El niño enamorado
RELATO 1.-La familia Wong Amar, de origen chino y libanés, dejaron en mí su marca, su huella, al igual que en muchos de los vecinos del 18 Juárez y Zaragoza, en pleno centro de ciudad Victoria, Tamaulipas, y, cómo no, si siempre sus principales virtudes fueron la preparación académica, la buena vibra y la solidaridad.
Entre ella –la familia- destaca la maestra en educación primaria, Rosalinda, una mujer muy risueña, bondadosa y atenta, que me tomaba de la mano para llevarme a la Escuela Primaria Epigmenio García, no sin antes detenerse en los tendajos de barrio para comprarme paletas de hielo, dulces y galletas, de esas que todo niño devora.
Ella, una maestra muy disciplinada, cuidadosa y participativa, que le daba lustre a su profesión, que es muy respetada por todos aquellos que pasamos por las aulas y que jugamos con libertad en los patios de la institución escolar, el segundo hogar que hoy mueve para revivir los recuerdos.
Como un niño que fui, usaba mucho la frase “de la casa a la escuela y de la escuela a la casa”, que hacía sonreír a la maestra Rosalinda, porque siempre me comía la “S”, un defecto que al paso del tiempo fui perfeccionando, porque de otra no queda.
Y como no recordar a la maestra, que para mí fue la más cotizada adorable y simpática, al grado que de niño decía que me había enamorado de una asiática, lo que hacía reír a mi familia que no me bajaba de chamaco canijo.
Por ocho años esa conocida familia vivió en el 18 y 19 Zaragoza, a unos pasos de mi casa, - la mía - un hogar modesto, pero muy amplio, y tan pobre, pero abundaba el olor y el sabor, a cariño.
Vaya barrio el de nosotros y la calidad humana de los vecinos que en la calle codo a codo fuimos mucho más que dos, un barrio en el que habitaron, aparte de los maestros, los licenciados, las enfermeras, los doctores y las reinas de belleza, que no faltaron, y que le dieron fama a esa zona centro de la capital de Tamaulipas.
Nieta de chinos y libaneses, la maestra Rosalinda se dejó ver hace algunos meses en un centro comercial local y junto con mi esposa Blanca –quien es maestra- me le acerqué y me identifiqué. No me ubicó, pero con una breve plática de por medio se acordó de mí, de aquel chamaco enamorado.
Ella es amiga de mi esposa y mi conyugue le dijo: “Siempre platica que de niño quería que Usted fuera su novia”. La maestra Rosalinda se ruborizo y le dijo: “Y ahora ya no”, y soltó una sonora carcajada.
Y escribo esto porque en la lista de integrantes del gabinete del alcalde de Ciudad Victoria, Eduardo Gattas Báez, aparece como secretario técnico, Gildardo Wong Amar, un amigo con el que como periodista conviví por mucho tiempo, porque formo parte de las administraciones estatales.
Fuerte, es el paquete que le espera al buen Gildardo, hermano de la maestra Rosalinda, porque como contador experimentado se encargara del estudio, la planeación, y el despacho de los diversos asuntos de la administración pública municipal, para lo cual se requiere de información y análisis.
Por cierto, Gildardo estudió en la Facultad de Comercio y Administración de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, que hoy está a cargo del rector Dámaso Anaya Alvarado, una institución que aún se debe mostrar orgullosa de quienes ocuparon un pupitre y que ahora forman parte de la administración pública municipal.
Igual que yo, Gildardo estudió en la Escuela Primaria Epigmenio García, donde su hermana Rosalinda sigue siendo recordada como una maestra ejemplar que tomo de la mano a los pequeños y los condujo por el buen camino.
Esta calidad de recuerdos, no los puedo borrar.
Menos ahora, que se acumulan los años.
Y todos sabemos, lo que va a pasar.
Correo electrónico: tecnico.lobo1@gmail.com
Javier Rosales
Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.
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