Esperanza Utópica
Es fácil perder la perspectiva histórica cuando enfrentamos los abismos del presente. En el fragor de la batalla, grande es la tentación de olvidar el sentido de propósito que define nuestro impulso para alcanzar nuestros sueños. Al final, sin embargo, lo que realmente queda es una brújula marcada por el verbo en el alma del ser humano.
El núcleo central de nuestra columna es un mensaje de esperanza utópica para que podamos afrontar los retos que tenemos planteados y lleguemos a ser tan grandes como hemos querido ser. Nuestra grandeza radica precisamente en llevar nuestros valores al limite de nuestras posibilidades.
¿Cuántas utopías, que ayer fueron, se convirtieron en sueños conseguidos, en ilusiones vividas?
Transcribo unas acertadas palabras de Eduardo Galeano con las que intentaba explicar qué es la utopía: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”. ¿Cuántas utopías, que ayer fueron, se convirtieron en sueños conseguidos, en ilusiones vividas, en ideales transformados en conquistas o en pasos al frente con el viento en contra? Utopías que cristalizaron en logros incuestionables.
Para el derrumbe, para la caída, bastan segundos. Basta pensar, sin más, que cada avance conseguido no tendrá nunca marcha atrás y es inmortal por naturaleza. Basta creer que cada paso es simple evolución lógica o ingenuo obsequio de los dioses. Basta suponer, que siempre fue así. Tan así como que llueve hacia abajo.
Como nos dijo Antonio Machado… no hay camino, se hace camino al andar. Y no hay pasos adelante sin la previa utopía necesaria y sin la convicción permanente de que levantar los brazos para asentar derechos, implica no bajarlos nunca y estar al acecho para así poder seguir avanzando desde las aspiraciones ya alcanzadas e irrenunciables.
Largo camino regado de utopías sobre las que transitar. Sin ellas, la luz se apaga y la fuerza se evapora. Se desvanecen los ideales. Se pierde el abanico de las posibilidades. Se ahogan anhelos y se entierran definitivamente, si los alejamos de nuestra memoria, a todas las personas que un día se marcharon, no sin antes entregar en manos nuevas la empuñadura del testigo –que recibieron a su vez de otras manos– repleto de nuevos sueños.
Aplastar las utopías, renunciar a ellas, es tanto como dejar de respirar el aire, de beber el agua o de alimentarnos durante el trayecto de nuestro tramo de camino. Es tanto como olvidar el pasado, negar el presente y cercenar el futuro. Es claudicar y caerse de bruces contra el suelo sin la voluntad de levantarse. Es convertirnos en flotantes pompas de jabón, sueltas y a merced del viento. Burbujas desprotegidas, solitarias y vulnerables que no vienen de ningún lugar ni van a ningún destino.
Porque la utopía une, enraíza, cohesiona y consigue que empuñemos, juntos, el testigo potente y más que rebosante de sueños e ideales. Jamás hubo realidades y conquistas conseguidas que antes no fuesen utopías imposibles y aparentemente inalcanzables. Jamás habrá logros sin utopías presentes, aparentemente también irrealizables. Dejarán de ser utopías cuando se hagan realidad y volarán de nuevo hacia el horizonte transformándose en nuevas utopías que nunca, nunca, deben faltar. Nos decía el mismo autor en un poema:
Qué tal si deliramos un poquito,
qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia
para adivinar otro mundo posible.
Utopías que nos hagan caminar lejos a la búsqueda de nuevas miradas, de nuevas posibilidades.
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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