El sesgo de confirmación en la política
Imagínelo usted así; lleva meses queriendo comprar un producto, en este ejemplo hipotético digamos que es un carro, se ha convencido así mismo sobre cual será, ya se dió a la tarea de investigar un poco al respecto, sus características, precio, etc. Pero resulta que existen comentarios de algunas personas, probablemente sin ser mayoría que le advierten sobre la calidad de este hipotético producto. Le han dicho que no es lo que promete, que será una mala compra, que no es de buena calidad, entre otro sin fin de objeciones.
Al final a usted no le importa, ya sea por una u otra cosa, está convencido de que ese producto es el que usted quiere y necesita. Por lo que toma la decisión y da un salto de fe, opta por creer en las bondades de lo que investigó o averiguó, en lugar de las objeciones que escuchó. Atiende a sus propias evidencias y sus propias creencias, y desestima las contrarias.
Una vez adquirido, comienza a advertir –aunque tal vez al principio no de manera consiente– que los detractores de este hipotético producto tenían algo o mucho de razón; se da cuenta que algo no anda bien, que no era lo que usted esperaba, o de la calidad deseada; pero pagó ya una fuerte cantidad de dinero por él, y entonces es cuando sucede algo curioso: en lugar de admitir que ha cometido un error, que fue engañado o estafado, o que simplemente no era lo que usted esperaba, usted comienza ante los detractores y ante usted mismo a justificar, defender y hasta elogiar el producto en cuestión.
Esto es lo que los psicólogos llaman “el sesgo por confirmación”, y fue definido por primera vez por el psicólogo cognitivo Peter Cathcart Wason. Según la ciencia, este sesgo consiste en una tendencia a favorecer, buscar, interpretar, y recordar, la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas o a hipótesis en contrario. En palabras simples y llanas, el sesgo por confirmación es una tendencia a ver o creer solo lo que nos conviene.
Quienes estudian este sesgo, han señalado que se trata de un prejuicio cognitivo que nos incita a fijarnos solo en aquello que refuerce nuestras creencias, para evitar así caer en contradicción con nosotros mismos.
Pues como electores, y en política sucede lo mismo. Es muy común negarse a aceptar los hechos por más contundentes que ellos sean y reconocer que uno ha errado en su elección de cierto candidato. Básicamente se encuentra uno ante el escenario de defender a un político como si este fuera parte de su propia familia, pues resulta más fácil que tener que admitir que se ha cometido un error. Se vuelve uno dogmático, y pasa a creer y defender por el simple hecho de creer un acto de fe, pese a las pruebas y evidencias en contrario.
Yo particularmente he sido víctima de este sesgo por confirmación, y en más de una ocasión he decidido defender personajes que no lo merecían, pasando por alto la evidencia que me indicaba que estaba en un error. Y así como una golondrina no hace primavera, uno puede pensar que una persona en esta hipótesis no hace diferencia pero, ¿qué sucede cuando es una sociedad entera quien padece este prejuicio?
@Alberto_Rivera2
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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