Campañas triviales
Estamos a sólo dieciocho días de la jornada comicial para elegir Presidente de la República, 128 senadores, 500 diputados federales, 8 gobernadores; en Tamaulipas 36 legisladores locales y 43 ayuntamientos. Pero fuera de la contienda presidencial, el proselitismo de los otros candidatos poco se ve y menos se siente.
El grueso de los abanderados no ha logrado penetrar en el ánimo ciudadano y sí, por el contrario, exhibe un indigno nivel de competición.
Esto ocurre porque los candidatos, sus asesores, panegiristas que los acompañan y uno que otro aprendiz de político, han sustituido al debate y al razonamiento con el pleito callejero.
A la menor provocación sus corifeos se lanzan a la yugular del adversario --con todo--, sin que les importe que los ojos de la ciudadanía estén puestos en ellos ni que sus riñas motiven la crítica fundamentada de los medios de comunicación masiva, que ante lo insulso de las ofertas opten por destacar temas de mayor trascendencia.
Todos sabemos cuáles son los problemas centrales que aquejan a la población.
De ahí que el mensaje de quienes aspiran arribar al Congreso de la Unión no aporte mucho, aun cuando en las entrevistas de prensa o en su perorata saquen a relucir la trillada letanía: empleo y seguridad; justicia y educación; amén de un sinnúmero de apoyos, aumentos, disminuciones, becas y la creación de instituciones, etcétera…
Así, lo que ve, lee y escucha el elector, en todo caso, no pasa de ser un catálogo de buenas intenciones, cuya diferencia entre uno y otro prospecto lo marca el énfasis que cada cual aplica a su discurso.
El problema de bajo perfil que registra el proselitismo de los candidatos no se da porque los contendientes expongan las necesidades de los segmentos poblacionales que habitan en el país, sino por la manera en que ambigua en que plantean superar dichas carencias y rezagos.
Es decir, no exponen con claridad cuáles son sus estrategias específicas, partiendo de lo que hasta ahora se ha realizado y dejado de hacer.
Esto es lo que podría distinguir a un proyecto de otro.
Perorata trillada
En lo que respecta a la población tamaulipeca, ésta de ningún modo pretende encontrar en la boca de los políticos resultados mágicos, pero sí un mensaje coherente que evidencie compromisos y el conocimiento acerca de lo que éstos ofertan como solución.
Me explico: si se trata de combatir el narcotráfico y la delincuencia, lo más indicado es que digan cómo planean hacerlo, pues no basta con echarle la culpa a otras instancias ni exigir ajustes de personal en las dependencias encargadas del asunto o modificaciones orgánicas, sino de ir al fondo de estos asuntos que se han convertido en un fenómeno estructural y amenaza la tranquilidad familiar, tanto en la zona fronteriza como en el centro y sur del estado.
Por tanto, el reclamo ciudadano es vigente y válido, en virtud a que transcurre el tiempo sin que la Federación atienda puntualmente su responsabilidad; y las asignaturas pendientes se han convertido en un círculo vicioso, dada la ineficacia que distingue al equipo presidencial en materia de seguridad pública.
Igual es entendible que la población se sienta agraviada y exija algo más que la buena y noble voluntad del gobierno que viene, en su quehacer de gestoría de un problema cuya responsabilidad es del inquilino de Palacio Nacional.
Merced a lo anterior, el cuestionamiento es elemental:
¿Por qué la gente tiene que creerle a tal o cual candidato, si en más de una ocasión ha escuchado brillantes piezas oratorias sobre la problemática que sufre y al respecto, en el mejor de los escenarios, poco se le resuelve?
El reclamo
Hoy, como ayer, persiste la incredulidad ciudadana.
Y a esto contribuye, sin lugar a dudas, la terquedad de quienes desde la oposición aspiran al poder y pretenden devastar lo que construyó quien será su antecesor; o tratarían de erigir su mandato sobre las ruinas del que se va, aun sabiendo que sus propios proyectos nacieron muertos.
Hay áreas y programas que proyectan derribar para levantar en el mismo espacio y con propósitos similares verdaderos monumentos a la egolatría y la mediocridad.
Eventualmente la continuidad es discursiva, al menos hasta la fecha, y en lo que respecta a los planes de largo alcance, estos pasan a engrosar el archivo de los sueños milenarios.
Por lo anterior y mucho más, los dos candidatos opositores a morena están obligados a emplearse a fondo y establecer sólidos compromisos con los grupos sociales, en vez de enfrascarse en un intercambio de acusaciones y descalificaciones que sólo enturbian el panorama.
Estamos a días del tercer debate entre candidatos presidenciales. Y si no quieren debatir con altura y civilidad, que no lo hagan, porque lo más importante, ahora, es ir al encuentro con la ciudadanía y escucharla, lo que de ningún modo cancela la obligación de mostrar en público su proyecto.
Justamente eso es lo que podría inclinar la balanza el día de los comicios.
Correo: jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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