuelo y solo el 5% en ríos y lagos.

Además, insistió que para eso hay que desalinizar el agua de mar, pero no tiene idea del costo que este proceso representa, pero eso no ha limitado al ser humano de este planeta, ya a creado equipo para obtener agua del ambiente, y está en estudio otras soluciones.

Pero todo lo que haga para seguir contando con el vital líquido, será cada día más costoso. El agua ya es un commoditie, cotiza en el mercado de futuros desde 2020, una señal de que la ciudadanía tendrá que pagar más para acceder a ella, y se fijará un precio más alto por su extracción y tratamiento. Principalmente para aquellos que tienen menos.

Otro aspecto a considerar por ciudadanía y autoridades, es que el agua no se nos va ir del planeta, aquí estará, se evapora sí, pero nos regresa convertida en agua nuevamente, pero si no dejamos de contaminarla, será mayor el costo para tratarla, por ende será otro costo que tendremos que agregarle al precio de venta por m3.

Si bien es cierto que este recurso es un bien común y un derecho humano, “lo cierto es que la tendencia es considerarlo como mercancía que se cotizará en base a oferta y demanda.

Considerar el agua como un bien comercializable, pone un derecho humano básico en manos de instituciones financieras e inversionistas; el acceso al agua es más caro tanto para quienes tienen menos, pero también para el resto de la humanidad.

La demanda de agua dulce continúa en aumento de manera significativa debido al crecimiento poblacional, al desarrollo económico y a los patrones de consumo, lo que incrementa el uso del agua para las necesidades domésticas, industriales y agrícolas.

Cabe advertir que la agricultura representa alrededor del 70 por ciento del uso del agua dulce global, lo cual hace que la cadena de suministro de alimentos y bebidas sea altamente sensible al estrés hídrico.

De no haber un cambio en sus causas, la demanda seguirá incrementándose sustancialmente, lo que tendrá efectos nocivos para la vida humana, la seguridad alimentaria, la salud, y afectará las actividades económicas.

Asimismo, incidirá en el desplazamiento de millones de personas en busca de lugares en los cuales puedan tener acceso al preciado recurso en los próximos años.

Es ahora, quizás no nunca, pero es irrenunciable no despertar y atacar las causas de raíz, más vale que cueste ahora, de otra manera mañana será mucho más caro.

El tema da para más espacio, no solo para escribirlo, sino para estudiarlo, reflexionarlo, y tomar decisiones drásticas, aunque duela ahora, pero es menos gravosa si se actúa ya; nuestros hijos y nietos nos lo van a reprochar.

Es momento de ponernos las pilas en nuestra conciencia.

Marcos Olivares

Reynosense, estudió una Licenciatura en Sistemas, además de diplomados y talleres relacionados a las finanzas y ciudadades sustentables.

Fue delegado de la Capufe y ha ocupado cargos en la administración municipal.

Su columna "Líderes Competitivos" se publica en varios medios de comunicación.