Reynosa, Tamaulipas.-  Cruzaron fronteras persiguiendo el sueño de la libertad y la paz, dejando todo en su país en donde fueron perseguidas por los grupos delictivos, esperando conquistar el sueño americano.

Hoy solo les falta cruzar una frontera, la más importante y la más difícil.

Llegar a los Estados Unidos no ha sido fácil para dos mujeres centroamericanas que aguardan en el albergue Senda de Vida, que legalmente les abran la última frontera, y mientras tanto trabajan en la construcción de un nuevo albergue para migrantes, realizando trabajos de albañilería.

Una de ellas es Ruth Yamileth Sevilla Castrejón, originaria de Tegucigalpa, Honduras, quien con su complexión delgada carga las cubetas llenas de cemento, con las que se están construyendo los muros de lo que será la cocina del albergue en Reynosa.

Con lágrimas en los ojos, relató que huyó de su natal Honduras porque su familia fue perseguida por las maras.

“Las maras nos están amenazando. Corrí de ellas porque le mataron a un hijo a mi hija, en el vientre la  amenazaron, porque ella no quiso trabajar para ellos. Incluso tengo un hijo que está en Atolva, máxima seguridad, porque ellos lo metieron a trabajar y luego que ya no quería, le pusieron a la policía, le pusieron dos muertos, tráfico de droga, distribución y que amenazaba a las personas”.

Lloró al recordar que  vendió su casa, la cual construyó con sus propias manos para poder llegar hasta la frontera, junto a su familia, buscando la paz y la tranquilidad que le fue negada en su país

"La casa que yo tenía que me tocó vender yo la trabajé 22 semanas para tener mi casa, trabajaba con los albañiles".

Por eso hoy aunque tenga que cargar las pesadas cubetas de cemento, dijo que es para que todo aquel migrante que llegue a esta frontera tenga un lugar donde estar más seguro.

"Para todo el que venga para acá tenga un lugar, estén en algo seguro".

Ruth y su familia llegaron en una caravana a México, tuvieron que dormir en el suelo cubriéndose con cartones o plásticos y comiendo lo que podían, por eso dijo que hoy en el Albergue Senda de Vida está bien, "aquí tengo todo, me dan comida y un lugar donde estar, un poco más segura".

FAMILIA DIVIDIDA

Por otra parte Melquiades Hernández Telcit, que llegó a Reynosa, desde El Salvador, dejo atrás parte de su vida, cuatro de sus hijos.

Melquiades carga en su cabeza las pesadas cubetas de concreto esperando poder cruzar la frontera. Es madre soltera y viajó con dos hijos menores de edad, decisión que tomó para huir de las pandillas de las maras.

Comentó que la vida en su país es muy difícil por la presión que ejercen las pandillas sobre la ciudadanía en general

"Muy difícil, por el trabajo, más que todo y por las pandillas, porque no se puede salir de un lugar a otro".

Guarda la esperanza de ingresar a los Estados Unidos legalmente, por eso espera pacientemente y mientras tanto trabaja llevando en su cabeza la pesada carga, y agradece que en Senda de Vida, sus días pasan con la seguridad que no encontró en su país.

“Aquí estamos seguros, por lo menos, en Senda de Vida nos sentimos seguros. Tenemos nuestra comida, nuestro pollo y ¿qué más queremos? Aquí va a ser igual, me imagino, porque van a tener su propio baño, la cocina donde les hagan la comida y todo”.

Por eso, dijo, ayudamos en todo lo que se pueda.

Estas mujeres junto con miles de migrantes esperan en Reynosa, que las autoridades migratorias de Estados Unidos los llamen para cumplir su sueño americano, y mientras tanto solo pueden ver el río que los separa de tan anhelado deseo.