Que se acabe la chispa
Cuenta mi madre que cuando era niña cada vez que viajaban del Compás a Torreón, le compraban un refresco en la estación mientras llegaba el tren: “Yo me ponía muy nerviosa porque nunca podía acabármelo y siempre lo dejaba a la mitad, no sé por qué nunca me ha gustado el refresco”.
En casa, la comida siempre la acompañábamos con agua fresca y mi mamá tenía por costumbre involucrarnos en su elaboración, así aprendimos a hacer agua de jamaica, limón, piña, tamarindo y a beber refresco solo cuando alguno de nosotros cumplía años. Teníamos cascos de refrescos que solo utilizábamos en esas ocasiones y que guardábamos celosamente porque si se rompía uno, reponer el envase costaba dinero.
Crecimos en un pueblo del semidesierto potosino donde comer fruta de temporada era nuestro deporte favorito, higos, manzanas, limones dulces, zapotes, granadas, tunas, naranjas, pitayas, guayabas, duraznos. La comida chatarra y los refrescos embotellados eran para la mayoría, una ilusión, un lujo escaso, un placer ocasional, porque aunque vendían en las tiendas, el dinero era escaso y sus precios no eran accesibles para la mayoría.
Ahora agradezco todo aquello, que a mi mamá no le guste el refresco tal vez sea la razón principal de que a sus 94 años no padezca diabetes y nosotros sus hijos, todos mayores de 50 años, tampoco.
Hay una imagen muy cotidiana en mi barrio, ver a los niños ir a la tienda solos y regresar con un refresco de dos litros y varias bolsas de frituras; cuando estoy desquehacerada he contado que un mismo niño va hasta cinco veces al día y calculo que debe gastarse aproximadamente 200 pesos diarios, más de un salario mínimo. Esto me hace pensar que tal vez esa sea la dieta cotidiana.
Por eso me sorprendió ver como el Congreso de Oaxaca aprobó una ley donde se prohíbe la venta de comida y bebida chatarra a los menores de edad y como la Ciudad de México, Tabasco y Colima están pensando en seguir ese ejemplo; claro, falta esperar que los gobernadores publiquen la ley en el periódico oficial para que empiece a ser efectiva.
Inglaterra, Austria y otros países de Europa están cocinando leyes semejantes para inhibir los consumos de estos alimentos. Recuerdo que la primera vez que estuve en el viejo continente, el consumo de refresco era muy escaso, de hecho, en los restaurantes no era muy común pedirlo para acompañar los alimentos y aunque actualmente sigue siendo una bebida cara, incluso por arriba de la cerveza y el agua, en los últimos años su consumo de ha disparado más allá de la que el turismo demanda. Sin embargo, algunas tiendas de autoservicio, sobre todo en Francia no cuentan con venta de este tipo de comida.
La dieta de chatarra, impulsada fuertemente en México, fomenta y refuerza la mala alimentación de los mexicanos, que por el fácil acceso que tenemos a estos alimentos los priorizamos, es lo que está siempre a la mano para matar el hambre.
Y tristemente un refresco puede aplacarnos el hambre por un rato y hasta darnos una chispa de vida para sentirnos más energizados, contentos, refrescados debido las grandes cantidades de azúcar que contiene y algunos otros estimulantes.
El covid ha evidenciado un problema que en aras de la economía se había minimizado, la mala alimentación de una población que puede acceder fácilmente a productos industrializados; venenos amigables que aplacan el hambre y que en el día a día son parte de la dieta de muchas familias que mandan al niño por el refresco a la tienda, acción que por cotidiana se vuelve cultural.
Sin embargo, los empresarios del país han salido a protestar declarando que la ley de Oaxaca es un duro golpe a la economía. Priorizar el dinero y no la salud es parte de la discusión política en el mundo, sin embargo, tal vez, sea necesario que los grandes empresarios de estas dietas chatarra, empiecen también a reinventarse y que cuando uno entre a una tienda de abarrotes en cualquier ciudad, pueblo o ranchería pueda ver en primer plano una charola de frutas y alimentos sanos en lugar de un exhibidor de botanas altas de sodio y colorantes.
El dato relevante de la caída de ventas de refrescos durante los meses de confinamiento en México son reveladoras y están directamente vinculadas con el cierra de escuelas; por eso, si nada será como antes, en la nueva normalidad, con nuevas leyes y nuevas formas de vida, debe haber nuevas formas de ganar dinero sin estar envenenado a los niños.
E-mail: claragsaenz@gmail.com
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