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Geño y Cabeza son bandoleros

Por: Ambrocio López El Día Viernes 03 de Mayo del 2024 a las 18:03

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A lo largo de la historia han existido personajes que actuaron al margen de las normas sociales, pero se ganaron el afecto de la gente porque en su actuar destilaban generosidad, heroísmo, carisma. Hubo algunos que inspiraron obras que exaltaban la bondad de ciertos bandidos. Robin Hood, Chucho El Roto, Juan Nepomuceno Cortina, Francisco Villa, Emiliano Zapata son ejemplos de figuras, imaginarias y/o reales que en determinados momentos de su vida fueron bandoleros con causa, es decir, se lanzaron contra los poderosos para favorecer a los pobres. En el campo de las humanidades se estudia el bandolerismo social como una forma primitiva de rebelarse contra las injusticias en cualquier parte del mundo.

Eugenio Javier Hernández Flores, exgobernador y aspirante al senado por el Partido Verde podría incluirse en la categoría de bandolero social contemporáneo porque hay miles de personas que consideran que fue encarcelado injustamente. Entre sus seguidores hay personas de distintos segmentos sociales que fueron beneficiados durante su gestión como jefe del poder ejecutivo en Tamaulipas. Francisco Javier García Cabeza de Vaca, exgobernador y frustrado aspirante a diputado federal plurinominal podría entrar con pinzas en la categoría de bandolero social considerando que es perseguido por la justicia, pero, a diferencia de Robin Hood y Chucho El Roto, el señor Cabeza cometió presuntos delitos para beneficiarse a sí mismo y a un reducido grupo de correligionarios. Geño es requerido por la justicia de los Estados Unidos y Cabeza es perseguido por la justicia mexicana. Por lo pronto respiran aire libre mientras las fiscalías deciden en definitiva si son perseguidos políticos o simples bandoleros.

La interpretación de Hobsbawm sobre el bandolerismo social del tipo que encarna Robin Hood, el ladrón noble, rompe con la tradición historiográfica que considera como mero delincuente, un «fuera de la ley», a todo participante en las luchas armadas contra el poder establecido, situando en un primer plano, en el campo de la investigación histórica, a movimientos sociales que los prejuicios ideológicos y sociales habían relegado al anonimato de los archivos policiacos, las páginas sensacionalistas de los periódicos, leyendas, relatos y cantos populares. Es por eso que la crítica de Hobsbawm de que «bandoleros y salteadores de caminos preocupan a la policía, pero también debieran preocupar al historiador», es completamente justa.

Él hace un reconocimiento explícito a los antropólogos, quienes por su trabajo están más cerca del mundo rural pre-capitalista o imperfectamente capitalista y de movimientos sociales que como los milenaristas, han sido estudiados por investigadores como Peter Worsley y Norman Cohn. Gilberto López y Guillermo Rivas Pacheco afirman que este autor conceptualiza el bandolerismo social como una de las formas más primitivas de protesta social organizada, quizás la más primitiva, y sitúa este fenómeno casi universalmente en condiciones rurales, cuando el oprimido no ha alcanzado conciencia política, ni adquirido métodos más eficaces de agitación social pero se enfrenta al Estado y a sus agentes, policías, soldados cobradores de impuestos, lo mismo que a terratenientes, mercaderes y sus afines, desde sociedades en los que los lazos de solidaridad basados en el parentesco y la territorialidad, no han dejado de existir.

Esta forma de protesta social surge especialmente, y se torna endémica y epidémica, durante periodos de tensión y desquiciamiento, en épocas de estrecheces anormales «como hambres y guerras, después de ellos, o en el momento en que los colmillos del dinámico mundo moderno se hincan en las comunidades estáticas para destruirlas y transformarlas». El bandolerismo social se presenta como una forma pre-política de resistir a los ricos, a los opresores extranjeros, a las fuerzas que de una u otra forma, destruyen el orden considerado «tradicional», en condiciones extraordinariamente violentas, provocando cambios notables en un espacio de tiempo relativamente corto. El bandolero social representa un rechazo individual a nuevas fuerzas sociales que imponen un poder cuya autoridad no es del todo reconocida o sancionada por la comunidad, que ayuda y protege al bandolero.

La existencia de esta cooperación por parte de una población oprimida es fundamental para diferenciarlo del simple delincuente. Y es que al enfrentarse contra los opresores, el pueblo oprimido ve expresado sus anhelos íntimos de rebeldía. Por ello, toma el papel o es trasformado en el vengador o defensor del pueblo. Estos «símbolos» de la rebeldía popular son hombres que generalmente «se rehúsan a jugar el papel sumiso que la sociedad impone…, los orgullosos, los recalcitrantes, los rebeldes individuales…los que al enfrentarse a una injusticia o a una forma de persecución, rechazan ser sometidos dócilmente.» Se trata, por lo general, de hombres jóvenes, solteros y sin carga familiar, ligados a un territorio en el que han nacido y en el que mueren, casi siempre traicionados, y como afirma un refrán corso, señala Hobsbawm, «muerto después de muerto, como un bandolero por la policía». Son territorios montañosos, escarpados o boscosos, en donde el bandido busca protección de la población que lo mantiene abastecido.

Correo: amlogtz@gmail.com

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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