Muy pocas cosas se obtienen por casualidad. Pero en el mundo del poder, por su alta competencia, no tener un objetivo claro, una limitada visión a largo plazo y la falta de un programa estratégico sustentado en datos formales, se torna en el principio del fin, en cualquiera de los ámbitos de la vida. Incluso se pueden tener los elementos y atributos mencionados, pero si no se elabora una agenda adecuada, los proyectos importantes pueden fracasar.

Agenda y poder son prácticamente indisolubles. No existe el uno sin el otro. Se trata de los elementos que son inherentes a los asuntos públicos o sociales. Son un binomio indivisible e inexorable que tiene como propósito la priorización de los intereses, armonización de los grupos y el dominio de agentes que participan. Eso es el poder, una facultad que permite alcanzar metas. El poder no es un fin, sino un tipo de recurso estratégico, igual que una agenda lo es también.

Mujeres y hombres del poder tienen en la agenda a su principal aliado. Pueden carecer de un liderazgo carismático, pero pocas veces pueden subsistir sin una agenda estratégica. Escrito o no, un instrumento de tal envergadura, es la pieza clave de la gente de poder, en el cual, grupos y comunidades gravitan y transitan.

Tener una agenda es una ventaja comparativa y competitiva. Es una herramienta que hace lucir a quien la elabora y opera, pero también es un arma para destruir o minimizar al adversario.

La agenda del poder no es una cuestión común, por el contrario, esta compuesta de diferentes variables. Tiene muchas visiones que la hacen ver robusta e integral. Es selectiva para enfocarse en temas sustantivos y capitalizables. Singular y exclusiva para diferenciarse del resto y no perder atracción. Provocadora para llamar la atención de los grupos. Es una mezcla entre cautela y riesgo. Con una estructura flexible para aprovechar las oportunidades que se van presentando en el camino. La distracción y a veces la teatralidad entretienen a las personas y dejan que transiten los aspectos esenciales de los dueños momentáneos de la potestad. La agenda como administradora del recurso más limitado de la política, controla y raciona el uso del tiempo en los proyectos para decidir óptimamente.

A través del tiempo, las verdaderas agendas del poder, han sido aquellas que no se ven, pero se sienten por la magnitud de sus resultados o por el posicionamiento que suman a la imagen pública, al cabo de su realización. Esas agendas en las que personas o grupos son dirigidos y éstos no se dan por enterados.

Hay tres elementos infaltables en este elemento estratégico: el cálculo, la amenaza y la expectativa. Ingredientes que la hacen capaz de mover una comunidad, un país o una región geopolítica. Pocos se resisten a estos elementos que atrapan como miel a una abeja. Es un dulce veneno para los seguidores del poder, que buscando resolver un anhelo, resolver una carencia o alcanzar un beneficio, sucumben con gran facilidad.

La agenda del poder no contempla emociones, es fría.

@Alberto_Rivera2

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.