Sobrevivimos, simplemente
El informe más reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reconoce que, hasta diciembre de 2024, en México se registraron 46.8 millones de personas que viven en situación de pobreza, de las cuales 37.7 millones sufren pobreza moderada; y 9.1 millones apenas sobreviven de milagro en asentamientos urbanos y rurales.
Sin embargo, no asoma ningún programa institucional que brindara resultados efectivos contra la miseria, que es uno de los males sociales que al paso del tiempo se ha vuelto crónico.
La desigualdad entre los segmentos poblacionales es notable.
Por una parte, se encuentra la minoría que vive las mieles del primer mundo y la civilización, y en la base piramidal se localizan ejércitos de pobres que no alcanzan a satisfacer sus necesidades elementales de vestido, vivienda, empleo y alimentación.
En el mejor de los casos –y de acuerdo a informes del Banco Mundial (BM)--, las personas pobres en forma moderada viven con menos de dos dólares al día; algo así como 40 pesos.
El organismo también ha establecido que las diferencias por país son generalizadas y se reflejan en aspectos como las desigualdades en ingresos, étnicas, regionales, y la diferencia de acceso a los servicios básicos.
Por décadas --y pese a las buenas intenciones de los hombres y mujeres que arriban al poder y se comprometen a combatir este flagelo--, el fenómeno continúa y eventualmente se agudiza.
No hay discursos de políticos o autoridades del partido que se trate --izquierda, derecha, centro--, que no aluda al compromiso histórico de combatir la pobreza, sin que ello pase de ser una estrategia de imagen pública o parte de la retahíla de argucias que inducen al voto a favor de tal o cual candidato a puestos de elección popular.
La visión asistencial de los gobiernos emanados de Movimiento Regeneración Nacional (morena) y la terquedad de la ultraderecha --representada en el PAN--, de ver en cada familia un potencial núcleo de empresarios --sin considerar las condiciones culturales de la gente--, se han convertido en esquemas obsoletos que no atacan el problema de raíz.
Avances no impactan
De acuerdo con la opinión de especialistas, la pobreza debe ser abordada de manera integral, impulsando el desarrollo sustentable que parta de las condiciones específicas de cada región o comunidad y considere tanto aspectos económicos, ambientales y sociales, como el establecimiento de una gran alianza cuyos autores centrales sean los afectados, el gobierno y la iniciativa privada.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), sostiene que, si se busca superar la pobreza estructural, los programas que alientan la producción y el empleo locales tendrán efectos más sostenibles que los que reparten alimentos y recursos.
Ahora bien, pese a que organismos internacionales clasifican a México dentro de las primeras 20 economías del mundo, esto no se refleja en la disminución de la pobreza.
Los avances macroeconómicos no impactan a los hogares de millones de compatriotas, que cada día que pasa ven disminuidas sus posibilidades de superación.
Hay evidencias que demuestran que los planes productivos nacidos en las esferas del actual Gobierno Federal no han dado los resultados establecidos; sobre todo, porque se diseñaron desde el escritorio y los que se ejecutaban con anterioridad --algunos aún aplican--, tienen una cobertura limitada que las más de las veces ahondan la problemática en el mediano y largo plazo.
Otro de los factores que contribuyen a convertir en un mal endémico la pobreza son la crisis económica, la imposición de programas, la falta de continuidad en los que resultan viables, la mala distribución del ingreso, los impuestos onerosos que se nos obliga a tributar a cambio se pésimos servicios públicos, y las profundas asimetrías que persisten en el país (regiones y grupos sociales).
El crecimiento poblacional --de 20 millones de habitantes que éramos en 1940 pasó a cerca de 136 millones en 2024--, aunado al abandono de la rectoría del Estado de importantes áreas de apoyo social, la restricción presupuestal hacia el combate a la pobreza y la falta de vocación social de los gobiernos neoliberales, se suman al fracaso para combatir la miseria.
Igual que los rezagos sociales como el desempleo, el empleo inestable y el consecuente deterioro del poder adquisitivo.
Complejidad del problema
El problema que nos ocupa es muy complejo, ya que está ligado al crecimiento de la economía y a las políticas sociales que implementen los gobiernos en turno en sus tres niveles; y a la organización y participación que deben tener los actores en la superación de esta problemática, que se ha convertido en un lastre histórico y amenaza la seguridad nacional de no ponerse atención al mismo.
De ahí la urgencia de fortalecer y renovar a las instituciones relacionadas con la problemática social, a fin de que den respuestas a las necesidades sociales y a la vez reduzcan las desigualdades que generó el modelo económico neoliberal.
Correo: jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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