Mientras tanto, en lo que el médico Gerardo anda de viaje, lo que me corresponde hacer es revisar la redacción de los capítulos, aunque antes de eso es necesario volver a verificar la paginación, ya que las primeras páginas no llevan número, sino del prólogo en adelante.

Los primeros libros que escribí como pruebas llevaban una “página de cortesía” la cual es una hoja en blanco que va al principio, en ella se puede escribir una dedicatoria, por ejemplo.

Aparte de que había configurado los libros de prueba con una página de cortesía al principio, también dejaba una página de cortesía al final. Así lo estuve haciendo como práctica, hasta que tuve la oportunidad de apoyar a un señor quien me pidió que su libro no llevara esas páginas porque se veían vacías.

Me llamó la atención estas dos maneras de ver la página de cortesía, porque en lo personal sí me agrada ver esa hoja en blanco al principio del libro, la veo como de lujo; en cambio, al señor le pareció una hoja vacía, es decir, sin texto, sin importancia.

Para no discutir ese punto lo que hice fue quitarla; no tan solo la quité en el libro del señor, sino que ya no la he considerado para otros trabajos.

La paginación la comienzo a partir del prólogo, aunque debo aclarar que los dos últimos trabajos que he editado lo llevan. Antes los trabajos llevaban portada interior, dedicatoria, agradecimientos, introducción y el índice. Ahora le agrego el prólogo.

Parece fácil realizar la paginación. Se debe estar bien atento para que los números aparezcan en las páginas adecuadas.

Por otro lado, tenemos el pie de foto, es decir, la información o texto que se encuentra al borde inferior de una imagen o fotografía.

Para el trabajo que actualmente me encuentro realizando, estoy revisando que las imágenes lleven pie de foto, lo considero necesario porque de lo contrario no se sabría quién es la persona o personas que salen ahí.

En lo que concierne a la redacción de los capítulos del contenido de una obra que estoy revisando, como quise decirlo al principio de esta columna, considero que hay que prestar mucha atención a la construcción de oraciones, al uso adecuado de las comas, a no abusar de la “y”, del “pero” o del “yo”.

Otro problema que he detectado para este trabajo en proceso de revisión, es el abuso de los gerundios: “Y estando yo con mi tía”; “Habiendo ganado”; “Teniendo yo como catorce años”.

Podríamos escribirlo de esta otra manera: “Mientras estaba con mi tía”; “Una vez que gané” o “Después de haber ganado”; “A mis catorce años”, son posibles sugerencias.

Recuerdo que el médico Gerardo a quien estoy apoyando en la edición y corrección de su libro, me dijo en cierta ocasión que le leyera unos telegramas que había conservado durante muchos años. Cuando desdoblé con mucho cuidado uno de los papelitos para leérselo, él me preguntó: “¿Qué fecha tiene ese telegrama?”. Le respondí inmediatamente: “1954”.

Enseguida me dijo: “Dime lo que dice el texto”. Le leí tal como decían las siguientes palabras: “Felicitote por tu graduación”. Si se dan cuenta, la palabra “Felicitote” no lleva acento en ninguna de las dos “i”, por eso al leerla yo sin acentos, al médico se le hizo raro escuchar tan mal pronunciación de esa palabra.

El médico se echó unas buenas carcajadas, luego cuando se tranquilizó me corrigió: “No se dice felicitote, sino felicítote”, y se volvió a carcajear. Cuando se calmó, me dijo sonriendo: “Es que así se escribía antes en los telegramas, pero lleva acento en la segunda ‘í’”.

Fueron varias palabras que le leí cuyos acentos no se pusieron al momento de redactar los telegramas, por eso no tuve ni idea de cómo se pronunciaban esas palabras. No se me ocurrió decirle al médico que yo era de Parchís para acá.  

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.