Ciudad Victoria, Tamaulipas. - No todos tienen la fortuna de ser recordados el Día de Muertos, no todos son visitados por sus seres queridos, familiares o amigos, no todos tienen un nombre, o una fecha exacta de muerte.

Allá olvidados en una esquina, en el lado más lejano y abandonado del Panteón De la Cruz en la capital de Tamaulipas se encuentra un lugar sombrío, al que nadie acude, al que no le llevan flores, al que nadie va, es un recordatorio del sufrimiento humano, de un lugar que está en penumbras.

Allí yacen los olvidados, aquellas personas cuyas identidades nunca fueron esclarecidas, aquellos cuerpos que se han ido desvaneciendo con el tiempo, ellos, ellos están destinados al descanso en el anonimato, dejados en la fosa común, encontrando su última morada en el olvido.

El Panteón De la Cruz, un cementerio histórico de Ciudad Victoria, guarda un triste lugar en lo más recóndito, en donde ahí están las almas perdidas que nunca serán reclamadas. A lo largo de los años, cientos de personas han encontrado su sepultura en estas fosas comunes, sin marcar, sin nombre. El estigma de ser enterrados sin identidad plaga sus historias, y su memoria se desvanece en la bruma del tiempo.

Estos desconocidos fueron desafortunados, tal vez algunos fueron víctimas de la violencia, y otros que simplemente fueron olvidados.

Algunos tal vez eran personas que estuvieron de paso, mientras que otros padecieron la violencia que azotó a la ciudad durante años. Sus historias varían, pero comparten un trágico destino, el olvido.

Quienes yacen en estas fosas comunes, no tuvieron una despedida apropiada, no fueron “cristianamente” sepultados, no hubo quien llorara su pérdida, ni quien los reclamara, y hoy no tienen ni quien los recuerde, ellos son almas que estarán vagando para la eternidad, personas condenadas al silencio, cuerpos sin nombre que tal vez fueron encontrados tirados en parcelas, en carreteras, en ranchos, en la calle, y que hoy están en el rincón de los desaparecidos.

Miles de personas visitan hoy el Panteón en el Día de los Muertos, pero este espacio luce triste, gris, sin color, enmontado, olvidado, con las cruces oxidadas, otras destruidas y montones de tierra haciendo montañas, el rincón de los olvidados pasa desapercibido de los músicos, de los cuidanderos, de los limpiadores y de las familias que acuden al Camposanto.

El rincón de las fosas comunes no se llena de ofrendas conmemorativas y altares, ellos no son honrados, y ellos serán los que nunca serán recordados.

La fosa común se convierte en un punto para recordar que todos los seres humanos, independientemente de su origen o historia, merecen respeto y dignidad en la muerte, sin embargo; la realidad es que ahí los que descansan lo hacen en el olvido y nunca obtienen una breve luz en su oscuro camino hacia la eternidad, recordándonos que, en última instancia, todos compartimos el mismo destino y merecemos ser recordados.