Vivencias de un vendedor de libros
(Comparto otro fragmento de mi próximo libro “22 DÍAS DE PANDEMIA”)
Comienzo a sentir mucho miedo.
Me llego a sentir solo, aunque mi madre se encuentre cerca de mí.
Y muchas cosas más secuestran mi mente.
El hecho de pensar en lo que dijo el camarada José en el sentido de que tal vez no haya alimento, ni trabajo, y que la gente se la pase encerrada quien sabe por cuánto tiempo, eso me pone de nervios, y aunque quiero hacerme el fuerte ante mi madre, a veces llego a salir con miedo a la calle, me siento inseguro, pero después recobro la calma y pienso y vuelvo a creer en lo que siempre he creído, que el peor enemigo del hombre es el miedo.
¿Qué vamos a hacer el día de mañana? ¿Qué vamos a comer este sábado, o este domingo?
En caso de que me autoricen lo del Afore, ¿cuánto tiempo durará ese poquito?
Mi madre fue optimista, durante la comida dijo que el día de mañana comeremos un pedacito de pollo para cada uno.
En eso pensé que de ser un solo pedazo era preferible que mi madre se lo comiera. “Con lo tragón que eres a ver si llenas”, me amonestó.
Tengo miedo por lo que se escucha que dicen que va a pasar, tengo miedo también de creer en lo que se rumora que va a pasar; porque tengo toda la libertad de creer en lo que yo quiera creer, hasta he llegado al grado de pensar en cosas agradables para distraer la mente.
Cómo, por ejemplo, que será una satisfacción cuando me entreviste con uno de los filósofos más importante de México, porque pudieran suceder muchas cosas interesantes después de conocerlo. Sueño como cualquier persona. Me gustaría recorrer universidades, conocer sus bibliotecas, hojear los libros.
Imagino llegar a escribir más de cien libros.
Pero cuando regreso a la realidad, cuando coloco mis pensamientos en su lugar, soy consciente de que el virus anda afuera de la casa, como un espíritu maligno que ronda la ciudad.
Cuando estoy en mi cuarto a veces me llego a sentir un hombre débil, vulnerable, indefenso.
He llegado a suponer que tal vez no logre superar esta crisis, para colmo, se me viene un remordimiento de consciencia. Pienso en mi madre, en el sentido en que no he logrado darle lo que ella se merece, y la verdad se merece el cielo, se merece lo mejor.
Yo lucho por ser un buen hombre. Durante los últimos cinco años de mi vida he intentado lo que nunca se me hubiera ocurrido poder hacer. Como consecuencia de ese esfuerzo, me he sabido ganar poco a poco el amor de ella.
Un cariño que ya había perdido hace tiempo, por cierto, de cuando era un muchacho estudioso, luego me volví un joven rebelde y no hice otra cosa más que envejecer a mi madre por tanta angustia que le había causado.
No hace mucho tiempo ella volvió a hablarme con esas bonitas palabras con las que se dirigió a mí en épocas pasadas: “Mi chaparrito de oro”.
No todo es depresión, pues a veces trato de ser un hombre fuerte, con pensamientos positivos, aunque cuando estoy solo en casa, haga todo lo contrario.
Por mi madre creo hacer cualquier cosa que esté a mi alcance para ayudarla a pasar este trago amargo de la vida.
Nos ha tocado vivir una etapa difícil de la vida, la más difícil de todas las que hemos pasado juntos.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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