El vía crucis del idealista
Llega un punto en nuestras vidas que independientemente de todo aquello que vivimos y que nos terminó forjando, en el que tenemos que tomar la decisión sobre el tipo de personas que queremos ser así como el tipo de legado que queremos dejar.
No termina siendo suficiente el solo decir o pregonar que somos de una u otra manera, tenemos que demostrarlo con acciones, poniendo el ejemplo entre aquello que decimos con todo aquello que hacemos. La congruencia es algo que se demuestra, es una cualidad que da credibilidad y que define y/o diferencia a las personas.
La mayoría de las sociedades viven en un ámbito en donde se establecen leyes, normas sociales, reglas de convivencia, de operación, etc., las mismas en donde supuestamente aquel que haga caso omiso o las quebrante, tendrá una acción punitiva o al menos un rechazo social.
Eso es lo que supuestamente tuviera que pasar pero desafortunadamente en muchos países no sucede y el nuestro tristemente no es la excepción. No digo que así sea siempre, pero en una nación en donde el 90% de los delitos terminan no esclareciéndose, pues la justicia termina siendo algo que mucho se anhela y que poco se presenta.
Y en estos ambientes a alguien a quien sin duda le toca vivir de primera mano la falta de ésta, es al idealista. A toda aquella persona que de corazón enaltezca los valores y la moralidad como la forma correcta de hacer las cosas, sabe perfectamente de lo difícil que es esto así como de las consecuencias que trae consigo el conducirse de esta forma.
Definitivamente el mundo al revés, aquel que debería ser hasta un ejemplo a seguir, termina siendo un raro espécimen, alguien al que seguido excluyen, del cual se burlan, el mismo que continuamente tachan de pobre iluso. Y ni se diga si se encuentra en ambientes muy cooptados por prácticas desleales, corrupción, impunidad, falta de valores, etc.
Tan disímil es lo que debería de ser a lo que termina siendo, que muchos hombres y mujeres idealistas terminan inmersos en su propio vía crucis, sufriendo las consecuencias de preferir adoptar posturas morales, espirituales y éticas, a aquellas materiales, banales y que van en contra del bien hacer.
Y en esta ocasión quiero compartirles a todos los lectores que se tomaron el tiempo de leer esta colaboración, algo que recientemente me sucedió. Resaltando de inicio que entre mi imperfección personal, siempre he tratado de ser una persona congruente, ecuánime y con parámetros morales muy enraizados debido a muchas enseñanzas inculcadas por parte de mis padres.
Desde el año pasado comencé en mis tiempos libres a estudiar más sobre temas de índole espiritual, estudios metafísicos, astronómicos, aprender prácticas tipo mindfulness, ejercicios de meditación, entre otros. Y entre más me compenetraba con todo ello, más surgía una sensación de conexión con todo lo que me rodeaba.
Mientras experimentaba estar más en contacto con mi espíritu, resaltaba mi consciencia mientras a su vez reafirmaba mis ideales. Algo muy hermoso pero que a su vez me hizo tener un momento de inflexión que terminó trascendiendo a mi vida laboral y personal.
Visité a cientos de personas en zonas marginales de mi ciudad, interactuando con ellas y tratando de ayudar en la manera que pudiera acorde a mis posibilidades. Fue abrumador escuchar tantas difíciles vivencias y en muchos casos por desgracia carencias, pero fue reconfortante compenetrarme y empatizar con todos ellos.
Me trasladé mentalmente años atrás cuando mi padre nos llevaba a diferentes partes de mi ciudad y estado para compartir alimentos y convivir. Todo esto mientras vivía una dualidad interna por saber que mucho más podíamos estar haciendo en mi ámbito laboral pero desafortunadamente no estaba siendo así.
Mis ideales no me permitieron fingir y decidí alzar la voz mediante una petición de cambio cualitativo, no esperaba un mundo de color de rosa pero tampoco deseaba continuara un panorama sombrío. Esto me trajo consecuencias e inició un proceso desafortunado pero muy intencionado para descalificarme, tan así que tuvieron que recurrir a cuantiosas mentiras e injusticias.
Se cerró un ciclo y decidí en paz continuar, no contento pero tratando de implementar todo lo que venía aprendiendo en cuanto al tema espiritual. Pasó el tiempo y en una nueva posibilidad que se me presentaba me enteré que las mismas personas seguían difamándome, buscando perniciosamente afectarme.
Aun pasando meses y en aquellos lares las cosas sin cambiar pero yo avanzando en búsqueda de nuevos rumbos, me entero que siguen buscando afectarme, aferrándose al coraje y resentimiento en lugar de vivir y dejar vivir. No miden lo que sus acciones pueden provocar pero por lo mismo menos miden lo que su espíritu les trata de comunicar.
En un momento sentí fuerte enojo pero me queda claro que muchas personas no buscan cambiar y con ello sus consciencias mantenerlas tal cual están y sin tratar de trascender. Y a todos ellos que esperan quizá que me enoje o busquen afectarme más, desde aquí les mando muchas bendiciones, prometiéndoles que esta noche por ustedes rezaré y que a pesar de lo que todavía piensen, yo ese capítulo ya lo superé.
No me interesa decir nombres, ni lugares ni todo lo que saben hasta la fecha no están haciendo bien, más bien me interesa concentrarme en mi persona, esperando y que si no por completo ahorita después con la ayuda de mis ideales, consciencia y enseñanzas espirituales, poderlos completamente perdonar.
Esto no es fácil y posiblemente menos es justo, pero la calma interna y tranquilidad personal de saberse inocente y estar en paz consigo mismo, en verdad no la cambio por nada.
Hace muchos años atrás otro idealista vivía su propio vía crucis y en momento de gran dolor y sufrimiento dijo:
Padré, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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