Iba siempre entusiasmado, no lo niego, ganar una pierna o un pavo crudo ya era un consuelo y si tenía la mejor de las suertes pueque que me ganaba una pantalla, de las de Leeds, de las caras en aquellos tiempos, o a medio pelo, un microondas o ya de perdis un celular, de los que ahora nos parecen un tanto para gente muy adulta, de esos, los Nokia de la tienda de la esquina. 

Nunca faltó el grito; ¡QUE LO DONE, QUE LO DONE ¡” y así ocurría siempre, pero no nada más en el evento gubernamental, también en la fiesta privada, la de la empresa, cuando uno iba a las dos tiendas de moda, con crédito abierto, a comprar traje, corbata y vestido largo para la señora, para ir a la fiesta de gala para bailar y a ser feliz. 

Ser jefecillo te obligaba moralmente a donar el premio que recaía en quien uno más apreciaba, ya que no ceder el premio sonaba a tres cosas: O uno era tacaño, mal jefe o de plano muy hojaldra, pero cabe aclarar que esos siempre existieron; se llevaban hasta el adorno de mesa. 

Ahora que se celebró el día del “periodista” fui invitado a un solo evento, me sentí contento, ya que comparando con el número de las invitaciones de antaño solo apliqué la canción infantil para aprender a contar hasta diez…” Yo tenía 10 perritos, uno no come ni bebe: no me quedan más que nueve, nueve nueve…” 

Vi en redes y en boletines a colegas, en apariencia más contentos que un servidor, por haber sido invitados a una comida o desayuno de caché, en la mera capital. y bien por ellos, que pese al saludo, la foto y al regalo, su mirada denotaba no estar tan contentos, porque como yo, saben que no hay razón de celebración alguna. 

Ser periodista normal tiene más premios que sinsabores, pero los premios no significan que te va a ir mejor en lo económico, todo estriba en la satisfacción espiritual, en el sentirse tranquilo, en saber que nada ni nadie romperá tu libertad, esa con la que uno soñó cuando aplicamos la orientación vocacional, desde que forjamos nuestro plan de vida, tratando de cumplir con dignidad, el propósito ser fieles a la educación que recibimos en el sagrada familia, en las aulas y en ejemplo, mi caso, del jefe perpetuo que confió en uno. 

Hoy por hoy, sigo donando el premio, porque estoy seguro de que el mejor, la vida ya me lo dio. 

 ¡Salud¡ 

vientosdelsur@infinitummail.com 

Guillermo Gutiérrez González

Matamorense de nacimiento, adoptado hace 43 años en Tampico, ex director de Noticieros de Televisa del Golfo por 37 años, autor de la columna “Vientos del Sur” con temas políticos y sociales del acontecer del país, pero con enfoque a Tamaulipas y en especial al Sur de la entidad.