Cuando las máquinas aprenden a ser humanas
Imagina un mundo donde los robots además de herramientas inanimadas, son autónomos, capaces de entender el entorno, anticipar problemas y, con un poco de suerte, no reemplazarnos en nuestra propia humanidad. Eso es justo lo que NVIDIA quiere construir con sus nuevas plataformas de inteligencia artificial, presentadas con toda la pompa tecnológica en el CES de Las Vegas. Porque, claro, cuando el mundo se derrumba entre crisis políticas y climáticas, lo único que nos faltaba era darle a las máquinas el poder de entrenarse a sí mismas.
Pero antes de entrar en pánico, expliquemos qué está pasando. NVIDIA, esa misma empresa que nos dio las tarjetas gráficas más potentes para videojuegos y minería de criptomonedas (y quién sabe cuántos apagones eléctricos), ahora está metida hasta el fondo en el desarrollo de robots humanoides y autos autónomos. Su más reciente innovación, una plataforma llamada Cosmos, utiliza modelos de inteligencia artificial generativa para entrenar máquinas a partir de 20 millones de horas de videos que muestran actividades humanas. Sí, han estado observándonos desde todas las cámaras del mundo para que los robots aprendan cómo abrimos una puerta, recogemos un lápiz o, con suerte, cómo no quemar la cocina al intentar hacer nuestro platillo favorito.
El verdadero truco de Cosmos está en la generación de datos sintéticos, un concepto que suena aburrido hasta que entiendes su importancia: permite que los robots y autos autónomos aprendan en un mundo virtual antes de enfrentarse al caos del mundo real. ¿Qué significa esto para ti? Que cuando un auto sin conductor te pase a 120 kilómetros por hora en una avenida, quizás sea gracias a esta tecnología que no terminas estampado contra un poste.
Por si eso fuera poco, NVIDIA también presentó el Proyecto GR00T, que no tiene nada que ver con el entrañable árbol de Marvel, sino con un esfuerzo por crear herramientas de desarrollo que permitan fabricar robots humanoides más rápidos, fuertes e inteligentes. Como si no fuera suficiente con los humanos narcisistas que ya existen, ahora también tendremos máquinas diseñadas para humillarnos con su perfección mecánica.
¿Las implicaciones? Gigantescas. En términos económicos, NVIDIA calcula que el mercado de robots humanoides podría valer 38 mil millones de dólares en las próximas dos décadas. Por supuesto, eso significa que empresas en manufactura, transporte y logística estarán dispuestas a despedir empleados humanos en masa para dar paso a estos nuevos trabajadores incansables, inquebrantables y sin necesidad de sindicatos. Por otro lado, también podría significar avances en tareas donde los humanos no queremos o no podemos estar: exploración espacial, rescate en desastres o trabajos repetitivos que solo garantizan aburrimiento y lesiones.
¿Y cómo puedes subirte a este tren, suponiendo que no temas ser parte del problema? NVIDIA ha puesto estas herramientas a disposición de los desarrolladores a través de su ecosistema, que incluye plataformas como Isaac Sim y Omniverse. Desde ahí, cualquiera que pueda pagar una licencia puede empezar a diseñar y entrenar robots. Esto democratiza la tecnología, sí, pero también abre la puerta a un caos potencial: imaginemos que cualquier aficionado con un poco de tiempo y suficiente café puede entrenar un robot para hacer tareas que van desde lavar ropa hasta, bueno, cosas mucho más turbias.
El debate sobre este avance no es si llegará a transformar el mundo; eso ya es un hecho. La verdadera pregunta es cómo vamos a gestionar esta tecnología para que no se convierta en otro desastre más de nuestra interminable capacidad de autodestrucción. Porque, como diría un sabio moderno, no es la inteligencia artificial lo que da miedo, sino la estupidez humana.
¿Voy bien o me regreso? Nos volvemos a leer pronto si la IA lo permite. Ánimo, a empezar el año con el pie derecho, izquierdo y todo el cuerpo.
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David Vallejo
Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.
Además esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.
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