El pináculo de la política
Como sociedad debemos o deberíamos de siempre estar en busca de un crecimiento gradual positivo, aún que grandes retos se presenten en nuestras vidas, lo menos que debemos de hacer es estancarnos y mucho menos ir en retroceso. En el caso de nuestra nación, vivimos en un sistema político democrático aunque muchas veces así no pareciera, pero es el entorno en el que nos toca interactuar.
Históricamente y en especial en los siglos más recientes, hemos pasado de un régimen monárquico a un sistema tipo régimen político-democrático. A pesar de los años y de los sucesos sociales que han moldeado nuestra sociedad hasta la actualidad, seguimos siendo gobernados por un sistema de ideología patriarcal que todos de una manera u otra alimentamos.
Esto forma parte de nuestra idiosincrasia, aunque se niegue, está muy enquistado en nuestra cultura política y personal, claro que han existido avances graduales de cambio, pero en el fondo seguimos siendo súbditos de una “corona” y por ende de figuras políticas potentadas por una sociedad que contradictoriamente a su sentir colectivo mayoritario, lo termina permitiendo.
Somos una peculiar mezcla de personas con intenciones progresistas que terminan alentando un conservadurismo clásico, una sociedad de marcadas clases sociales así como estatus sociopolíticos. Queremos ver un mayor empoderamiento ciudadano mientras con complacencia y/o displicencia seguimos dejando que nos gobiernen los clanes fácticos.
Se reconoce lo que bien se ha hecho para que nuestra nación progrese pero también se debe de reconocer que quedamos en deuda en cuanto a un real cambio cualitativo y cuantitativo. Y eso ya no es algo que se deba analizar con metodologías y estudios sociales, simplemente es algo tan empíricamente evidente que es casi imposible refutar.
Tan evidente como nuestra cambiante moralidad, detestamos que otros se conduzcan de cierta manera pero si uno lo hace lo tratamos de justificar. Nos quejamos de nuestros retrocesos cuando somos nosotros mismos los que retrocedemos al no alentar y practicar una mayor ética y espiritualidad en lo que hacemos. El clásico ejemplo de querer tener mucho sin verdaderamente trabajarlo y menos merecerlo.
Analizar nuestras conductas nunca está de más, aunque a muchos no les interesa o sientan que es algo que no nos llevará a nada, es todo lo contrario. Es como aquella persona que siente que no necesita ayuda o algún tipo de terapia pero que carga con losas emocionales pesadas, la misma que puede llegar a convencer a la parte consciente de su cerebro que él o ella se encuentra bien, mientras el inconsciente sigue albergando sus demonios.
La corrupción, nepotismo, impunidad, falta de ética y moralidad, desigualdad, y otros tantos factores que frenan el progreso, siguen vigentes por que no se trata el problema de fondo. No prevalecerá la justicia cuando a los justos se les recrimina y a los que siguen la norma existente se les premia. En otras palabras, un padre abusivo si no se le pone un alto seguirá abusando de una u otra manera.
Y en todo esto la solución está dentro de cada cual, la primera conquista debe ser aquella sobre nosotros mismos, en conjunto con la realización de que todos somos parte de todo, todos los seres estamos conectados de una manera u otra. Somos parte de un mismo universo, mundo, país, estado, municipio, ciudad, etc. la acción de uno infiere en otro.
El anteponer siempre primero el interés propio sobre el de todos los demás es una de las acciones que si no modificamos nunca aprenderemos. Se nos olvida que el mayor poder del hombre es el del amor y no el divisionismo, no el rencor, y nunca el odio y menos el querer imponer temor.
Muchos están en la búsqueda de dejar un legado más por egocentrismo y/o narcisismo y por ello hacen lo que sea necesario para alimentar su ego pasándoles sin miramientos por encima a los demás. Pensando que los recordarán con magnificencia cuando simplemente terminarán en los anales de la historia como autoritarios y represores.
Viven en una realidad alterna alimentada por aquellos de mente afín a sus falsos preceptos, mientras contribuyen a un estancamiento social que a nadie conviene. Empoderados se sienten en el pináculo del ámbito político, cuando en realidad solo se encuentran en la punta de un iceberg que debajo del agua alberga toda una masa de todo lo que ya no necesitamos.
Lo bueno de todo esto es que aún hay tiempo de reaccionar y en lugar de confrontar posturas deseo de todo corazón que les llegue su momento de inflexión. El verdadero logro será cuando entendamos que el oro es solo un metal y que en una simple piedra terrenal podemos encontrar todo el universo.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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