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Un fantasma en mi departamento

Por: Ricardo Hernández El Día Martes 03 de Diciembre del 2024 a las 20:16

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Cuando andaba en busca de un pequeño departamento donde vivir, le platiqué a unos amigos. En los días siguientes, en el café me comentó uno de esos amigos que él sabía de una casa donde rentaban departamentos para soltero, que no especificaban la edad. Enseguida me dio la dirección.

La casa a la que había llegado daba la impresión de haber sido antes un hotel, aunque no era un hotel antiguo, sino que por problemas de administración –me enteré después– no se pudo continuar como hotel, y se quedó como renta de departamentos.

Lo único que me importaba en ese momento eran dos cosas: que tuviera baño interior y que no fuera tan caro. Cuando pasé a ver los departamentos me gustó el primero que me mostró la encargada de la administración, porque tenía lo que necesitaba que era el baño interior, aparte, contaba con una cama matrimonial.

Cuando uno renta una casa o departamento, por lo general nos hacemos las preguntas: ¿y cómo serán los vecinos?, ¿serán buena onda? ¿Serán escandalosos o tranquilos?

Aunque al último lo que menos importaba era quiénes vivían en esos departamentos o cuáles eran sus costumbres. Lo que me interesaba era tener mi departamento, dormir tranquilo, leer o escribir por las noches o por la mañana; existían otros intereses personales con los que urgía ocuparme.

No había pasado más que una semana desde que había llegado a instalarme en mi nueva casa de soltero. A un lado de mi cama, en el piso, había acomodado alrededor de quince libros, uno encima del otro. Los puse ahí porque eran los que tenía que leer durante esos días.

Cierta noche cuando terminé de leer uno de esos libros lo acomodé mero arriba de los otros, apagué la luz y me quedé bien dormido. De pronto, escuché un fuerte ruido, como si un animal hubiera pasado entre los libros y los hubiera arrojado hacia alguna parte.

En lugar de encender la luz, lo que hice fue agarrar mi teléfono celular y comencé a grabar en la oscuridad con la intención de tener evidencia de lo que pudo ocasionar ese ruido. Segundos después encendí la luz del departamento, me di cuenta que los libros estaban desacomodados, dispersos por el piso.

Cualquiera podría suponer que pudo haber sido una rata grande la que ocasionó tal desorden. Aunque, claro, eso no pasó por mi mente. Después de unos días de ese incidente, dejé un par de vasos grandes en lugar de los libros. Por la noche, volvió a pasar algo parecido, logré escuchar el momento en que tiraron los vasos.

Agarré el teléfono celular y comencé agravar en la oscuridad. En ninguna de las dos grabaciones salió el culpable, incluso no se escucharon ruidos externos a los que yo estaba haciendo debido a mi respiración o a los movimientos de la mano con el teléfono.

En otra ocasión, había comprado una barra de pan Bimbo porque tenía ganas de cenarme un sándwich, para eso compré también mayonesa, jamón y queso amarillo. Después de un par de horas dejé la barra de pan Bimbo en una mesa de plástico que estaba a un lado de mi cama, por el lado derecho.

En una bolsa de plástico guardé el queso amarillo junto con lo que quedó de jamón, enseguida la puse sobre una silla de madera que se encontraba a mi lado izquierdo. Apagué la luz y me quedé bien dormido.

¡Por tercera vez había pasado algo parecido a lo anterior!, algo arrojó la bolsa de Bimbo y cayó cerca de la ventana, en el piso. Ahora sí encendí la luz inmediatamente, me fijé lo que había ocurrido y noté que la bolsa de pan Bimbo estaba en el suelo. Una vez que la levanté y la acomodé sobre la mesa de plástico, alcancé a darme cuenta que la otra bolsa donde estaba el jamón y el queso amarillo, también estaba tirada en el piso.

No quise quedarme con esas experiencias, por eso le comenté al amigo que me había recomendado con esa casa. Le expliqué los tres casos que habían ocurrido en mi departamento. Mi amigo sabía algo de lo que había ocurrido en esa casa, enseguida me puso al tanto. Resulta que en ese lugar (casa u hotel) se habían muerto tres personas hacía años: la madre y dos hijos; fueron hechos aislados, es decir, que ocurrieron en diferentes años.

Con esa información decidí comentarle al dueño de la casa lo que me había ocurrido. El señor en lugar de verlo preocupado, me dijo como si fuera muy normal el asunto: “Tal vez sea mi madre”. Me despedí del señor como si nada hubiera pasado.

En realidad, yo no estaba asustado, lo que deseaba saber era si en esa casa había ocurrido algún acontecimiento de muerte, porque lo suponía, a eso se debía que movieran las cosas de su lugar. Desde hace años he tenido experiencias increíbles tanto que he llegado a familiarizarme con ellas. 

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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