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Armero, 35 años después vive con los espíritus de sus 25 mil muertos

La tragedia de Armero fue causada por la erupción del Volcán Nevado del Ruiz que sorprendió a varios poblados del departamento de Caldas y Tolima, en el centro occidente de Colombia
Por: AIMX El Día Domingo 15 de Noviembre del 2020 a las 10:10

Los colombianos recordaron el pasado viernes la avalancha que desapareció el pueblo de Armero, el 13 de noviembre de 1985, la tragedia natural más grande en la historia de este país andino
Autor: AIMX
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Bogotá, Colombia, (Especial Agencia Informativa de México).- Los colombianos recordaron el pasado viernes la avalancha que desapareció el pueblo de Armero, el 13 de noviembre de 1985, la tragedia natural más grande en la historia de este país andino, que 35 años después es un Campo Santo en donde conviven los espíritus de sus 25 mil muertos entre maleza, matorrales y palmeras.

La tragedia de Armero fue causada por la erupción del Volcán Nevado del Ruiz que sorprendió a varios poblados del departamento de Caldas y Tolima, en el centro occidente de Colombia, pero la furia volcánica con sus flujos piroclásticos fundió cerca del 10 por ciento del glaciar de la montaña.

El imponente y bello Volcán Nevado del Ruiz, se despertó con furia después de 79 años de inactividad, o dormido como decían los campesinos de la zona. Con esta sacudida del volcán los habitantes de Armero fueron sepultados por los flujos de lodo, tierra que bajaron desde el cráter de la cima de la montaña y a 60 kilómetros por hora recogía escombros a su paso.

La velocidad fue tan arrolladora en toda la zona que llegó hasta los cauces de los seis ríos que tienen su nacimiento en las estribaciones del Volcán Nevado del Ruiz y el municipio de Armero -que estaba ubicado a 50 kilómetros del volcán- fue sepultado con su gente, su iglesia y sus casas para siempre.

Armero 35 años después de la tragedia es un Campo Santo parecido a un pueblo fantasma novelesco de la edad media que sobrevive con los espíritus de sus muertos entre maleza, matorrales y palmeras, con sus destruidas viviendas, con las cruces, y epitafios, con un modesto museo para mantener viva la historia de los Armeritas.

 En un costado de la carretera -que dividió el pueblo desde 1908 cuando se llamaba San Lorenzo, y luego   se reemplazó por Armero en 1930 en memoria del prócer de la independencia de la Provincia de Mariquita (Colombia) José León Armero- está un aviso de señalización con la palabra: Cementerio. Esta es la bienvenida al Campo Santo.

Cincuenta metros al costado del aviso esta una pequeña y solitaria tumba pintada de blanco en la que se lee: 13 noviembre- Rodrigo Senezuela y Familia-1985. Y en su alrededor a uno y otro lado de la carretera están las huellas de las pocas casas que quedaron en pie, destruidas por las avalancha de 1985.

En cada uno de los pedazos de paredes que quedaron en pie, están los nombres y apellidos de quienes vivieron en ellas, frases de esperanza, frases que claman por encontrar los desaparecidos, muros que se resisten y luchan contra la voracidad de la maleza, el hongo y los gigantes y frondosos árboles que intentan cubrirlas.

A lado y lado de la carretera, hay uno que otro sobreviviente que ofrece a los visitantes un recorrido por el destruido Armero con un álbum digital con fotografías y video donde cuentan su historia por dos o tres dólares.

En la entrada al Campo Santo está un pequeño y modesto museo que se sostiene con las donaciones de los visitantes nacionales y extranjeros. En este lugar se encuentra la historia comprimida de Armero antes, durante y después de la erupción del Volcán Nevado del Ruiz.

En fotografías está la iglesia, el parque, cómo eran las casas en su interior, el comercio, las fotos de familias desaparecidas por la avalancha, las imágenes del rescate, la fotografía de la Niña Omaira Sánchez Garzón, símbolo de la tragedia, quien murió con el lodo al cuello y en una lucha incesante de tres días y tres noches para intentar su rescate que era transmitido al mundo en directo por la televisión colombiana.

El 16 de noviembre la niña Omaira de 15 años, que los cumplió el 28 de agosto de 1987, cerró los ojos para siempre y dejó un dolor profundo entre los rescatistas que lloraron ante la impotencia de sus fuerzas y el poder de la naturaleza. Esa imagen está en este pequeño museo que también hace una reseña del Volcán Nevado del Ruiz cuando el 13 de noviembre de 1987 hizo: Pummmmm

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