Nuestra realidad, nuestra culpa
Que pasen los años y seguir viendo actos atroces como lo sucedido en estos días pasados en Reynosa, es por demás triste y lamentable. Cuando pareciera que ya no habría sucesos que pudieran cimbrar las fibras de nuestra sociedad, vienen este tipo de casos que nos tendrían que hacer preguntarnos ¿que hicimos tan mal cómo sociedad para estar así? En verdad ya que salgan y disparen al azar a ciudadanos como si se tratará de un perverso y violento videojuego, es increíblemente grotesco. Serán solo unos cuantos los responsables de jalar el gatillo y otros tantos de ordenarlo, pero el entorno está así por qué así dejamos que se pusiera o hasta fuimos o somos como sociedad partícipes para que esto continúe de esta manera.
¿Qué más tendría que pasar para despertar de un evidente letargo de nuestra conciencia social colectiva?
¿No habría sido suficiente con actos como la masacre de San Fernando por poner un terrorífico ejemplo? No es el hecho de hacer señalamientos personales, ya que sé que la mayoría de las personas son gente de bien y que respetan al prójimo, así como la mayoría de las leyes, pero como un conjunto social en verdad hemos fallado. Permitir e incitar la corrupción, impunidad y todo aquello que lacera nuestro entorno es solo una parte del problema. Todo empieza desde los más pequeño y desde nuestras casas, inculcar valores y poner el ejemplo del bien hacer debe ser una tarea de todos los días.
A aquellas personas que tristemente nos ha tocado experimentar actos de tal naturaleza de primera mano, sabemos que es algo que nunca se disipará de una u otra manera de nuestras mentes; perder a seres amados de esta manera es algo que duele y que genera una real impotencia y tristeza duradera. La violencia se incrementa por qué el desarrollo social y económico no es el adecuado, porque nuestra idiosincrasia no cambia y sigue permitiendo tantos actos que van en detrimento de un verdadero cambio cualitativo. Los mexicanos podemos llegar a ser muy hospitalarios, trabajadores, bondadosos, etc., pero también llegamos a ser comodinos, falsos y aprovechados de un sistema fallido que terminamos alimentando diariamente con acciones reprobables.
Nosotros terminamos poniendo los parámetros sociales con los que queremos vivir, podemos poner el ejemplo digno y exigir, o dejar que nos sigan llevando por un camino perverso y participar en la decadencia de nuestra nación.
¿Dónde?; un recuento factual…
¿Dónde están esas encuestadoras que aseguraban triunfos o derrotas y que a su vez daban tantos puntos de ventaja o desventaja para (x) candidato, candidata y/o partido?
¿Dónde están los analistas, columnistas, “especuleros”, que enaltecieron causas o a personajes más por conveniencia que por una realidad evidente?
¿Dónde queda la dignidad a la hora de saber que se trabaja más por plata que por principios?
Estos cuestionamientos no son a favor ni en contra de una persona, causa, color o postura política, simplemente es para exponer lo siguiente:
Si se va a realizar un diagnóstico, este tiene que ser lo más apegado a la realidad posible y siempre en la búsqueda de generar un panorama real para su análisis asertivo y factual. Si tu cuerpo está lleno de cáncer, ¿de que sirve que te digan que estás muy bien y que el panorama luce esperanzador y reluciente cuando la inminente realidad es otra? El tratar de ser precisos en predicciones y/o análisis no es fácil, pero el aseverar panoramas inventados para cumplir con algún compromiso a estas alturas ya no sirve de mucho. Un diagnóstico es precisamente para mejorar el proceso de toma de decisiones, y de ser necesario generar acciones correctivas y/o escoger el mejor camino para salir avante de la situación.
Si mucha gente ya lo entiende así, ¿Por qué otros tantos todavía no?
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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