Emocracia
Estamos en una sociedad que promueve el poder – Kratos – de la emoción, la emocracia, y su más drástica y peligrosa versión: la dictadura de las emociones, bien por moda, por negocio o por dominación.
Si durante siglos los filósofos habían instituido la razón como un poder superior a la emoción, no falto nunca, sin embargo, la búsqueda de un cierto equilibrio entre ambas, entendiendo que la emoción por ser algo más innato e inmediato debía ser guiada -y en algunos casos jerarquizada- por la razón.
A lo largo del tiempo, entendimos que negar el poder de las sensaciones, emociones y sentimientos sepultándolos bajo las frías losas de lo racional no solo era injusto, sino que era un error e iba en contra de la propia evolución del género humano como garante privilegiado del mundo compartido.
Dentro de la filosofía tratamos esta gestión de la Emoción y la Razón desde la disciplina de la ética y la moral, en la que se establecen las conductas humanas ideales o esperadas, que debiéramos tener en cada situación crítica, atendiendo, en términos generales, a un vínculo más o menos satisfactorio entre las emociones y la razón, plasmado en las acciones.
Sin entrar en disertaciones complicadas y académicas como las diferencias entre las teorías basadas en el racionalismo, el emotivismo y el voluntarismo, la experiencia reflexionada nos lleva de nuevo al sentido común del término medio, pues las sociedades que se guían únicamente por la emoción nos llevan a la quema de brujas y las sociedades que se rigen únicamente por la razón a los campos de concentración.
Las primeras guiadas por la sensación, el momento y la superstición, por lo que “apetece” hacer y por los bajos instintos de la animalidad más salvaje, olvidando criterios racionales y entrando en la estupidez y el sinsentido extremo. Las segundas, las sociedades hiper - racionales, instrumentalizan la razón y cosifican a las personas, nos llevan al exterminio, a Auschwitz.
Si revisamos todo este aprendizaje, siglos de reflexión y recorremos la historia con gafas filosóficas, nos damos cuenta que nuestra actual sociedad es una sociedad dominada por la emoción, la publicidad es el caso flagrante; ya no vende cosas ni productos, sino las emociones que vas a sentir con esos productos.
Pero existen, también, casos sutiles que producen ese fracaso ético de la sociedad.
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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