Claro que no es suficiente lo que se tuvo y menos aún aquellos mini anuncios que de entrada calentaron las manos y la cabeza de todos los que son fieles seguidores de esa música diferente que poco navega, pero que tanto alimenta ese deseo de buscar convertirse en un satisfecho.

Y no fue suficiente porque me refiero a la desaparición hace más de una década del Festival Internacional Tamaulipas, que puso de pie aquí a miles de ciudadanos para ovacionar a verdaderos cantantes cuya vida no ha sido sencilla y con los que con su voz perfecta acariciaron por minutos los oídos de aquellos que se dejan.

El Centro Cultural Tamaulipas, en los tiempos de Américo Villarreal Guerra, quien en plena plaza recogía opiniones callejeras sobre los colores que se acomodarían al moderno edificio –entre ellos la mía-, fue el sitio donde ricos y pobres se mezclaban sin recato y hacían coro cuando gritaban la palabra “Bravo…bravo”, porque cada cantante lo merecía.

Enumerar lo que Tomas Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores, ex gobernadores de Tamaulipas, hicieron durante su administración a favor de la música y de su pueblo me llevaría unas diez cuartillas, por eso mejor agoto lo que recuerdo a esta edad.

En ese escenario musical de alta categoría estuve junto con mi esposa Blanca en el recital de famoso cubano, Pablo Milanes, quien acaba de fallecer, un personaje que no tiene doble y que hacía estremecer a quienes le entendieron la grandeza de sus palabras y arreglos que se acercaban a la perfección.

Recuerdo, aún, que una vez que terminó su rico recital Pablo salió por la puerta lateral del Centro Cultural y saludo y abrazo a los periodistas que lo querían ver de cerca, como Inés Figueroa y su esposa Dorita, quienes junto con otros comunicadores lo acompañaron a la Plaza de Gobierno done canto en vivo a quienes no alcanzaron boleto o no le llegaron al precio.

La plaza llena y el público –entre ellos universitarios- partieron complacidos al escuchar y estar casi de codo con un valor musical cubano que dejó una huella bien marcada.

Y cómo no hablar de los demás que pisaron el Centro Cultural como la argentina Nacha Guevara, como los españoles Ana Belén y Victor Manuel y algunos más internacionales que los victorenses nunca esperamos tener cerca.

 En lo personal y durante el gobierno de Egidio Torre Cantú, me cansé de suplicarle a las autoridades que acercaran a los tamaulipecos a artistas en algunos eventos culturales como la cubana Ivette Cepeda, una mujer que salto de ser una maestra de escuela primaria en La Habana a cantante de música diversa que bien le queda, que mucho le acomoda.

La respuesta siempre fue no, no y no, y la vana justificación fue que no había presupuesto, por lo que Ivette estuvo muy lejos de estrechar la mano de los tamaulipecos, miles de los cuales se tienen ahora que conformar con las rolas norteñas de bajo nivel, peor moral y suma violencia.

Pero que tal que si vi a Tania Libertad, Eugenia León, Betsy Pecanins,

Marta Isabel Cejudo, Alejandro Filio y muchos más que le dieron brillo, color y categoría al Centro Cultural.

Y todo esto lo digo porque solo la radio de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y una que otra pequeña difusora dan cabida a este tipo de artistas que son fuera de lo común.

Aunque no estaría mal que fijen su mirada en la figura y voz del ucraniano-japonés, Dimash Kudaibergen, joven cantante de opera rock que seguro le agradara a los habitantes de este terruño norteño.

O, los españoles Joaquín Sabina, Diego El Cigala, Malú, India Martínez y Enrique Ramil, porque no.

Por eso los jóvenes valoran el espacio que les regala la UAT y su rector Guillermo Mendoza Cavazos, porque les hace cosquillitas en los oídos.

Ya el actual gobierno de Tamaulipas anunció que es posible que regrese en el último trimestre de este año el FIT.

Sentados, pacientes y, esperanzados, esperaremos.

Correo electrónico: tecnico.lobo.@gmail.com 

Javier Rosales
Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.