La novela que leí en la universidad
Me parece que era el año de 1993, aproximadamente, cuando me encontraba estudiando el 5º semestre de la carrera de Relaciones Públicas. Con los cuatro primeros semestres ya tenía una idea general de cuál sería nuestro perfil profesional al terminar los estudios universitarios; dicho de otra manera: nuestro campo laboral sería sin lugar a dudas en los medios de comunicación.
Si mal no recuerdo, para entonces ya nos habían impartido clases de comunicación, radio y televisión o de redacción periodística. Entre los compañeros de clases ya había uno que otro que trabajaba en una estación de radio. Lo recuerdo porque cuando se trataba de participar en clases sobre un tema, ya sabíamos quiénes eran los que se subían al estrado con mucha seguridad para ofrecernos una exposición más o menos del agrado de todos nosotros.
En aquel tiempo era muy nervioso, cada vez que me tocaba participar lo hacía con un dolor en el estómago. Me recuerdo con muchas deficiencias en el arte de hablar en público. Por lo menos sabía que como conductor de televisión nada más no, habría que ir pensando en otro oficio como reportero o columnista.
En lo que avanzábamos en los estudios de 5º semestre, recuerdo que en cierta ocasión llegó un catedrático con una novela en la mano. La materia era “Elementos de Radio y Televisión”. Acostumbrados a que los catedráticos no nos hablaban de novelas, sino de la materia en cuestión, se nos hizo raro que nuestro maestro de clases nos fuera a hablar de una novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa.
¿Qué tenía de importante para nuestra clase la novela La tía Julia y el escribidor?
El catedrático preguntó al grupo que quién ya había leído esa novela. Nadie dijo yo. Por lo tanto, el catedrático nos dijo que nos recomendaba ese libro porque tenía un mensaje muy interesante, aparte, que se trataba de un joven que trabajaba en una estación de radio.
Como la materia se llamaba Elementos de radio y televisión, claro que por ahí iba la cosa.
No nos habló del contenido de la obra, lo que sí nos encargó para la siguiente clase fue que nos iba a calificar con un comentario sobre la novela.
No sé cómo le habrán hecho algunos compañeros para conseguirla, porque en las librerías (que eran contadas) no encontré ninguna. Para la siguiente clase algunos compañeros que se habían reunido en grupos, se habían pasado cierta información de la novela por si les tocaba participar.
Tal y como lo imaginé. El catedrático preguntó que quién deseaba pararse al frente para comentar sobre la novela. Fueron contadas las participaciones; no hubo más tiempo. Para mi suerte no pasé al frente, pues de qué iba a hablar si no la había conseguido.
Al terminar la clase me preguntó un compañero que si quería leer la novela para que me la prestara. Le dije que no estaría mal, pero que no tenía mucho interés por saber de qué se trataba.
Cuando llegué a mi casa, por la noche, luego de haber cenado, me puse a leer la novela. Los primeros capítulos me parecieron tan emocionantes. Al día siguiente, por la tarde, después de haber terminado las clases de ese día en la universidad, me fui caminando por un camino que baja de la Facultad de Derecho hacia el Paseo Méndez, al llegar ahí seguí caminando hasta la plaza del 15 Hidalgo, frente a Gobierno del Estado.
Me acomodé en una banca y me puse a leer los siguientes capítulos de la Tía Julia y el escribidor. Se trata de un joven periodista que trabaja en una estación de radio elaborando boletines; tiene un amigo enano que trababa en otra estación de radio creando personajes para una radionovela.
El joven periodista, Marito o Varguitas, tiene problemas con su padre, también tiene problemas con su madre a causa de que está enamorado de su tía Julia. Aun con todo y eso, piensa en llegar a ser un gran escritor.
La forma en que Mario Vargas Llosa narra la historia me impactó tanto que me entraron las ganas de escribir.
La etapa por la que yo estaba pasando con mi padre también era difícil, había mucha incomprensión, una pobre relación de padre-hijo. Por esa razón leí la novela con mucho entusiasmo, porque a Marito no le iba con su padre también que digamos, a pesar de eso era un periodista creativo.
Antes de entrar a clases, un compañero del 5º semestre me esperaba en el patio de la facultad, cuando llegué con él me dijo: “¡Felicidades!, ¡leí tu escrito en el periódico!”.
El catedrático de la materia de Redacción Periodística había mandado al periódico una entrevista que le hice a un artista-pintor, que fue con la que me calificó mi participación en su materia.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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