Las buenas historias en el poder político
Al igual que Don Quijote, los políticos también necesitan salir a luchar en contra de alguien. No se puede hacer política sin la existencia de un villano que encarne o represente algún mal que afecte a la ciudadanía o a un sector vulnerable.
La narrativa no es el mensaje. Es el marco que lo contiene.
La manera más fácil de contar una historia es aprovechar las historias que nuestras audiencias ya tienen en sus cabezas. Los marcos de referencia o esquemas que ya usan para darle significado a las cosas que ocurren en sus vidas y a la información que consumen.
A través del lenguaje podemos activar o priorizar ciertas historias que nuestras audiencias conocen y usan para simplificar sus vidas, armar sus prejuicios y tomar decisiones.
Al usar un símil, una metáfora o una alegoría es posible introducir con mayor facilidad una idea en el sistema de creencias existente de nuestras audiencias. Esto incrementa la probabilidad de que mi historia sea oída, recordada, entendida y repetida.
Los ámbitos de nuestras vidas a los que dedicamos menos atención y tiempo son más propensos a ser ocupados por historias sencillas y simples, muy similares a las que hemos consumido desde que somos pequeños.
Las metáforas que encontramos en los cuentos infantiles, en las series de televisión y en la literatura universal, ofrecen marcos que usamos para darle sentido a nuestras vidas. Muchas de estas historias tienen, personajes centrales que se repiten una y otra vez y que nos ayudan a entender muy rápidamente quién es quién en una historia. En estas historias siempre hay un héroe, un villano y una víctima a quien salvar.
Las buenas historias en política tienen un “héroe” que está dispuesto a hacerlo todo para salvar a una “victima” de un “villano” perverso con el uso de un “talismán”. En ocasiones el “héroe” cuenta con la ayuda de un “mentor” o “ayudante” que hace su misión posible.
Esta forma de ver la narrativa en política no solo es útil para asignarle al político un rol dentro de la historia que él quiere contar sino también sirve para que sus receptores, los ciudadanos o su electorado, comprendan la historia y se sientan identificados con el rol que tienen dentro de ella.
Cuando un político, en gobierno o en campaña, construye una narrativa con estas características, y le asigna el lenguaje de una historia familiar y emocional correspondiente, incrementa las probabilidades de que su punto de vista sea oído, comprendido, recordado y compartido.
Toda buena historia tiene un buen villano
En efecto, al igual que Don Quijote, los políticos también necesitan salir a luchar en contra de alguien. No se puede hacer política sin la existencia de un villano que encarne o represente algún mal que afecte a la ciudadanía o a un sector vulnerable. Al definir a un villano al cual combatir facilita al político un rol en la configuración de la narrativa que quiere contar a su electorado.
Un buen villano debe tener patas, cuernos y cola; es decir, debe ser concreto. Que exista una imagen o símbolo claro y compartido que pueda evocar al momento de dirigirse a los ciudadanos.
Un mal villano es aquel villano abstracto. Un villano general que no ocupa un lugar definido en nuestras cabezas. Por ejemplo, luchar contra la ignorancia, si no se tiene un símbolo o una imagen que la represente es como pelear contra el aire. Otro ejemplo de un mal villano es la mediocridad, mientras esta no sea aterrizada en una imagen concreta para el ciudadano es muy complicado que esta sirva como villano.
Toda buena historia tiene a alguien a quien salvar
Así como toda buena historia política debe tener un buen villano, también debe tener una buena “víctima” a quien salvar.
Esta “víctima” normalmente tiene que representar a algún sector de la población que deba o necesite ser salvado de las garras del villano.
El tener claro quién es la víctima de la historia le da claridad al político y al ciudadano sobre la historia que le estoy contando, qué represento yo como héroe y cuáles son mis prioridades en materia de política pública.
Toda buena historia tiene un héroe
En todas las historias políticas exitosas siempre existe un héroe quien es llamado por sus cualidades a luchar contra un “villano” que viene causando daño a una “víctima”.
El político siempre tiene que presentarse como la única persona capaz, por sus cualidades, de defender y luchar por la “princesa”.
Toda buena historia tiene un talismán
El héroe no puede cambiar la situación de la “princesa” sin una varita mágica, sin un talismán, sin un arma secreta. Este talismán da cuenta de la capacidad del héroe para salvar a la princesa. Gracias a este objeto preciado, él o ella, y nadie más, tiene mayor probabilidad de derrotar al villano.
Una buena historia permite ocupar un lugar en la mente de los ciudadanos. Contar siempre la misma historia, representar al mismo héroe, simplifica el trabajo de contarle a los ciudadanos lo que represento, lo que busco, lo que pretendo lograr si salgo elegido y lo que se puede esperar de mí ahora que he sido nombrado en un cargo.
El mensaje es clave, pero no significa nada si no le ofrezco a los ciudadanos unos ganchos para que quede bien ajustado en su mente. La narrativa cumple esa función.
@Alberto_Rivera2
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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