Costo del voto electoral
Estamos en pleno proceso electoral: para este momento ya los candidatos presidenciales están en campaña; en tanto que los candidatos a diputados federales, senadores, presidentes municipales como diputados locales, están a un tris de empezarlas. Y bueno, en estas épocas, siempre nos preguntamos. ¿Cuál es el precio del voto mexicano? Recuerden que, efectivamente, el Presidente AMLO ha dicho que son muy caras; y no es por nada, pero en Estados Unidos y en Canadá, el voto no cuesta ni 10 dólares; y los cálculos en México es que son casi 24 dólares, es decir, más del doble.
Vistos en números, efectivamente, la democracia mexicana es muy cara. En un tiempo nos decían que es cara por dos motivos: la desconfianza del ciudadano, que ha obligado al órgano electoral a desarrollar medidas preventivas en contra del fraude electoral; y por el otro, que los mexicanos entre el 40 y 50 por ciento no sale a votar, el abstencionismo es demasiado. En lo personal creo que el costo es mucho mayor; y lo lamentable, lo pagamos los ciudadanos que cumplimos con nuestras obligaciones fiscales.
EL GASTO ELECTORAL.
No quiero poner números para no abrumar, como dice Catón, a mis cuatro lectores, pero si enumerar algunas situaciones específicas. Por ejemplo, una de ellas, es el financiamiento público: cuando el Estado asumió el gasto electoral, como financiar a los partidos políticos, que es en razón a los votos que obtienen en las diversas elecciones. A estos gastos, es preciso agregar las prerrogativas, como las de radio y televisión, que son parte del esquema que las concesiones otorgan al Estado.
Todos sabemos, por otra parte, que los candidatos son receptores de aportaciones de ciudadanos, que es el financiamiento privado; sin embargo, pese a la fiscalización del órgano electoral, se asume que se gasta más, más y más. Vale recordar en los tiempos del PRI, a un candidato a gobernador le preguntaron si había dinero ilícito en su campaña y, sin ruborizarse, respondió: la bolsa está abierta para el que quiera aportar, y no nos damos cuenta de quien lo hace. Nadie, nadie, en su sano juicio puede aceptar esto como una verdad: por eso, a tras bambalinas, se habla de acuerdos inmorales.
PRECAMPAÑAS INMORALES.
Los victorenses no me dejan mentir. Hemos sido testigos de una intensa precampaña de unos y otros que, en su ambición personal, querían ser los sustitutos de Eduardo Gattas en la Presidencia Municipal. Creo que no es necesario poner nombres: basta recordar los múltiples panorámicos distribuidos a lo largo y ancho de la capital, recordar las múltiples jornadas médico-asistenciales en colonias, la repartición de propagando utilitaria o de artículos para el hogar. Todo eso, quiérase o no, es un gasto, una inversión.
Aparte hay gastos que no se consignan: los que se gastan, diríamos, en relaciones públicas o que tienen que ver con la búsqueda de consensos entre quienes deciden. De siempre, por ejemplo, se ha dicho, que hay inversiones políticas inconfesables, como las que apuntan a comprar una candidatura. Todo eso, quiérase o no, es parte de un gasto con un propósito. Por eso, de pronto, si hacemos cuentas podemos decir que no contiene: un candidato a diputado o a Presidente Municipal, que no puede ganar más que el Presidente, no puede no debe gastar más de lo que va a ganar estando ejerciendo el cargo: un alcalde, o diputado, son 36 meses de sueldo, que tiene que ser menor a 150 mil pesos.
INVERSION POLITICA.
Es un secreto a voces que en la política hay muchos inversores: empresarios, industriales, comerciantes, financieros, entre otros, de la elite económica; hacerlo no les significa ningún problema, porque para ellos es una inversión: que va a redituarles excelentes ganancias en la medida que, si la inversión fue relevante, habrá ganancias vía contratos, con nombramientos a cargos públicos de amigos y familiares (recomendados pues). Claro, hay sus asegunes, pero son los riesgos: cuentan cómo, un candidato ganador, antes de tomar posesión mando llamar a unos, les regreso sus aportaciones y les digo que ya no había compromiso… se entiende que, llegaron, otros más poderosos que así invirtieron.
¿Cómo explicar que, durante 18 años, AMLO solo trajo 200 pesos en su cartera, no uso tarjeta de crédito, ni tuvo ingresos formales? Obvio, hubo aportaciones para su movimiento, como los fajos de billetes que recibió su hermano, para el movimiento aclaro. ¿Cómo explicar que Carlos Slim, ante el desastre el metro, no acepto culpas, pero corrió con el gasto de repararlo? Hagan de cuenta, le invirtió para cuidar a Claudia Sheimbaum, la potencial, próxima Presidenta de México.
Ya nos enteramos que en la 4T la fortuna de Slim creció más del 30% y, dice, sin contratos gubernamentales. ¿Le creemos? Y es que, como en tiempos del PRI, algunas fortunas se incrementan y, además, hay nuevos ricos sexenales.
Melitón Guevara Castillo
Licenciado en Administración Pública (UAT), Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).
Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).
Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.
Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.
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