El señor Navarro
Desde los primeros meses en que entré a estudiar la carrera de Relaciones Públicas tuve contacto con personas que andaban en el medio periodístico. Recuerdo que en cierta ocasión acompañé a una rueda de prensa al señor Navarro quien por aquel tiempo trabajaba en un periódico local. Fuimos en su carro deportivo color rojo al Hotel Panorámico.
No tengo presente en mi memoria quién era el político que había convocado a rueda de prensa, lo que sí recuerdo es que el señor Navarro me preguntó cuando llegamos a un salón donde ya estaban presentes los medios de comunicación, que si ya conocía a Armando Fuentes Aguirre "Catón". Le respondí que físicamente nunca lo había visto, pero que lo había leído alguna vez. Me dijo:" Pues es aquel señor que está allá", enseguida me señaló al personaje.
El señor Navarro me dijo que iba a saludar a algunos compañeros, que mientras se desocupaba que pasara a comer algo de lo que habían ofrecido a la prensa, como sándwich, café, refresco, agua o galletas. Aproveché el momento para probar algo, y como para sentirme parte de la prensa me acerqué a escuchar lo que decían los periodistas.
Cuando terminó el evento me preguntó el señor Navarro que, si disponía de tiempo para que lo acompañara al periódico, o, de lo contrario, que regresara a verlo a su oficina al día siguiente como eso de las nueve de la mañana. Opté lo segundo.
Al señor Navarro lo había conocido porque en el salón de clases un catedrático había hecho las gestiones necesarias para que fuéramos a conocer las instalaciones del periódico. No sé si todos, pero la mayoría de los compañeros sí estábamos emocionados por saber cómo se imprimían los periódicos, cómo eran las máquinas que se usaban.
Fue un día entre semana que nos reunimos a fuera del periódico para entrar juntos y poder realizar el recorrido por las instalaciones. Nuestro guía fue el señor Navarro. Una vez que terminamos esa actividad, el señor Navarro nos hizo la invitación por si queríamos regresar por más información, o por si había alguien entre nosotros que se interesara en escribir notas periodísticas.
Después de unos días yo sí regresé a saludar al señor Navarro. Este era un hombre rechoncho, cabello rizado y de voz gruesa, tenía un carácter agradable. Cuando estuve con él en su oficina me estuvo hablando de la amistad que tenía con varios periodistas importantes de México, entre ellos estaba la famosa periodista Lolita Ayala.
De un cajón del escritorio, el señor Navarro sacó un álbum. "Mira, me dijo, aquí estoy con Lolita Ayala". Tenía muchas fotos con varios personajes del medio periodístico, porque también había trabajado como reportero en México.
Cuando terminó de enseñarme las fotos, me preguntó: "¿Te gustaría irte a México como reportero?" Me quedé pensativo unos segundos. Enseguida le respondí: "Apenas comencé a estudiar la carrera y no sé nada sobre notas y eso". El señor Navarro me exhortó esta vez" "Piénsalo bien. Las oportunidades solo ocurren una vez. Si te interesa en este momento le hablo por teléfono a unos de mis amigos en México y que te den la oportunidad de trabajar".
No me sentía seguro de quererme ir para México, en cambio estaba contento porque el señor Navarro había tenido la amabilidad de hablarme del mundo del periodismo, aunque solo haya sido en un par de ocasiones.
En la siguiente ocasión que lo volví a visitar al periódico, el señor estaba concentrado en una máquina de escribir. Levantó la vista solo para saludarme: "Hola, Ricardo. Toma asiento y en un momento te atiendo". Había un sofá grande en su oficina, ahí me senté a esperar a que el señor Navarro se desocupara. El señor escribía rápido, sus dedos gruesos eran certeros en las teclas; a través del ruido metálico pude calcular la velocidad con que las palabras en ese momento se iban marcando en el papel bond.
Cuando dejó de escribir me dijo: "Acércate al escritorio, Ricardo". Una vez que me senté frente al escritorio, se le ocurrió pasarme la máquina de escribir: "Te voy a dictar unas palabras, trata de escribir de prisa. Vamos a ver cómo andas".
Me puse bien nervioso. ¿Qué se supone que hacía yo en un periódico visitando a un periodista experimentado? ¿Acaso no estaba ahí para aprender?
"¡Listo! –le dije–, comience a dictarme”. En las primeras palabras que comencé a escribir se me hundieron los dedos en la máquina, aunque los saqué de prisa para seguir escribiendo, al señor Navarro le bastó con eso para saber que nunca había agarrado una máquina de escribir.
"Si te mando a México –me hizo la observación el señor Navarro–, te van a regresar inmediatamente. Síguele escribiendo, pero trata de hacerlo más rápido".
No alcancé a terminar mi capacitación porque el señor Navarro se regresó a la Ciudad de México. Fue una experiencia rápida, pero agradable.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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