Tengo una amiga que se llama Yolanda, mi amistad con ella ha crecido desde que nos conocimos en la preparatoria. Ayer por la noche me llamó por teléfono para conversar un rato, aunque nunca hemos dejado a un lado el tema de la prepa, de aquellos momentos que han sido inolvidables hasta el día de hoy.

Yolanda era una de esas jovencitas que tenían la mentalidad más despierta que muchos de los que veníamos de la secundaria. Ella pertenecía a un grupito de hombres y mujeres quienes por lo general tomaban decisiones en el salón de clases; al resto del grupo no nos quedaba más que seguir la corriente.

Mi amiga me preguntó el día de ayer: “Oye Ricardo, ¿de qué te acuerdas de mí?, ¿cómo era yo?”.  Físicamente era una chica muy guapa, era un poco alta, inteligente, tenía carácter para enfrentarse a los compañeros que se querían pasar de listos.

Varios compañeros querían andar con ella, aunque recuerdo que Mario era el que estaba enamorado de mi amiga; eso lo sé porque en algún momento me lo llegó a confesar él. Mario no era tan rebelde como los demás compañeros que pertenecían al mismo grupito, él era bonachón, no hablaba malas palabras, le gustaba estudiar, no sé por qué razón nunca se atrevió a declarársele a Yolanda.

Mi amiga me confesó en unas de las conversaciones que hemos tenido, que uno de los compañeros de ese entonces la invitó a salir, que quedaron de verse en el cine por la tarde de un sábado. “¿Y qué pasó?”, le pregunté intrigado a Yolanda. Ella se echó a reír, enseguida me dijo: “Nada, nada; me dejó plantada”.

Como amigo de ella no lo podía creer, porque mientras unos compañeros la pretendían, Yolanda se fijó en uno, el que era el más desordenado del salón de clases, para colmo tuvo el atrevimiento de dejarla plantada.

Yolanda me puso al tanto de muchas cosas que sucedieron a fuera y dentro del salón de clases. Ella se sabe el nombre de casi todos los excompañeros, de los maestros y maestras; incluso, de otros compañeros que fueron a tomar clases en nuestro grupo porque tenían materias reprobadas.

Nosotros estudiamos el bachillerato de Humanidades. Entre las materias que alcanzo a recordar se encuentran: Historia de México, Taller de Lectura y Redacción, Filosofía, Lógica, Matemáticas, entre otras.

Por cierto, a mí me gustaba más la materia de Filosofía, aunque nunca le entendí al maestro; me gustaba la materia de Lógica, pero el maestro se me hacía ilógico.

Cuando me pongo a escuchar a Yolanda algunos fragmentos de la vida en la prepa, me parece increíble que ella estuviera enterada de todo; me deja sorprendido, porque no alcanzo a recordar gran cosa de los dos años que estuvimos estudiando. Me pregunto: ¿y dónde estuve yo cuando sucedieron esos acontecimientos?

A mí también me gustaba Yolanda, solo que estaba más enfocado en los estudios que andar buscando novia. Lo que nunca llegué a imaginar es que nuestra amistad se volviera en reencontrar después de varios años de haber terminado la prepa.

En cierta ocasión fue mi amiga quien me preguntó que si me llamaba Ricardo, lo hizo porque de no haberme dicho primero quién era ella, jamás la hubiera reconocido. El tiempo nos transformó a los dos, claro que no éramos los mismos; nos cambió la cara, la complexión, incluso el color de piel. Lo que no deja de sorprenderme es que ella fue quien me reconoció al momento en que estábamos muy cerca uno del otro.

Desde ese día nos pasamos el número de teléfono celular para seguir en contacto. Como mencioné antes, ella es capaz de recordar casi todos los nombres o apodos de los excompañeros y excompañeras, se acuerda de una chica a la que le decían la Gurrumina, a otra que se llamaba Dulce, Lorena, Leticia, Zamarripa (apellido); o de nombres como Ricardo, La chancla (apodo), Mario; de esos nombres y apodos me acuerdo yo, pero Yolanda me dice casi todos.

Cuando se trata de hablar de la prepa mi amiga es imparable, lo bueno es que tiene buena chispa para contar las historias que sucedieron en la prepa, en una época de rebeldía, de noviazgos, de fiestas que se realizaban en la casa de algún compañero, o de citas amorosas donde nunca llegó el pretendiente; ¡ella llegó a jugar con algunos compañeros a la botella!

Quedamos de tomarnos unas fotos en el pino de Navidad que se encuentra frente a Gobierno del Estado. Después de ahí pensamos ir a tomarnos un café en un buen restaurante para festejar un año más de amistad. ¡Y pensar que Yolanda era una de las chicas más atractivas de la prepa!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.