El tiempo político es poder
“La legitimidad depende, en parte, de la obtención de resultados, y esta a su vez depende de la estrategia. El tiempo de transición es ideal para delinear un plan y sentar las bases del gobierno que vendrá”.
El tiempo es poder. Cuando se gobierna por periodos cortos o limitados, como en el caso mexicano, es común encontrar ineficacia en la ejecución de políticas públicas, en la construcción de mayorías legislativas o en la capacidad de articular las diferencias políticas en torno a objetivos comunes. Los gobernantes pierden tiempo y lo que señala la ley termina por cronometrar su éxito o su fracaso, define las posibilidades que se tienen de alcanzar adhesiones políticas colectivas y determina si la agenda de gobierno y las propuestas promovidas en campaña se podrán llevar a cabo.
La política es ciencia, arte, técnica… pero también es saber comprender el manejo de los tiempos para alcanzar la articulación y constitución (o rearticulación y reconstitución) de sujetos, sociedades e instituciones a través de las cuales se organiza la vida pública, más allá de lo que la norma señala.
Por definición, la democracia es pro tempore: los gobiernos tienen principios y finales definidos y se gobierna por periodos relativamente cortos. Los ganadores y perdedores en una elección determinada dejan de serlo con el tiempo. Es esta característica de las democracias la que advierte a los gobiernos sobre el carácter perecedero del poder, al limitarlo. Algunos incluso afirman que, en un régimen presidencial, como el nuestro, el tiempo se convierte en un instrumento básico del gobierno, en tanto abre espacios para las decisiones, pero también en un obstáculo.
Es en el tiempo donde los candidatos, una vez electos, tienen el enorme desafío de poner en marcha sus propuestas de campaña, construir mayorías y gestionar un sinnúmero de pendientes que las sociedades exigen. Si ejercer el poder es difícil en cualquier forma de gobierno, se vuelve más complicado en un sistema donde el tiempo determina el éxito o el fracaso de los gobernantes directamente. Por ello, en los sistemas democráticos los gobernantes electos están obligados a planear cada uno de los periodos con especial atención.
Cuando un candidato a presidente municipal o de un país obtiene el triunfo enfrenta dos sentimientos: el primero es la satisfacción de la victoria; el segundo, la incertidumbre ante la vertiginosa pregunta: ¿ahora qué sigue? La elaboración de un plan para después del triunfo electoral muchas veces no es contemplada en el arranque de la campaña, pues el interés se centra en ganar, no en gobernar.
Ejercer el poder es una responsabilidad que no todos los gobernantes recién electos tienen clara. Implica que en un periodo determinado se convierta la autoridad institucional en la base para la construcción de un poder político que pueda transformar a la sociedad. Por ello, se debe instaurar una agenda de cambio que sirva como medio para transformar la realidad de su municipio o del país según sea el caso. Esta agenda debe estar liderada por el presidente y abarcar a todo su equipo.
La agenda de cambio del presidente electo debe consistir en inaugurar un nuevo gobierno que permita ejercer el poder y no solo la autoridad. Se trata de pasar del poder formal al poder real. Para ello, el presidente electo debe (1) definir la intención de su gobierno, (2) diseñar una estrategia, (3) instrumentarla por medio de la acción y (4) establecer mecanismos para el control de consecuencias.
Desde el día siguiente a la jornada en que gana la elección, el presidente electo debe tener claro para qué quiere el poder y definir cuál es la intención del nuevo gobierno. El presidente electo no solo debe contar con un conocimiento preciso de los proyectos concretos más importantes que requiere su municipio o el país, sino también determinar el tipo de transformación que desea impulsar mediante la definición de un objetivo o propósito claro y delimitado. Cuando el propósito es claro, se puede construir un mapa de posibles aliados y de potenciales fuerzas opuestas —incluyendo grupos de interés, ciudadanos que pueden simpatizar con el proyecto y medios de difusión, tanto afines como adversos.
Un gran reto que enfrentan el presidente electo y su equipo en la formulación de una nueva estrategia es evaluar el escenario sobre el que se está y, en lo posible, examinar cuidadosamente los factores que intervinieron para llegar a él. El presidente electo enfrentará dos fases estratégicas una vez que obtenga el triunfo. La primera son los 120 días que transcurren después del triunfo electoral y los 100 días posteriores a la toma de posesión. La segunda es el tiempo que transcurre después de los primeros 100 días de Gobierno y hasta el final de su periodo. Al mismo tiempo, la estrategia del nuevo gobernante debe estar fundamentada en dos ejes: construir consensos y gestionar disensos.
Benjamín Franklin afirmaba que “si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches”.
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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