La dictadura de las emociones
En las primeras páginas del libro Estados nerviosos: cómo las emociones se han adueñado de la sociedad (Sexto Piso), el sociólogo y economista británico William Davies afirma que, contrariamente a lo que ocurría en la época de apogeo de los medios de prensa tradicionales, la comunicación digital ya no sólo informa sobre los hechos, sino que se ocupa, principalmente, de sincronizar la atención y canalizar las emociones de un público vuelto simple observador.
El giro paranoico del consumo de noticias contemporáneo se alimenta de malentendidos, exageraciones y rumores cocinados a velocidades ultrarrápidas en los hornos digitales de las redes sociales, donde los criterios de fijación de la verdad suelen ser, por lo menos, difusos. Allí detecta Davies las causas de la proliferación contemporánea de “disturbios fantasma”: hechos sólo acontecidos en la imaginación de los usuarios de las redes, que logran, a través de la sugestión y la manipulación de información, proyectarse y definirse en el mundo real.
El agente transmisor que facilita la emergencia de los “disturbios fantasma” es la más infecciosa de las emociones extremas: el miedo. Cuando la velocidad del suceso y las emociones que este suscita se combinan, acontece en simultáneo la anulación de una perspectiva serena y fidedigna de la realidad. En la infoesfera digital, la escasez de conocimiento autorizado sobre un determinado tema facilita que el espacio de la información sea intrusado por las fantasías y las versiones. La emocionalidad extrema de la red puede resultar, así, difícil de controlar una vez que aquellas se han extendido. Y pocas emociones resultan tan contagiosas y difíciles de controlar como el miedo.
A la pandemia contemporánea provocada por el virus SARS CoV 2 la acompaña otra, un poco más silenciosa pero igual de letal: una epidemia emocional que tiene al miedo como principal agente propagador. Con los noticieros contabilizando infectados y muertos en tiempo “real”, una aproximación serena y objetiva a la realidad es cada vez más difícil de encontrar. La instantaneidad de la vida de relación contemporánea nos ha dejado a merced de un entramado de emociones y sensaciones que ponen de lado las pruebas y las evidencias en favor de la velocidad y el impacto de determinadas noticias. Las corrientes informativas caóticas y desordenadas –propias de las situaciones de crisis– nos impiden ver la realidad desde una perspectiva objetiva y fiable.
La máquina sensorial
La neurociencia ha demostrado que la toma de decisiones está condicionada en buena medida por las emociones. Nuestro sistema nervioso recepta esas sensaciones y activa un circuito neurológico que ordena nuestras reacciones frente a los flujos de información. El cerebro humano es una máquina sensorial de una enorme complejidad, que lidia con un gran número de impresiones al momento de fijar nuestro comportamiento en la realidad.
¿Cómo se entromete el miedo en nuestras vidas para reorganizarlas en función de él? ¿Puede un acontecimiento extraordinario como una pandemia transformar el miedo en una emoción tan extrema capaz de aniquilar a todas las demás? El ser humano es una complejidad montada sobre la herencia genética, el contexto sociocultural y la experiencia personal. Cuando actuamos, el cerebro se activa por regiones, y en algunos casos aquellas que regulan las emociones adquieren mayor preponderancia. Emociones fuertes como el miedo tienen la capacidad suficiente como para anular nuestra aptitud para controlar el propio comportamiento.
El miedo es un mecanismo de alerta, un instrumento de supervivencia que, bajo control, podemos asimilar conscientemente. Es posible manifestarlo de forma psíquico-física y a través de nuestro lenguaje corporal, para adaptarnos a situaciones concretas. Pero cuando escapa a nuestro control, el miedo nos transforma en seres vulnerables, propensos a conductas peligrosas e irracionales. La intuición o percepción de un mal o una catástrofe inminentes puede transformarnos rápidamente en individuos vulnerables al costado más oscuro y siniestro de las emociones. La era algorítimica potencia los peligros de esta emocionalidad extrema; es lo que William Davies caracteriza como la explotación de los instintos. Una persona lo suficientemente asustada, sugiere, puede llegar a decir o hacer prácticamente cualquier cosa.
Como reacción fisiológica frente al peligro, el miedo es una emoción asociada a la supervivencia. Pero transformada en pánico puede volverse una terrible arma de autoaniquilación, al eliminar las fronteras racionales que regulan nuestro comportamiento. La eficacia política de esta y otras emociones “fuertes”(como la nostalgia, el resentimiento o la ira) las ha transformado recientemente en botines apetitosos para la política. El peligro real es que el miedo como mecanismo de control social es mucho más funcional a las situaciones de conflicto que a las de paz.
¿Cómo evitar la diseminación del miedo en el contexto de una pandemia que ha transformado a los economistas en infectólogos, a los periodistas en profesionales de la estadística y a los médicos y científicos en meros correctores literarios de los múltiples flujos de información? Para Davies, el problema radica en que, desde el siglo XVIII, los periódicos y editores de noticias habían trabajado con una matriz de comunicación de “un emisor a varios receptores”. Pero a partir del siglo XXI las redes sociales han añadido un esquema de “varios emisores a varios receptores” en el que la información se traslada como un virus por una red, de un modo mucho más errático y arbitrario.
Las estrategias de marketing han jugado un rol determinante en esos procesos virales de transmisión de contenidos. En ese nuevo escenario político, las miradas neutrales y racionales, que necesitan de voces autorizadas por la formación y la experiencia, sucumben al peso de perspectivas mucho más emocionales.
Tw @Alberto_Rivera2
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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